martes, 30 de junio de 2009

La familia seriéfila

Estos días estoy siendo víctima de los efectos de la camala que me proporciona el visionado de Battlestar Galactica. El vicio es tal que el original meme que lanza Adri desde Hablando de series ha llegado justo a tiempo antes de que cometa una locura y encadene siete posts seguidos disertando sobre esta serie. De verdad os lo digo: cuando servidora y su mejor amigo inician el recorrido de una montaña rusa gritando ''¡Por Adama!" es para hacérselo mirar. Suerte que está la familia para llevar la riendas de la rehabilitación...

Mi madre: Nora Walker (Brothers and Sisters). No hay nadie como ella para unir a los miembros del núcleo familiar y pelear por ellos a capa y espada. Una matriarca de verdad que se desvive por los suyos.

Mi padre: Tony Soprano (The Sopranos). Con él no tendría problemas para costearme una educación de altísimo nivel, aprobarlo todo con matrículas y que me sobrase el dinero para tomarme un año sabático. Además, contaría con curro garantizado en la empresa que yo quisiera.

Mi hermana mayor: Sydney Bristow
(Alias). A ver quién se metería conmigo en el colegio...

Mis hermanos pequeños: los gemelos Porter y Preston (Desperate Housewives). Seguro que sería cómplice de sus planes para sembrar el caos y la destrucción en casa y en la morada de la señora McCluskey.

Mi abuela: Sophia Petrillo (Golden Girls). Las batallitas de abuela cebolleta adquieren una nueva dimensión con la Sophi. ¡Ni en broma me las pierdo!

El tío enrollado: Nate Fisher (Six Feet Under). Podría ser mi hermano, pero si tengo dudas, él me indicaría los mejores albergues para pasar la noche durante una escapada mochilera, o me enseñaría a cultivar mis propios tomates de agricultura ecológica en Seattle. Eso, sin contar, que sería una compañía estupenda para desvariar sobre la vida.

Mi marido: Derek Shepherd (Grey's Anatomy). Me sorprendería cada día con declaraciones y detalles inesperados. Siendo cirujano, el cuarto de descanso del hospital siempre es un buen lugar para hacer las paces tras discutir. Por supuesto, sobra comentar que viviría más tranquilo y caería mejor a la gente estando conmigo que con Meredith :P

Mi hija: Rory Gilmore (Gilmore Girls). ¿Se puede pedir una mejor descendencia que esta chica? Yo creo que no. ¡Se criaría sola! Inteligente, responsable, buena persona, y sin resultar repipi. Noches sin pegar ojo por ella: las justas.

Mi mejor amiga: Samantha Jones (Sex and the City). Su incondicionalidad está testada a prueba de bombas en cualquier situación, además de que es una maestra de la tertulia y la fiesta.

Otro amigo: Sid (Skins 1 y 2). Otro grande con el que haría un pacto de sangre aunque, a veces, puede resultar tan pasmado que te dan ganas de darle de collejas para que espabile y vaya a por Cassie.

Mi médico: Gregory House (House). Es un cabronazo, pero es el mejor, ¿no? Pues ya está. En sus manos no me voy de este mundo ni queriendo.

Mi jefe: Comandante Adama (Battlestar Galactica). Sabe lo que hay que hacer en cada momento y desde el principio no se anda con chiquitas. Su experiencia lo convierte en un líder del que hay mucho que aprender.

Mi mascota: Kryto (Smallville). Un perro fuera de lo común, al que no hace falta darle paseos para que haga sus cosas porque iría solo y volvería llamando al timbre de casa.

Variopinta familia.

lunes, 22 de junio de 2009

Los galácticos

Resulta curioso que en plena reconstrucción del florentinato galáctico asista a otra historia sobre volver a empezar de las cenizas, pero qué le vamos a hacer si Battlestar Galactica (SyFy, 2003, 2004-2009) ha llegado a mi ordenador en estas circunstancias... No soy nadie para ir en contra de los designios de los señores de Kobol pero, como culé, los muy caprichosos ya podrían haber en mi camino este 'reboot' de una serie de 1978 el año pasado, cuando Guardiola asumió el mando supremo.

Lo cierto es que llevaba tiempo alejada de la ciencia ficción tanto en cine y como en televisión y, con el verano preparado para derretir neuronas, me daba una pereza infinita empezar con la miniserie de presentación de uno de los estandartes del género. Ya se sabe: cuando todo el mundo califica de excelente una muestra de sci-fi hay que olvidarse de bajar la guardia porque las apariencias albergan más de un significado. Y si, además, añadimos una pizca de sofisticadísima inteligencia artificial, más vale no pestañear siquiera. Este tipo de exigencia unida al hecho de que se trata de una miniserie de tres horas, pues como que no casaba con la limonada y un, en principio, relajado visionado 'aftersiesta'. Por eso dejé la BSG de Ronald D. Moore para la noche.

Familiaridad. No se me ocurren otra palabra para describir lo que vi. La historia me pareció hiperverosímil por su sobria dirección artística, que logra acercar hasta el extremo una realidad que a primera vista está años luz de la nuestra. Doce colonias-planetas plobladas por humanos y gobernadas por un presidente con sus correspondientes órganos de decisión como si se tratase de cualquier estado de nuestro mundo, y un ejército, que en vez de moverse en tanques, destructores o cazas, se mueve en estrellas de combate espaciales, como la Galactica. Quizá aparte de este detalle, no hay nada en el vestuario, o personajes (no existen los alienígenas), que nos avise de que estamos ante un panorama casi imposible.

Ni siquiera los cylones, una clase de inteligencia artificial que deja al T-1000 a la altura del betún. Las relaciones entre máquinas y humanos son probablemente el eje de lo que se conoce como ciencia ficción, por el interés que despierta la capacidad creadora del hombre, empeñado desde los tiempos del Golem, en emular al ser divino. Pero, ¿y si rizamos el rizo y los propios robots, en su rebelión, son capaces de conseguir lo que nunca consiguió el ser humano? Crear a individuos capaces de amar, odiar, creer y... hasta de sudar. Por todo ello, el tratamiento de la inteligencia artificial que muestra Battlestar Galactica es exquisitamente sofisticado a pesar de su economía de medios. No hay necesidad de ponerle a Number Six (Tricia Helfer) la chapa metálica debajo de la piel, porque no esta hecha de eso, y ahí está el problema para los humanos. ¿Cómo los distiguimos?


Precisamente fue su permeabilidad con la raza humana lo que provocó el armageddon en las doce colonias de Kobol tras 40 años de armisticio, en los que los hombres no volvieron a ver a aquellos cylons rudimentarios y robóticos contra los que lucharon en una cruenta guerra. En una situación de paz los héroes empiezan a ser considerados como recuerdos de épocas pasadas, pero cuando todo ha sido destruido se les vuelve a requerir para sentar nuevas bases. Ésta es la misión del William Adama (Edward James Olmos), casi jubilado junto con su vieja Galactica antes del ataque, y, sobre todo, de la antigua secretaria de Educación, Laura Roslin (Mary McDonnell), que, de rebote y con cáncer, se convierte en la líder de los supervivientes de las doce colonias hacinados en la inmensa estrella de combate.

También es un nuevo comienzo para que los pilotos Lee 'Apollo' Adama (Jamie Bamber) y Kara 'Starbuck' Thrace (Katee Sackhoff) expíen sus propios demonios. El primero tiene la oportunidad de recuperar la maltrecha relación que tiene con su padre, el comandante, mientras que la indomable pero efectiva Starbuck puede redimirse por sus errores del pasado, que le costaron la vida a un ser querido. Incluso el genio científico Gaius Baltar (James Callis) parece estar a punto de atravesar un purgatorio por haber caído en la tentación cylon.

Vista la miniserie, Battlestar Galactica promete mucho más que sci-fi. Adivino que los choques entre Adama Sr. y Roslin estarán a la orden del día mientras que continúa la caza de los cylon infiltrados en la comunidad humana y, sobre todo, la búsqueda de un nuevo hogar llamado Tierra. Pero, por lo que a mí respecta, bastaron tres entretenidas horas para encontrarme y, si me cuidan bien, quedarse las cuatro temporadas restantes. "So say we all".

miércoles, 17 de junio de 2009

Samantha sobre Sookie: "Es una aficionada"

WARNING EXPLICIT CONTENT: considérate un poco spoileado si lees la entrevista, y no has visto la premiere de la segunda temporada de 'True Blood'.

Después de ser testigos del regreso de True Blood, que ya va por su segunda temporada, se vuelve a abrir el eterno debate de por qué esta serie con momentos sublimes y desarmantes a partes iguales engancha como lo hace un folletín novelesco. Tal es su bipolaridad que ya no sabes si la sigues porque te gustan las bondades que ofrece, o porque estás deseando ver cuál será la siguiente caspa-bizarrada que la historia ponga por delante. Dentro de este último apartado, los amigos Sookie Stackhouse y el vampiro Bill Compton tienen mucho que decir, por lo que hemos contactado con la experta en Química Sexual de la HBO Samantha Jones, para que arroje luz a todos los interrogantes que despiertan esos dos en acción, incluyendo el más importante: ¿Sookie tiene sex appeal?

Series a la parrilla: Señorita Jones, sé que su experiencia en estas lides es dilatada, pero ¿podría confirmarme que ha estado con vampiros?
Samantha Jones: Por supuesto. Es más, estuve con ese Compton una noche. Me habían comentado que los chupasangre son fabulosos en la cama y me fui a uno de esos bares que tienen a morder a uno. Bill vivía en la ciudad por aquel entonces y, bueno, ya sabes, ese acento sureño y sus batallitas de guerra a dónde fueron a parar...

SP: ¿Y?
SJ: Tal y como me habían comentado. ¡Batí mi récord de orgasmos! Y eso, que sólo teníamos una hora antes de que amaneciera porque si no, apuesto a que hubieran caído más. Que quede entre nosotras: Smith, con todo lo que era, nunca consiguió superar aquello.

SP: Vaya, ¿y repitió después de esa noche?
SJ: Ah, aquí viene la parte donde se tuerce todo... Todo el mundo sabe que el sexo es la cosa que me da menos miedo en el mundo, así que cuando Bill sacó sus colmillos, le dejé que me mordiera. El mejor sadomaso de mi vida. Hasta que al día siguiente el Gucci escotado que tenía preparado se quedó en el armario. No había experimentado el cuello alto desde que abandoné el colegio de monjas, además, aún lamento no haber podido pagar la reserva de un Birkin original por culpa de la salvajada que me cobró el cirujano. Un mes entero sin acudir a fiestas, esperando a que las marcas de cuello y el escote se fueran solas. Imagínate, ¡no podía salir de casa! Era operarme, o nada.

SP: ¿De verdad se tuvo que practicar una cirugía? Entonces, ¿Sookie?
SJ: Ésa, a menos que robe, no puede permitírselo. Menos mal que trabaja de camarera y lleva camisetas que le tapan todo. Además, supongo que creerá que Bill se pondrá más cachondo por verla marcada como una vaca. Yo que ella hubiera utilizado el dinero que le dejó su tio abuelo.

SP: Noto algo de inquina en sus palabras.
SJ: ¿De verdad cree que por haber enseñado las tetas puede competir contra mí? Mmm, aficionada. Yo soy la única que sabe hacerlo con algo de clase. Además, no creo que tenga cerebro para practicar otra postura que no sea el misionero.

SP: Creo que esto se está empezando a salir de madre, ¿por qué no...?
SJ: ¡Pero si es verdad! Fíjate, ¿dónde está la woman on top? ¿Dónde? No sé quien tiene más sangre dentro: si ella o Bill. Aunque bueno, éste siempre puede devolverle un poco de la que le quita. Y luego nos machacan con que lo hagamos con condón, ¡pues que vayan a ver lo que hacen los paletos!

SP: Veo que está al día de sus encuentros, ¿eh?
SJ:
Claro que no, esa rubia de bote quiere quitarme el puesto con su rollo de mosquita muerta. Eso será por encima de mi cadáver, pero considerando que casi siempre está debajo de uno... Pues, lo tiene difícil.

SP: Pero lo importante es que Bill la quiere, ¿no cree?
SJ: A ver, por muy bien que folle, el vampiro tiene mentalidad dieciochesca. Le dirá todas esas cosas para llevársela al huerto y si la tía no tiene personalidad, mejor. Como una muñeca hinchable pero con el c... caliente.

SP: Bueno, conociéndola por sus aventuras en Sex and the City, se diría que lo que acaba de decir es un poco como lo que hace usted...
SJ:
Yo le dejo las cosas claras a los tíos desde el principio, que es diferente. Si te gusta así, bien, si no, ya tengo a otro. Yo ya se lo dije a Bill: "Paso de gastarme dinero extra en B12 por ti". Ahora parece que ha encontrado una a la que no le importa.

Viendo como ha ido la entrevista, quizás Samantha no haya sido la fuente más indicada para dar una opinión objetiva. Es más, sus palab
ras han abierto un nuevo y más inquietante interrogante: ¿Por qué Sookie no tiene marcas en el cuello o sucedáneos? ¿Tiene habilidades de regeneración? ¿Es familia de la cheerleader de Heroes?

Trataremos de averiguarlo en los próximos episodios, al igual que el misterio de las mechas de Eric Northman.

domingo, 14 de junio de 2009

Pilotando Nurse Jackie: ¿'Showtimitis'?

Que el título no lleve a confusión. En poco más de 25 minutos, la enfermera Jackie Holt ha conseguido ponerme una inyección tan bien que no quiero que ninguna otra lo haga de momento. Rápida, entretenida y con un personaje polidiédrico, la nueva serie que nos ha reservado Showtime para este verano apunta maneras de convertirse en un buen narcótico contra el calor. Y también puede que contra el hastío. Ése que amenaza con provocar el canal de cable si sigue añadiendo Nancys, Dexters y Hanks a su parrilla, es decir, dramedias que juegan en el difuso límite del bien y del mal.

Para variar, Nurse Jackie entra en esa definición, aunque otra vez el canal nos ha colado con maestría un ibuprofeno. Si algo hay que destacar por lo visto en este piloto, aparte de sus puntazos de comedia negra, es que estamos ante una serie en la que hacer lo incorrecto para hacer lo correcto está, si no justificado, más claro que nunca. "Make me good, God, but not yet", dice Jackie, consciente de que para conseguir salvar unas vidas, debe falsificar, robar, echar cachos de orejas por el retrete previo 'fuck you'... Y esnifarse unos analgésicos después de haberlos intercambiado por sexo con el responsable de la farmacia del hospital (Paul Schulze, el curilla gorrón de Los Soprano).

La enfermera está por encima de listas de espera y de lo que pueda certificar un médico inexperto como el doctor Cooper (Peter Facinelli). Ella sabe lo que hay que hacer, y punto. Y tampoco tiene por qué saberlo nadie, que para eso la aprendiz a su cargo (Merrit Wever) la considera una santa. Si eso, ya tiene a su amiga la doctora O'Hara (Eve Best),o al enfermero Mo-Mo (Haaz Slieman) para compartir remordimientos a su manera.



A diferencia de Dexter Morgan, la Jackie que nos regala una irónica y punzante Edie Falco (Carmela, el amor platónico del curilla) se toma la justicia por su mano de forma proactiva, no reactiva: el delito se produce antes de que el paciente se muera. Y a diferencia de House, no está para nada sola, por lo que el piloto no deja de lanzar preguntas al aire acerca de por qué esta mujer es, dependiendo de en qué lugar se encuentre, la parte suave o la cortante del escalpelo.

Con unos casos médicos en último plano, a esas cuestiones deberán ir respondiendo poco a poco los episodios sucesivos (renovada para una segunda temporada al primer toque), porque se trata de evitar que la imagen de marca que está construyendo Showtime se empiece a comparar a la de la CBS con sus 'procedurals'. En definitiva, el reto consistirá en evitar que el espectador se sienta de vuelta de todo y diga: "Otra más de tío/a chungo/a que cae bien".

jueves, 11 de junio de 2009

Es hora de pegar el estirón, Skins

DENOMINACIÓN DE ORIGEN: Esta mezcla no tiene ni una gota de spoilers de la segunda temporada de 'Skins'.

El término 'adolescente' contiene en sí mismo un componente de dolor: el que adolece de algo, o el que sufre por algo. Es verdad que las personas no dejamos de madurar a lo largo de la vida, pero hay un momento en el que crecer se hace tan duro como escalar un 'ochomil'. Cuando ves que se acaba el instituto y debes alcanzar la cima sin la bombona de oxígeno de los padres cueste lo que cueste, porque de ello depende que sigas aprendiendo a vivir. Cuando pienso en las sensaciones que me dejó la segunda temporada de Skins, enseguida me viene a la cabeza un alpinista contento por haber completado una cumbre, pero a la vez triste porque se ha dejado un par de dedos y, sobre todo, amigos en el camino. Esos chicos que conocimos hace un tiempo, me temo que no son los mismos.

Los miembros de la pandilla de Bristol deciden (o no) en esta segunda entrega qué rumbo tomar tras habernos mostrado, otra vez, sus circunstancias particulares en los episodios especiales de cada uno. En este sentido, debo destacar que la serie aumenta su carácter de historia de personajes: quitando unas cuantas secuencias, apenas hay interacción entre el grupo al completo como ocurría en la primera temporada. Este hecho no se tiene que interpretar como un punto necesariamente negativo, ya que viene casi impuesto por el final de la anterior tanda de capítulos.

Además, utilizaré esta falta de unión física de la banda para cuestionar el porqué de 45 minutos dedicados a Sketch, el insulso nuevo personaje, a la vista de su nulo desarrollo posterior, y más considerando que la presencia de Anwar me ha parecido muy secundaria, quizá demasiado. Afortunadamente, no tuve que esperar mucho para indagar en la forma de vida de Maxxie, que, si bien dentro del grupo es el menos protagonista junto con el chico musulmán, ha tenido obtenido un mejor tratamiento por parte del guión, que vuelve a encontrar en la estupenda selección musical un aliado de primer orden.

Las historias de Tony, Chris y, en cierta medida, la de Sketch (con problemas mentales y una madre físicamente dependiente) sirven a Elsley y Brittain para extender una capa extra de oscuridad y de incertidumbre sobre la vida del resto de personajes y, por tanto, sobre la serie. Sin perder el toque de desenfreno de Skins 1, resulta llamativo cómo los tres cumplen una función similar en distintos subgrupos o parejas de personajes, que, sin haber interactuado lo suficiente entre sí, terminan por compartir el mismo de sentimiento de tristeza y frustración. La situación de Tony tiene influencia directa sobre su novia Michelle, su hermana Effy y Sid, mientras que las circunstancias de Chris afectan al devenir del propio Sid, Cassie y Jal. Por último, Sketch está ahí para establecer un conflicto entre Anwar y Maxxie aunque, repito, de manera muy superficial.

Como ya sucedió en la primera temporada, Sid, Cassie y Chris vuelven a salir por la puerta grande, pero esta vez lo hacen con las dos orejas y el rabo. No por nada, ellos solos se encargan de darle la estocada final a la faena de hacer sentir al espectador lo que duele dar el estirón hacia la madurez. Sin embargo, sería injusto no mencionar la parte que le toca a Tony, el personaje que ha experimentado el mayor cambio. De un capullo a una persona, aunque todavía me pregunto cuánto de alucinación hubo en su episodio.

Sea cual sea la realidad, lo cierto es que Effy tiene mucho que decir en la transformación de su hermano. Para mí fue toda una sorpresa descubrir a la pequeña de los Stonem, especialmente esa faceta suya de Amélie de los bajos fondos como se puede ver en el episodio centrado en ella. Quién lo diría tratándose de una chica de la que sólo conocíamos su tendencia a expresar nada.

Mientras que los demás ya han completado su ascenso a la montaña, Effy está a punto de embarcarse en el misma aventura. En la tercera temporada de Skins, ella y los que vengan tendrán que conseguir que no eche mucho de menos a este grupo de amigos, que ya ha finalizado su ciclo en el Roundview College. Tras una segunda clase en la que nos han enseñado cómo pulir una de las mejores series 'teen' (y eso a pesar de los defectos que menciono), no puedo dejar de pensar en qué habrá sido de Sid, Cassie, Tony, Michelle, Jal, Maxxie, Anwar... y hasta de Chris. ¿Habrán aprendido a fingir como los adultos?

domingo, 7 de junio de 2009

Los Soprano, una mafia en el diván

Cuando los miembros de una institución llevan viviendo más de un siglo en las cloacas de la sociedad, llega un momento en el que afloran la decadencia y las crisis nerviosas producidas por el contacto directo con el hedor que dejan los actos criminales. "Soy un Rey Midas, pero al revés: todo lo que toco lo convierto en mierda", reconoce Tony Soprano, un capo de la mafia del norte de Nueva Jersey, a una atenta doctora Melfi, sentada en la butaca de su consulta psiquiátrica, durante la primera season finale de Los Soprano (HBO, 1999-2007).

Sería impensable poner estas palabras en boca de Vito Corleone, pero en Tony, no. La cosa nostra que nos presenta el relato perpetrado por David Chase carece de todo ese aire de tragedia griega, de solemnidad y de orgullo que sí alberga la retratada en la trilogía de Francis Ford Coppola. Soy consciente de que es un lugar común poner en balanza ambas historias, pero la comparación ayuda a desmontar el tópico de una mafia con trajes de raya diplomática incapaz de cuestionarse sus propios códigos. Nada del glamour de los grandes banquetes, y sí mucho chándal, cadenas de oro, y uñas postizas de cinco metros de longitud. Choni, de andar por casa, vulgar, pero al tiempo real, y por tanto, débil. Porque en Los Soprano se nos muestra la miseria personal de un grupo de hombres que sufre a escondidas las consecuencias de sus propias adicciones, miedos, o de una infancia carente del cariño materno, como en el caso de nuestro inmenso protagonista, Tony.

James Gandolfini da una clase magistral de interpretación con un personaje deliciosamente dual, que desea que la familia formada por él y Carmela sea feliz, pero que, al mismo tiempo, es incapaz de renunciar a su juramento y posición de privilegio dentro del crimen organizado, porque realmente disfruta de la compañía de su otra famiglia. Dice que es un asco como padre y marido pero tampoco hace nada para arreglarlo y se deja querer por su amante rusa o por cualquiera de las chicas que bailan en su 'Bada Bing!'.

Leyendo hasta aquí, estaríamos ante un cabrón que no merece compasión ninguna por parte del espectador, pero Chase se ha guardado un sorprendente as en la manga. ¿Qué pasaría si el antagonista a la figura de Tony fuera una familia mafiosa rival? Seguramente, desearíamos que lo cosiesen a tiros. Pero, ¿qué pasa si la oposición viene dada por dos venerables personas que compartan su propia sangre? Livia (Nancy Marchand) y tío Junior (Dominic Chianese) se configuran como un instrumento que logra acercar a Tony al espectador y, sobre todo, como la prueba viviente del mensaje que arroja la serie en esta temporada de presentación: el verdadero peligro está en los que consideras tus series queridos.

El desdén de una madre egoísta que no agradece las atenciones de su hijo, y de un tío que ve amenazado su trono de jefe están detrás de esos ataques de ansiedad de Tony, que acude a la consulta de la doctora Jennifer Melfi (Lorraine Bracco) en busca de respuestas y alivio a sus fantasmas. Estas sesiones terapéuticas nos han brindado grandes momentos de tensión dramática en esta primera temporada, gran parte, gracias a ese extraña conexión platónica que se establece entre médico y paciente.

Frente a una mujer que vive mirando para otro lado cuando tiene que enfrentarse al origen de las perlas que luce, Melfi se erige en guardiana de los secretos de la mente de Tony. Aún así, la ama de casa insatisfecha construída por una memorable Edie Falco vuelve a la realidad cuando se la necesita y si tiene que ayudar a esconder unos fajos de billetes, lo hace. Y aunque Soprano pretenda que sus hijos, Meadow (Jamie-Lynn Sigler) y Anthony Jr. (Robert Iler), vivan ajenos a lo que se cuece en casa y crean que trabaja en el tratamiento de desechos, finalmente claudica en sus intentos, si bien no soporta que hagan alguna referencia a su verdadero trabajo.

Durante este primer acto, los jóvenes Soprano tienen una incidencia pequeña en la trama si la comparamos con el resto de los secundarios de la serie que, como los principales, están llenos de grises. Desde el padre Phil (Paul Schulze), con el que Carmela mantiene su particular tensión sexual no resuelta (se podría interpretar como la respuesta al dúo Melfi-Tony) hasta el núcleo de colaboradores de Tony: en todos ellos está definida una motivación.

Dentro del círculo de confianza no podemos obviar el protagonismo del sobrino cabraloca de Soprano, Moltisanti (Michael Imperioli), catalizador de mucho de los conflictos en los capítulos que abren la serie; Dante (Steve Van Zandt), Paulie (Tony Sirico) y Big Pussy (Vincent Pastore), fieles a su jefe hasta las últimas consecuencias; y al cocinero Artie, que vive en constante tensión por mantener su amistad con Tony sin verse implicado en los sucios negocios de éste último.

Una de las cosas que más llama la atención de esta ficción inspirada por las complicadas relaciones entre Chase (en realidad, DeCesare) y su madre, tiene que ver con el concepto de lo italiano que se describe en ella. Las frecuentes referencias a la mítica historia de los Corleone, y esa lucha por mantener las raíces, pero quedándose en la mera superficialidad, contribuye a reforzar ese sensación de que todo es una farsa en el mundo en el que se desarrolla la historia, origen de los personajes incluido. Critican a los asimilados por la cultura estadounidense (por ejemplo, el doctor Cusamano), pero al final ellos mismos acaban haciendo barbacoas en sus jardines.


Yo sí que desperté tras ver y escuchar este opening...

En contraste con los últimos productos del canal de cable, Los Soprano fue uno de los puntales que, en el cambio de siglo, ayudaron a pegar la etiqueta de alta televisión a la HBO. En poco más de cincuenta minutos, cada capítulo logra engarzar un guión excepcional con una cámara y diseño de producción enamorados de la variedad de exteriores, como, por ejemplo, los oscuros antros donde Tony cierra negocios, la zona industrial de Nueva Jersey y la urbanización tipo 'La Moraleja' donde vive el capo.

Todo parece perfectamente cohesionado, y la trama avanza lenta, sin grandes alardes, por lo que obliga al espectador a no menospreciar nada de lo que ocurre en pantalla. Ni siquiera secuencias que podrían tacharse de mero ejercicio lírico, como la mostrada en el piloto, en la que Tony se queda hipnotizado con unos patos que allanan su piscina; o escenas de transición, como la de Soprano esperando en el pasillo de una universidad en el quinto episodio.

Allí, el mafioso se encuentra casualmente con su verdad escrita en una placa: "Ningún hombre puede llevar una cara para sí y otra para la multitud, sin quedar al final perplejo por cuál de las dos es la verdadera" (Nathaniel Hawthorne).

miércoles, 3 de junio de 2009

Nip/Tuckeando pilotos

Los defensores de la cirugía estética dicen que esta práctica ayuda a mejorar la seguridad en uno mismo o potenciar las virtudes de una buena materia prima. Del mismo modo, los jefes de las cadenas piensan que unos cuantos cambios pueden realzar el atractivo de un piloto o contribuir a reforzar las buenas vibraciones que les hizo dar el OK a esa nueva propuesta. Igual que en algunas parejas: "Me encanta mi marido, pero acabaría con esa barriga cervecera".

Tratándose de pilotos, normalmente las cartucheras destinadas a liposucción se encuentran en en el reparto. Ejemplo de ello es la próxima sustitución de Julia Ormond como cirujana al frente de la unidad de transplantes de Three Rivers (CBS), el cambio radical de los actores principales en The Forgotten (ABC), o la salida de uno de los secundarios de la comedia 100 Questions de la NBC, por citar sólo algunos de los movimientos que ya se han empezado a producir en las ficciones de la próxima temporada. Todavía no hay noticias de quiénes serán los nuevos actores encargados de interpretar estos papeles, aunque hay quienes sueñan con que contraten a Sofia Myles en el drama médico para que se reencuentre con Alex O'Loughlin, su 'partenaire' en la cancelada Moonlight.



¿Para qué hago entrevistas si no voy a volver a salir?

Modificaciones en el elenco se dieron también en Desperate Housewives, donde la mítica Laura Palmer (a.ka. Sheryl Lee) dejó sus líneas de Mary Alice Young para dárselas a Brenda Strong, mientras que Michael Reilly Burke hizo lo mismo pasándole el testigo de Rex Van De Camp a Steven Culp. Hasta Jesse Metcalfe no era el propietario original del jardinero John, sino Kyle Searles. Los productores justificaron el reemplazo de Lee alegando que su voz carecía de ese punto irónico que sí oímos en Strong, y decidieron cambiar al rubio Searles porque un amante moreno pegaba más con los rasgos latinos de Eva Longoria.

También en Brothers & Sisters hubo ajetreo. ¿Alguien se imagina a otra Nora Walker, con una cara diferente de la de Sally Field? ¿Y a un Kevin que no fuera Matthew Rhys? Parece que la ABC es aficionada a este deporte, ya que en Private Practice sustituyeron a Merrin Dungey por Audra McDonald. Aún así, se pueden encontrar muestras en la NBC, donde una antigua habitante de Twin Peaks como Madchen Amick acabó adjudicándose el papel protagonista en la fenecida My own worst enemy, en detrimento de Yara Martínez como esposa de Christian Slater.

Como la audiencia se amolda desde el principio a los 'recasting' (la mayoría de las veces, sin conocer que se han producido), resulta difícil valorar si las cadenas han acertado o errado con las decisiones. Desde luego, por mucho cariño que tenga a Sheryl Lee, Mary Alice es indisociable de Brenda Strong. ¿Y qué mencionar acerca de Willow, de Buffy the Vampire Slayer? ¡Gracias por haber puesto a Allyson Hannigan en vez de Riff Regan!

Aunque, claro, hay casos que superan una simple rinoplastia en el cast. Que se lo digan a Joss Whedon quien tuvo que hilar fino con la FOX, que lo volvió loco primero con el piloto y, después, con el resto de capítulos de Dollhouse. A saber por cuántas reescrituras de guión e injertos de escenas pasó esta serie.

Y vosotros, ¿sabéis de otras series a las que les hayan hecho algún arreglito?