jueves, 31 de marzo de 2011

Voy y vengo como los fantasmas

Sabéis eso que se dice de los fantasmas, de que están atrapados entre dos dimensiones de forma que están por ahí pero tampoco son una presencia real. Como una idea que vaga sin llegar a materializarse nunca. La tercera temporada de Being Human (BBC3) ha tenido mucho de fantasmagórica, de inconsistente, de tenerlo todo para dar un paso más en la historia y, sin embargo, permitir que los elementos de su universo sobrenatural la superasen.

El impactante final de la segunda entrega ponía las expectativas por las nubes ante el regreso del malvado vampiro Herrick, al que todo el mundo veía persiguiendo a unos Mitchell, Annie, George y Nina recién instalados en su nueva casa de Cardiff. En su lugar, Toby Whithouse se ha dedicado a explorar a lo largo de los primeros capítulos otros submundos fantásticos, como el de los hombres lobo y cierta clase alta de vampiros, de una manera un tanto dispersa y con muy poco impacto en el arco argumental que atraviesa la temporada.

Para sólo contar con ocho capítulos, la mayoría se sienten como un largo prólogo para retrasar la llegada de lo bueno. Una circunstancia que no beneficia en nada al conjunto, ya que se fuerzan situaciones y se llevan al límite las acciones de ciertos personajes por amor al arte. Mitchell ha estado realmente insorportable en algunos tramos, arrastrando consigo a Annie, menos inspirada y más fantasma de lo habitual. después de un prometedor comienzo en los confines del Purgatorio. George y Nina tienen sus dramas de camada lobuna, que ya de por sí resultaban interesantes sin la necesidad de traer agentes externos.

Sin ánimo de destripar la trama, decir que la presentación más interesante ha sido la de Adam, un eterno vampiro adolescente, que pese a contar con 47 años sigue comportandose como cuando dejó de ser humano. La introducción de este personaje no ha sido casual ya que Adam protagoniza el spin-off de ocho webisodios de 15 minutos, Becoming Human al que le echaré un vistazo próximamente.

Renovada para una cuarta tanda de episodios tras el arrollador éxito de este año (una media de 1,4 millones de espectadores es muchísimo para un canal digital), el gran interrogante ahora se centra en qué va a pasar el próximo año con un Aidan Turner inmerso en el rodaje de esa película que de tan anticipada parece una procesión: El Hobbit. Sólo espero que después de la decepción que resultó el desenlace de Herrick esta vez, no jueguen la carta del 'todo vale' y se salten a la torera las propias normas y límites que han consolidado a la serie como una (todavía) apuesta refrescante dentro de su género.

jueves, 24 de marzo de 2011

Skins y la generación tranquila


Voy a extenderme demasiado sobre la quinta temporada de Skins, que no extrañen los spoilers.

Ser muy fan de algo, en general, tiene su miserias y sus recompensas. Por un lado, te cuesta mucho más distanciarte del objeto de tu crítica, pero, como contrapartida, tienes los ojos más abiertos a detalles que de otra forma se te escaparían. Así es como me siento todas las veces que escribo sobre Skins, que acaba de finalizar su quinta temporada y a la vez de presentar a la nueva (y ya van tres) generación de muchachos: Franky (Dakota Blue Richards, The Golden Compass), Nick (Sean Teale), Alo (Will Merrick), Grace (Jessica Sula), Rich (Alex Arnold), Mini (Freya Mavor), Liv (Laya Lewis) y Matty (Sebastian de Souza). Todos ellos llegaron al canal E4 tras el terremoto emocional que supuso la segunda generación, que genial y controvertida a partes iguales, significó el clímax de Skins como producto de ficción a nivel de propuesta narrativa (complejidad de personajes, incluida), de audiencia y como fenómeno de culto entre los fans. Mientras que en la tercera temporada la serie pulverizó estas tres facetas, la cuarta tiró por tierra cualquier avance en la forma de cohesionar las dinámicas de esos personajes, con el consecuente descontento general de los espectadores. Aprovechando el cambio de cast era el momento para que el equipo de jóvenes guionistas comandado por Jamie Brittain se redimiera de los errores y volvieran con la cara lavada. Lo consiguieron a medias.

Con respecto a la estructura de los capítulos y el tipo de interacción que se produce entre los chicos de Bristol, la quinta entrega se encuentra más cercana a la tercera temporada que a la primera como se suele apuntar. Principalmente, porque las dos últimas generaciones no parten de un grupo unido de amigos. En este sentido, el esquema de episodios monográficos no supone un reto narrativo en la primera generación como en las siguientes, es más, favorece a la trama coral porque se va del todo ya dado a las partes. Siempre es más fácil desmontar el puzzle pieza a pieza que montarlo. ¿Por qué pasa cuándo tienes que juntar ocho historias con muy poca conexión entre sí y menos capítulos para llevarla a cabo? Es ahí cuando el formato de Skins se resiente porque su naturaleza tiende a exlcuir aquello ajeno al mundo del protagonista de la semana. Por eso no tiene sentido incluir en el episodio dos, el de Rich, una escena de éste hablando con Liv o Mini sin que resulte forzado, pues ¿qué clase relación tienen esos personajes a esas alturas tan tempranas de la temporada? Ninguna.

La quinta tanda de capítulos incluso ha tenido el panorama más difícil que la tercera donde la trama era un continuo movimiento de unión y desunión entre grupillos orquestado por las constantes puñaladas que se daban entre ellos y, encima, contaban con Effy como ancla con la generación anterior. Como digo, el objetivo aquí era unir y, si bien existen elipsis molestas (todo el personaje de Nick a partir del capítulo 5), no llegan a los extremos de la cuarta entrega donde Thomas pasó del 'me echan del instituto', 'me pongo a correr' a 'me voy a Harvard aunque no den becas deportivas' en un sólo episodio. He aquí el primer frente superado por esta quinta temporada a pesar de las limitaciones de la estructura y de la historia que se quiere contar.

Pedir más escenas de grupo con unos personajes separados de entrada deja de tener sentido cuando el producto tiene un defecto de fábrica que lo hace incompatible con la satisfacción total de esas demandas. Una de dos: o se renuncia al esquema tan particular de los episodios, a unas de las marcas de indentidad de la serie como relato televisivo, para que se amolde a la construcción de una historia coral; o se asumen los inconvenientes del formato aplicado a la clase de tramas que se pretenden desarrollar en tan pocos episodios. Asociada a esta problemática de guión, se encuentra una cuestión no menos polémica como es la distribución del protagonismo de los capítulos, algo que parece que sigue sin entrarles en la mollera después del desbarajuste del año pasado: Matty se ha quedado sin su momento, ¡cuando él tío ha estado en el centro del huracán esta temporada! Y aquí no se puede achacar a la falta de previsión de que les iban a recortar el presupuesto y se vieron con más personajes que episodios.


"Glorious fucking headfuck thing"

Normalmente, tanto los agujeros de la trama como la falta de minutos para ciertos personajes se ven compensados con las extensiones crossmedia de la serie (webisodios, novelas...), que si no se les echa una ojeada luego dan lugar a expresiones como "sacado de la manga" cuando hay más allá que eso. La serie de televisión como producto cerrado no debería exigir el consumo de estos añadidos, que son parte de la historia general de la serie, pero esto no hace más que recalcar los hándicaps del molde sobre el que está escrita Skins. Y dado que este año ha habido menos dinero para gastar y no se han producido 'Unseens' (en su lugar se han creado twitters de personaje que no cumplen ni la mitad de las funciones de los webisodios y acaba de salir una novela anterior a los acontecimientos de esta entrega), la quinta temporada ha salido bastante airosa del paso salvo, como he venido diciendo, en la situación de los hermanos Levan, Matty y Nick, aunque éste último tuvo más suerte que la amiga Pandora en la cuarta y contó con un episodio para él solo antes de semiesfumarse.

Con esta atención en el retrato personalizado, en los personajes recae la responsabilidad de establecer el tono de la serie. Si esta temporada no se puede calificar de extrema es porque los personajes están en las antípodas de lo que hemos visto. Por decirlo de alguna forma, esta generación destaca por su equilibrio y sus problemas, aunque aderezados con algo de desmadre, se sienten todavía más pegados a la realidad. Las emociones a flor de piel del adolescente, que es la verdadera premisa de la serie en el fondo, están intactas. Claro que sigue habiendo drogas y sexo, pero el enfoque cambia por completo y en un movimiento muy antiSkins lo que antes parecía una atractivo escapismo para sus personajes ya no lo es tanto. Es más, da miedo. Para ejemplo, el de una Mini aterrorizada en su penosa primera vez en una escena durísima y desagradable de ver.

En general, por su normalidad los miembros de esta pandilla no despiertan pasiones encontradas, pero tampoco dejan indiferente. Falta un carácter fuerte o peculiar (al estilo de los Stonem, Cassie, Chris o Cook), o una relación épica (Emily y Naomi, para mí, los personajes mejor escritos de toda la serie, sobre todo, la segunda) pero, aún así no veo que Skins deba ser la esclava de un tipo de adolescente muy carismático. Con una temporada más introductoria que nunca y dedicada a unir a los ocho, todavía queda por ver quién lleva el timón. Mini, no obstante, tiene todas las papeletas para ello.

La joven McGuinness es la sorpresa de esta tanda de capítulos y, sin duda, el personaje más brillante gracias a buen desarrollo dramático combinado con una estupenda y sutil interpretación de Freya Mavor. La atracción de la supuesta 'bitch' Mini hacia Franky no se entiende sin las expresiones que aporta Mavor desde el primer capítulo, algo que sólo se hace obvio a partir del séptimo acto pero que ha estado ahí latente desde el inicio. Con algunos personajes Skins tiene la costumbre de jugar a Hansel y Gretel e ir arrojando migas de pan que una vez colectadas minimizan el shock sin que haya que leer demasiado entrelíneas. En eso, los openings de la serie tienen mucho que decir también ya son material spoiler si uno realmente repara en ellos. No se trata de la ficción más compleja del mundo, pero las supuestas decisiones "sacadas de la manga", cuando se ponen en retrospectiva, resulta que están más planificadas de lo que se piensa.

Franky, el personaje ambiguo y cuyas tribulaciones, en un desmentido del cliché, al final no tienen que ver con la orientación sexual (con su "I'm into people" apunta hacia la liga del Capitán Jack Harkness) se ha ido desinflando a pesar de la magnífica presentación. Durante gran parte de la temporada, ha sido víctima de uno de los vicios crónicos de la serie: los triángulos amorosos. Y me atrevo a decir que ha sido el peor llevado de todos, amago de trío aparte (WTF!). De verdad, ¿hay algo de construcción dramática en el romance Matty/Franky? El arco de Franky ha sido encontrar un lugar al que pertenecer y sentirse aceptada por los demás por lo que no sorprende su fascinación hacia Matty el primero que le dice algo bonito tras meses aguantando mierda. Todavía hay que ver qué tienen preparado para ella en la recámara porque la finale insinuó unos lugares muy oscuros en la mente de la moderna Fitzgerald.

Pero, ¿y Matty? ¿Cómo se entiende su juego entre Liv y Franky? Justificar sus acciones básándose en el misterio no es un argumento válido y, menos cuando se detecta un vacío brutal en el fondo del personaje. Si alguien necesita de su hora de gloria era él, porque a pesar de que su intervención en el capítulo de Nick era generosa, ahí se trataba de mostrar su faceta de hermano. De la otra cara, la de rompecorazones, la nada, o bueno sí, la mirada loca de Seb de Souza. Y ya.

Por todo esto, es por lo que considero que Alo, al menos en esta temporada, no es un personaje para llevar un episodio entero a sus espaldas a pesar del divertimento que aporta. No hubiera desentonado compartiendo capítulo con Rich, su mejor amigo y hermano en la práctica. De largo, el granjero pelirrojo tiene la subtrama menos exigente y cuando están disponibles siete episodios (el 'Everyone' queda fuera) invididuales para repartir entre ocho personajes hay que sacrificar por algún lado. Como ya dije, una pésima distribución de los minutos, aunque maquillada por las apariciones de otros personajes. Afortunadamente no se trata de otro 4x06 ('JJ') donde la sensación de capítulo tirado a la basura planea durante todo el tiempo de visionado.

Para echado a perder el desarrollo de Nick después de su episodio. Quizá por ello se trate de la adición menos orgánica al grupo de amigos que vimos en la finale, aunque el potencial cómico del personaje junto con Alo promete. Muy distinta a la imagen acartonada de estrella del equipo de rugby al principio de la serie, Nick ha acabado por revelarse como el bonachón perdedor y adorable. Por su parte, Liv ha ido dando tumbos durante toda la temporada en consonancia con la actitud impulsiva y salvaje de la chica, pero en contraste con Franky sí salió beneficiada de lo suyo con Matty, y si bien su reconciliación con Mini fue un tanto apresurada, acabé con una mejor opinión de ella.

Rich y Grace fueron la cara más amable de la temporada con su romance a lo Romeo y Julieta y su no-boda (menos mal) claramente fue un recurso juntar a los personajes en la finale. El uso de Shakespeare en Skins no es baladí, pues discutiendo Hamlet en una clase ya presagiaron la muerte de Freddie allá por el 3x05. Como todavía queda una temporada de drama por delante, no hay que descartar ninguna baja, aunque ya puestos a cambiar patrones, sería una novedad que nadie se viera borrado del mapa.

En definitiva, habrá que esperar a los próximos diez episodios (¿no había crisis? ) para ver hacia dónde se dirige esta recién formada pandilla. Datos de audiencia en mano, puede que estemos ante la última generación de Skins. La acogida de la quinta ha sido muy tibia y tras seis temporadas en antena, la serie habrá viajado por todos los mundos posibles, así que una retirada a tiempo no suena descabellada. Eso sí, la despedida no será para siempre hasta que no empiecen a rodar la condenada película de una vez.

No suelo dedicar posts, pero parte de esta parrafada se ha ido cociendo en horas de chat y risas con @Spidermarga, @citizenerased__ y @Gromix, así que ahí queda :)

martes, 22 de marzo de 2011

Orgullo y Prejuicio, un clásico como la novela

He vuelto a leer Orgullo y Prejuicio (Pride & Prejudice) de Jane Austen. Y digo leer porque ver la adaptación que hizo la BBC en 1995 con Colin Firth como Mr. Darcy, y Jennifer Ehle, en el papel de Elizabeth 'Lizzy' Bennet, no se puede describir de otra forma. Leer una miniserie de televisión, una experiencia sinestésica en cuanto a los medios porque la fidelidad a la novela es palpable incluso en los diálogos. Que los seis capítulos no me hayan durado ni una semana dice mucho del fevor con el que los he ido devorando, mucho más rápido de lo que tarda Lizzy en darse cuenta del partido que es Darcy.

El cuidadísimo diseño de producción que la BBC imprime a sus 'period dramas' y, en concreto, a sus adaptaciones de clásicos literarios no es una afirmación que se repite porque sí y para quedar bien. De momento sólo he visto Jane Eyre (2009), pero no hace falta mucho más para rendirse a la evidencia de que así se las gasta la corporación, atenta al último detalle de la porcelana para servir el té. Tanto esfuerzo por retratar con precisión de daguerrotipo atmósferas y sociedades tan particulares exige una inmersión completa en esos mundos. De lo contrario, la fidelidad a la época puede generar rechazo si nos aproximamos a estas series como lo haríamos con obras contemporáneas, sobre todo si, como se ha dicho, la forma de expresarse de los personajes no se ha adaptado a un lenguaje más moderno. Es un contrato de todo o nada.

Pero, irónicamente, lo que hace grande a esta adaptación de la obra de Austen, y por ende, al libro, es su resistencia al paso del tiempo, esa prueba que todo clásico inmortal supera una y otra vez. Las tribulaciones e intereses de cada personaje son tan reales que no cuesta ponerles cara hoy en día. Por supuesto, Orgullo y Prejuicio es la representación de la Inglaterra rural de principios del siglo XIX, una sociedad donde Lizzy iba unos pequeños pasos por delante con su franqueza y elocuencia, pero más allá están el resto de hermanas Bennet, a cada cada cual más diferente y rebelde en orden de mayor a menor. El eco cotidiano que resuena de esas miradas por encima del hombro de las mayores y discretas Jane y Lizzy a las menores y hormonales Kitty y Lydia , con una Mary que por ser la de en medio siempre pasa desapercibida.

La dinámica familiar de los Bennet, con esa señora Bennet histérica capaz de vender el alma de sus hijas con tal de verlas casadas con un rico, y de un padre que, cómo no, pasa de discutir con su mujer, sirve de contrapunto cómico y contrasta con el estoicismo romántico del orgulloso Darcy. Sus aires de ser superior deberían resultar antipáticos al margen de su amor por Lizzy, pero es imposible no conectar con él viendo el gallinero/Sálvame Deluxe en el que la señora Bennet y Lydia convierten las fiestas del pueblo. La obviedad de las intenciones y la vergüenza ajena son unas de las temáticas que explota la miniserie, y cómo afectan estas situaciones a la relación entre Jane y Mr. Bingley, y a la propia Lizzy.

En un ambiente donde lo que no se decía tenía tanta o más importancia que el discurso, las interpretaciones deben conseguir trasmitir esas pasiones con simples gestos y miradas, algo de lo que van sobrados un Firth y Ehle embriagadores. Los cambios de registro de Firth son tan sutiles que hay que fijarse en la forma en la que mira para darse cuenta de que Darcy ha bajado la guardia cuando Lizzy está en la misma habitación. No me extrañan los enamoramientos masivos desde hace 16 años ha venido provocando Firth en este papel, cuestiones físicas y de buen ver aparte. Incluso los secundarios como el verborreico Mr. Collins, las brujas de las hermanas de Bingley, o Mr. Wickham están encarnados con tino.

Como recuerda Felipe en Serieina, parte del rotundo éxito de esta adaptación reside en la mente pensante de Andrew Davies. Un guionista muy vintage, a la vista de su especialidad profesional, pero que gracias a su extraordinario trabajo con Orgullo y Prejuicio ha terminado por contagiarme la fiebre por las adaptaciones literarias. "Indeed".

domingo, 13 de marzo de 2011

Tres son multitud

Durante esta semana que ya termina, Moltisanti ha estado celebrando el tercer aniversario de su imprescindible Carrusel de series, y por estos lares hemos querido unirnos a la fiesta siguiendo su 'Meme del 3' seriéfilo:

1
. Con o sin orden de preferencia, y centrándonos por ahora en series americanas, ¿cuáles son tus 3 series favoritas "en emisión" y "finalizadas"?:
Mi tridente de finalizadas, sin ninguna duda, son Alias, Battlestar Galactica y Dawson's Creek. En emisión, de momento sólo una me quita el sueño, y ésa es The Good Wife.

2. ¿Qué 3 series inglesas recomendarías a todo el personal?
Skins, The IT Crowd y sé que la acabo de empezar, pero me está encantando, Pride and Prejudice. Un poco de transgresión, mala leche y drama de época 'made in' BBC no pueden faltar. Diría también Doctor Who, pero ya serían cuatro.

3. ¿Qué 3 cancelaciones de series nunca olvidarás?
No tengo mucha experiencia con series canceladas, pero la muerte de Kings hace un par de años no se supera.

4. ¿Eres capaz de dar de 1 a 3 curiosidades seriéfilas que pienses que sólo tú conoces?:
Yo y el resto de gente que leyó el artículo, y los que lo vivieron in situ, seguro, pero después de que se emitiera el capítulo de la cyberwoman en la primera tempraoda Torchwood, los fans de Doctor Who se dieron cuenta de que el capítulo entero tenía un error en el argumento. Preguntaron a los guionistas cómo podía ser que a la cyberwoman no la tragara el vórtice junto con el resto de los cybermen en la finale de la S2 de Doctor Who. Luego, los guionistas medio arreglaron el asunto con un post aclaratorio en la web oficial de Torchwood, explicando que la cyberwoman había sido construída con materiales del otro lado de la brecha, a diferencia de los cybermen por lo que a ella no le afectaba el efecto arrastre del vórtice.

5. Nombra 3 canciones que descubriste en una serie y que ahora forman parte de tu lista de favoritas:
Las series me han provisto de muchos temas, pero por dar nombres: 'Such Great Heights', de The Postal Service (Grey's Anatomy); 'Bad things', de Jace Everett (True Blood); y 'California', de Phantom Planet (The OC).

6. ¿Los 3 momentos friki-seriéfilos por antonomasia de tu vida?
Recibir el año viendo un capítulo de Alias en compañía de mi mejor amigo, que me banearan la IP en un foro de Dawson's Creek en una de esas encendidas batallas dialécticas entre fans de Pacey y fans de Dawson (no juzguéis, era una joven PJer :P), y el día que decidí abrir este blog.

7. ¿Qué 3 "openings" nunca saltas (o saltabas) al poner un capítulo?:
Batltlestar Galactica, pero porque dura menos de un minuto y contiene información, Weeds en la segunda temporada, porque eran camaleónicos, y Los Simpsons, por la misma razón. En general, soy de las que se los saltan aunque sean maravillas reconocidas. Ya sabéis, el ansia...

8. ¿Cuáles son las 3 últimas series que has visto en versión doblada?
House, Greys Anatomy, Desperate Housewives aunque después me pasé a la versión original.

9. ¿Qué series tienes originales en DVD o Blu-Ray?
Tengo las tres primeras de Alias y la primera de Smallville, que fue un regalo. La ministra Sinde podría emprender acciones legales contra mi persona, está claro.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Esposados a Florrick y compañía

Me parece que el mejor homenaje que se le puede a hacer a The Good Wife sería publicar una entrada en blanco. Casi dos temporadas después de su estreno, cualquier nueva palabra de alabanza será rápidamente enterrada en el olvido ante el continuo reto semántico al que nos expone el matrimonio King con su serie semana tras semana. Así que lo más probable es que este post lleno de escritura vacía se haya quedado corto para cuando Alicia Florrick y los suyos hayan regresado a la CBS en los próximos quince días, después de un pequeño hiato en las emisiones. Casi un mes de doloroso parón en el que te das cuenta de que tú, que crees tener un corazón con forma de Dalek, eres peor que esas parejas ultradependientes a las que tanto criticas, sólo que no es de tu otra mitad de la que estamos hablando, sino de una serie. ¿Demasiado patético? Sí, sólo The Good Wife es capaz de hacerte perder la dignidad de esa manera y que, encima, empieces a balbucear sinsentidos como sólo lo hace la voz en off de Meredith en casi todos los episodios de Grey's Anatomy. Pero, ¿qué tiene esta serie para hacer que alguien delire tanto? Fácil respuesta: te esposa a sus episodios. (Conciencia: - ¿Eso no suena un poco porno?, - ¡No! ¡Pretendía hacer un juego de palabras con el título de la serie en español y la adicción y ataduras que crea!; Conciencia: - Te lo dije, Charlie Sheen no es un modelo a seguir). Y aquí van las razones que harán que desees que la llave se pierda para siempre:

1) Personajes. Todos y cada uno de ellos son como los cimientos de un edificio; si quitas uno, el resto se cae. Nadie sobra, desde la íntegra Alicia hasta el odioso Blake Calamar, pasando por la genialidad críptica de Kalinda y los maquivélicos métodos de Mr. Eli Gold, o la risa de Diane Lockhart. Hasta recurrentes son sensacionales, como el abogado Louis Canning interpretado por Michael J. Fox; Owen, el hermano de Alicia, o cualquiera de los peculiares jueces (ese Abernathy vampirizado por Denis O' Hare) . Todos y cada uno de ellos tienen su razón de ser y hacen avanzar la trama. Eso, aparte de que posee un rasgo poco común para tratarse de una serie dirigida al público adulto: los personajes adolescentes no irritan ni están de decoración. Becca la trepa es un descubrimiento para la comedia en sus diálogos con Eli, y unida a Zach, el hijo de Alicia, forma un tándem muy peligroso.

2) Sólidas interpretaciones. Los grandes personajes necesariamente deben ir la mano de unos estupendos actores. Por ejemplo, la cantidad de matices que Juliana Margulies es capaz de añadir a Alicia, entre la contención y una súbita explosión de sinceridad, o las ya clásicas caras de póker y el tono de voz casi monotono de Archie Panjabi como Kalinda.

3) Temas de actualidad sin que parezcan pegotes en el guión. Los casos e historias de The Good Wife beben directamente de lo que sucede en el mundo de hoy. No en vano, el germen de esta ficción fue el escándalo de un político con más de una falda de por medio, pero los guiones continúan alimentándose de temas tan calientes como la censura informativa china, Facebook, el mal camino que toman las estrellas de Disney, el ascenso de las mujeres a la primera fila de la política, Obama, el aborto, la corrupción en el ejército estadounidense y los abusos de las farmacéuticas, entre otras muchas y complejas cuestiones que, en otras series se presentan de forma panfletaria y nada sutil. Que la serie pertenezca al género de abogados facilita la tarea, aunque eso no evita que la ambigüedad moral se cuele en las historias: los letrados del bufete Lockhart & Gardner no siempre salen de los tribunales con la certeza de que han defendido la causa correcta.



El momentazo de la temporada. Kalinda no se anda con chiquitas.

4) Tensión sexual no resuelta. Lo de Alicia y Will es un partido que empezó a jugarse hace mucho tiempo, y en el que Peter Florrick y Tammy Linata aka la no-novia de Will tienen todas las de perder. Los capítulos no dejan de torturarnos con una posible resolución que nunca llega, siempre pasa algo que deshace todo progreso hasta ese momento. Aún así, ese muro tiene que caer.

5) Giros argumentales. Las intrigas palaciegas del bufute son casi tan importantes como los casos o el binomio Will-Alicia. La entrada de Derrick Bond en la sociedad no ha hecho más que elevar el listón durante la segunda temporada, con conversaciones a puerta cerrada, miradas sospechosas y unos modus operandi un tanto gangstas. Se trata de una batalla a ver quién es el más fuerte de la jungla que, episodio a episodio, no ha dado tregua con golpes de última hora que volvían a poner en jaque tanto al enemigo como al espectador.

6) Es de la CBS. Decir "serie de la CBS" suele ser sinónimo de "no la veas", de poner en la mente del otro suficientes ideas (procedimentales, cadena de montaje...) para persuadirlo de que no pierda el tiempo. Pero no en este caso. Con más razón se debe recalcar de dónde viene The Good Wife para recordar su carácter único y excepcional en el contexto de una cadena enrocada en el inmovilismo creativo que permite el éxito de audiencia. Su planteamiento será clásico y poco innovador, sin embargo, ocurre como cuando llevas unos simples vaqueros que sientan de muerte: a veces no hacen falta demasiados artificios para resultar la más elegante del lugar.