jueves, 7 de octubre de 2010

La audiencia no se deja estafar por Lone Star

Siempre he pensado que los buenos escritores, en cualquier ámbito, tienen un poco de estafadores. Encandilan con un cuento a la persona que está al otro lado y consiguen que invierta tiempo y dinero en algo que no va a mejorar su día a día ni mejorar su cuenta corriente. Es más, puede que hasta arruine pequeñas fortunas que estaban planeadas para arreglar algún desperfecto menor en casa o para una escapada un fin de semana. Pero, a diferencia de lo que ocurre en los timos reales (o cuando se trata de historias infumables o que se traicionan a sí mismas al final), la víctima es feliz a pesar de que haya caído en la trampa, porque sabe que, al menos, ha disfrutado de la pantomima.

Pero algo malo ocurre cuando, en televisión, la audiencia no pica en cuentos cuyo nivel de elaboración está por encima del de otras estafas que también están al acecho el mismo día de la semana. ¿Son demasiado inocentes los espectadores estadounidenses por caer los lunes en una trampa tan burda como Two and a Half Men (CBS) y Dancing with the Stars (ABC) o en algo semiconseguido como The Event (ABC) en vez del triple salto mortal Lone Star (FOX)? Atendiendo sólo a los números de la premiere, parece que sí. El relato del joven estafador enamorado y casado con dos mujeres de ciudades distintas, y con ganas de cambiar su forma de ganarse el pan, no ha cuajado, por lo que la cadena ya se ha encargado de guillotinarlo tras sólo dos semanas de mala e intensa vida en las parrillas.

Y digo intensa porque la serie, en sólo dos episodios, ya había creado suficientes quebraderos de cabeza a su protagonista, Bob Allen (James Wolk), como para crear estrés de querer más en los pocos espectadores que la seguían y en los críticos que alabaron su piloto. La locura empieza por la turbulenta relación con su padre, John, el estafador veterano que se resiste a dejar volar por sí mismo a su hijo y aprendiz, por miedo a perder el negocio que tan bien llevaban entre los dos y, lo más importante, porque Bob es la única razón por la que no está solo en el mundo.

Con el mundo de las estafas como excusa, la soledad es un tema que planea sobre la propuesta que presenta Kyle Killen. Como su padre, Bob también es una estrella solitaria, pero el joven Allen emprende una lucha con su pasado y, harto, pretende encontrar un constelación en la que encajar tras años viviendo a la huída. Decide interpretar por fin el papel de sí mismo y, ahora, los timos y mentiras están concebidos para mantener sus dos matrimonios y felicidad, no para sacar pasta. Bob es incapaz de elegir entre dos hogares, porque en ambos encuentra cosas diferentes que nunca antes había experimentado y que ama de igual manera. Por eso, no le importa en principio la presión a la que él mismo se somete e intenta torear como puede las sospechas de su cuñado en la familia rica de Texas y de media familia en el acogedor hogar de su mujer de clase media.

La bigamia secreta del protagonista añade gotas de complejidad a la trama y lo hace un producto arriesgado para ser digerido de primeras en una network de corte conservador como FOX y, al mismo tiempo, representa un caramelo para un canal de cable. En definitiva, Bob, pese a su porte de yerno ideal para cualquier suegra (adorable Wolk), es un personaje muy difícil de vender al gran público. "Da igual que sea estafador mientras tenga buenos sentimientos", pensaría cualquiera, pero si encima tiene dos mujeres y las engaña, el asunto se torna muy oscuro para la moral de un país donde el matrimonio como institución sigue teniendo su peso. Comparado con esto, Big Love se cubre bien las espaldas, porque crea un entorno seguro donde las tres mujeres del protagonista saben lo que hay... y aún así la serie se emite en la HBO.

El padre, por tanto, hace los honores como el antagonista que Bob necesita para que el espectador simpatice con él capítulo a capítulo pero, viendo lo que ha pasado, Bob ni siquiera ha conseguido una oportunidad para que se le conozca de verdad. El piloto acierta de pleno en fijar el tono de la serie, la presentación de los personajes y su papel en la vida del estafador es inmejorable y pone en marcha el principal problema al que se enfrentaría Bob el resto de la temporada. El segundo capítulo sólo viene a subir un poco más el listón y acaba con un cliffhanger para más inri. Por no hablar de la excelente banda sonora, que explota el folk de unos omnipresentes Mumford and Sons que andan de gira por varias series desde que los descubriéramos en la cuarta de Skins.

Como apunto Killen en una entrevista reciente con el LA Times, los lunes se han revelado este año como "una noche difícil". El día de programación ha sido, desde luego, el menor de los males para Lone Star considerando a como se vende el pescado el resto de la semana, sin embargo el mismo Killen reconoce que con vacas sagradas como las mencionadas Two and a Half Men y el Mira quién Baila americano, y una serie hiperanticipada como The Event, su retoño quedó un poco como la guapa a la que nadie sacó a bailar.

Se habla de emitir los sábados (el cementerio de la televisión) los cuatro capítulos que ya se han rodado, en un movimiento similar a lo que ya ocurrió con la magnifíca pero malograda Kings hace año y medio en la NBC. La diferencia está en que Lone Star era un cuento en progreso que tenía en nevera otros cuatro episodios por rodar, mientras que la serie de Michael Green había rodado todas las entregas de la temporada por adelantado, quizá el único beneficio de la impopular etapa de Ben Silverman en la cadena del pavo, cuando se dedicaba a seleccionar los proyectos a dedo.