
1) Los episodios pesados del principio no lo son tanto. Mucho se le achaca a Fringe la factura autoconclusiva de sus primeros compases y la sensación de no tener ninguna sustancia que dé razón a toda aquellas sucesión de hechos extraños y a aquellos personajes que están ahí para resolverlos. Un procedimental de ciencia ficción y historias paranormales era la definición más frecuente que se le daba, pero no podían estar más equivocados. Si bien los primeros episodios son una escolma de WTF que entretienen de manera desigual dependiendo el caso, alrededor del capítulo 12 la serie corrige su trayectoria y empieza a quitarse el corsé de la fórmula. Se explora a sí misma y a las posibilidades que ofrece el mundo ficticio en el que se desarrolla. En episodios como 'Ability' (1x14), 'Inner Child (1x15) y 'Bad Dreams' (1x17) y, sobre todo, 'The Road not Taken' (1x19) se ponen los cimientos para una sólida trama serializada que continua hasta la tercera temporada, pero que, curiosamente, es muy difícil de asimilar si no se ha pasado por la parte menos buena de la serie, en la que sobresale el cuarto episodio 'Arrival', donde se introduce la figura del Observador. Al fin y al cabo, en estos actos se nos presentan a cuentagotas todas las piezas argumentales y emocionales que intervienen en el puzzle.
2) Unos personajes que van a más. Aunque parezca lo contrario, Olivia Dunham (Anna Torv), la rubia agente especial del FBI, con su supuesta sosez y pose reservada, es de lo mejor de la serie. No estamos ante un personaje extremo construido o bien a base de misterio, sarcasmo o bien a base de una docilidad demasiado cándida, todos ellos caracteres a los que estamos bastante acostumbrados. Se trata de una heroína carente de estridencias que prefiere comerse ellas sola sus demonios, sin la necesidad de crearse una fachada para superarlos, lo cual la hace parecer muy vulnerable y real (no sufre poco la mujer, no). Todas sus energías, malas y buenas, las canaliza hacia su trabajo donde acaba por ganarse la confianza del duro agente especial Broyles (Lance Reddick), responsable de la división Fringe.
En el otro extremo está el doctor Walter Bishop (John Noble), un personaje del que al principio no dan más pistas que el del típico científico chalado. A mí, personalmente, tardo en ganarme porque el estereotipo me cargaba demasiado, pero con el paso de los capítulos y gracias también al giro que da la serie se descubre un personaje entrañable que expía puede sus errores como hombre de ciencia y como padre. Peter Bishop (Joshua Jackson), el hijo pródigo, de pasado más que turbio y reconvertido en colaborador

Otros personajes como Nina Sharp (Blair Brown), alta ejecutiva de la empresa de tecnología Massive Dynamics, y el mencionado Broyles arrojan sobre sí mismos la suficiente ambigüedad como sentirse intrigados por sus planes.
3) Preguntas con respuesta. Una vez que la serie se atreve a profundizar en el potencial de su propia mitología, encuentra la tecla para ofrecer una sinfonía de conceptos, como el cortexiphan, el Observador o el choque de realidades, que atrapan al espectador y lo guían a través de cliffhangers que sí desembocan en respuestas. Para cuando se alcanza la espectacular season finale de la primera temporada sólo se ha mostrado la punta de un iceberg del que todavía está por saber todas sus características, pero del que se han suministrado los suficientes datos para seguir estudiándolo con éxito. El azar, si existe en los guiones de Fringe, está muy bien disimulado.
4) John Noble y Anna Torv. Ambos actores australianos se hacen con sus personajes a la perfección. Además de una voz muy marcada, la cantidad de registros que Noble da a Walter es inmensa, y hace convincentes los súbitos y numerosos cambios de humor que experimenta el doctor. Por su parte, Torv se encarga de ir imprimiendo cambios sutiles en Olivia conforme el personaje interactúa con sus compañeros y se enfrenta a desafíos, en un papel muy alejado de aquellas adúltera de Mistresses.
5) Bad Robot de la vieja escuela. O lo que es lo mismo, un homenaje a la primera gran creación con la que factoría de J.J. volvió loca a su audiencia, cortes de pelo en Felicity, aparte: Alias. Roberto Orci y Alex Kurtzman, las otras dos mentes pensantes de Fringe, proceden de la cantera de guionistas del show de espías protagonizado por Jennifer Garner y no sorprende que algunos de los trazos de aquella ficción reaparezcan aquí de una forma completamente renovada en un contexto muy a lo Expediente X. Desde el primer minuto la intertextualidad entre ambas series es, pues, evidente para quien se ha empapado de Alias con anterioridad. Es un plus identificar motivos como la protagonista femenina, la premisa del prometido muerto y el resto de palos emocionales a lo que se ve sometida, las difíciles relaciones paterno-filiales y un peligro por encima del entendimiento humano, entre otras cuestiones que van apareciendo conforme avanzamos en Fringe.