jueves, 25 de febrero de 2010

God save the Geek

Que cueste acabar una serie no significa necesariamente que estemos haciendo de rodillas el Camino de Santiago. A veces, el punto final nunca llega por todo lo contrario: por puro disfrute que da escolofríos de sólo pensar que eso tiene fecha de caducidad. Encima, para añadir más tortura, cuando no se dispone de una cantidad aceptable de material, una debe sacar el máximo partido a temporadas raquíticas. "Lo bueno si breve...", ese refrán tan arraigado en la televisión británica con el que suelo comulgar, pero que se vuelve perverso si va unido a la incertidumbre de cuándo se estrenarán las continuaciones de ciertos productos como The IT Crowd (Channel 4), que protagoniza la entrada de hoy.

Moltisanti ya habló a finales del año pasado sobre la situación de esta comedia en una entrada algo premonitoria ya que, poco después, se anunció que este marzo empezará la grabación del cuarto volumen. ¡Por fin! Un año y medio de parón desde el estreno de la tercera temporada... y unos cuantos meses más de espera pues no se sabe aún cuándo se emitirán los nuevos episodios, que supongo serán seis, como de costumbre.

No estaría tan exaltada en mi queja si The IT Crowd no me hubiera arrancado las lágrimas de los ojos. Con los dramas lloro casi siempre, pero con las comedias me cuesta algo más. El secreto de lo que han conseguido en apenas 18 capítulos Jen, Roy y Moss, jefa y subordinados del departamento de Sistemas Informáticos de Industrias Reynholm, reside en cada elemento absurdo, corrosivo y escatológico que llena sus diálogos. La interacción entre una inepta de las nuevas tecnologías como Jen que debe mandar a dos pedazo de geeks como Roy y Moss (sobre todo éste, más del tipo nerd, qué personaje) marcha a toda vela y, lo mejor de todo, no pone etiquetas de villanos y sometidos.

Digo esto porque puede parecer que la jefa sea la mala de la película cuando, en realidad, los grandes momentos de la serie se dan cuando ella es el centro de las bromas de Roy y Moss a costa de su ignorancia. Sin destripar demasiado los gags sólo destacar el discurso de la tercera temporada hablando de las bondades de la 'caja de Internet' y las consecuencias de buscar Google en Google de la segunda. Tampoco hay que olvidar su obsesión por encontrar al hombre perfecto, que dio pie al que para mí es el episodio más completo y divertido de la serie, "The Work Outing" (2x01), que curiosamente no tiene lugar en el entorno de trabajo, sino en una función de un musical.

Sin contar con una trama que vive a lo largo de los capítulos, como en toda 'sitcom' , temporada a temporada, y entre chiste y chiste, vemos como va cambiando la relación entre los tres personajes. De un ambiente algo hostil, en el que Jen se considera una fracasada por acabar en el sótano de la empresa y Roy y Moss a la defensiva por la llegada de un nuevo miembro, al casi colegueo motivado por el hecho de que, a su manera, los tres son inadaptados dentro de la escala de poder de la empresa.


Y desde la presidencia de la compañía hay que hacer una mención obligada a los secundarios. Empiezo por padre e hijo: Denholm y Douglas Reynholm. Al primero sólo se le ve en la primera temporada, pero es un claro ejemplo de cómo hacer comedia a partir de un tipo arrogante y sin escrúpulos. Lo mismo ocurre con el segundo, un hortera salido (esa silla con forma de mano abierta de su despacho muy sutil, no es) y muy melodramático. ¿Qué más se puede esperar de alguien que se presenta diciendo "Faatheeerrrr!" con voz afectada en plan 'Jesucristo Superstar'? Pues descacharrarse.

Sin embargo, Douglas encuentra un rival de altura en lo que a sobreactuación se refiere: Richmond, el gótico. Escondido en una habitación paralela al departamento de Jen, Roy y Moss es una lástima que no haga muchas apariciones, porque sus pintas y voz atiplada en el original hacen todavía más memorables esos minomonólogos que recita mirando hacia cámara.



El nivel de las actuaciones contribuye a que funcionen los guiones. Cada uno de los personajes está interpretado por comediantes (quizá el más conocido de todos sea el irlandés Chris O' Dowd, Roy) que aportan un disparatado registro de gestos, caras, y una variedad de voces que convierten en delito verla doblada. Por ejemplo, Moss pierde gran parte de su encanto sin el tono robótico y nasalizado que le imprime Richard Ayoade. Una búsqueda en YouTube basta para comprobarlo.

De todas las temporadas emitidas, en la tercera, no encontré unos capítulos tan brillantes en conjunto como los que había visto antes, especialmente en el segundo sexteto de episodios, donde la serie alcanza su máximo. No obstante, el bajón se antoja irrosorio si lo comparamos a las depresiones de algunas 'sitcoms' americanas.

Se suele relacionar The IT Crowd con The Big Bang Theory, por la temática de los dos geeks y la chica "corriente", aunque en realidad ambas series están en galaxias y ligas distintas. Pero la semejanza funciona para recomendarla y de paso avisar de que, una vez vista la intro, el virus de la comedia británica no se puede eliminar del sistema operativo.

martes, 16 de febrero de 2010

La ABC busca drama shakesperiano


Una de las cosas que más me gustan de la 'midseason' es el goteo continuo de rumores y noticias sobre proyectos para la siguiente temporada televisiva. Apenas ha pasado un trimestre desde que se estrenaran las nuevas series que ya estamos pensando en otras. Normalmente, esto pasa porque las expectativas se han visto desfraudadas (cof!Flashforwardcof!) o la oferta se antoja poco atractiva, que suele ser lo más común en los últimos tiempos. Yo soy de las que piensa que todo está inventado y que sólo nos queda asistir a variaciones más o menos originales que nos hagan olvidarnos de la sensación de 'dejà vu'.

A primera vista, dudo de si será el caso de Matadors, un piloto con título de culebrón latino que la ABC ha encargado rodar y que siguiendo el renacido (¿ha estado muerto alguna vez?) interés por las series de abogados. Después del fin de Boston Legal, la cadena de Disney se ha quedado coja de picapleitos y, viendo las alabanzas que la CBS está recibiendo gracias a The Good Wife, nunca está de más subirse al carro.

Pero el Abecedario no sólo pretende llenar vacíos legales con este piloto. Recordemos también que con la cancelación el año pasado de Dirty Sexy Money no cuenta con ningún drama familiar de caché en su programación, y esto no se puede consentir dentro del hogar de acogida de sagas como los Ewing o los Carrington.

¿Y a quién han acudido los responsables de Matadors para unir piezas? A William Shakespeare. Al hombre cuyo fantasma dejaría en la ruina a organismos como la SGAE por todos los derechos de autor que le deberían a estas alturas (lo que tiene ser clásico, eres la repera, pero no aseguras rentas a la larga). Juliana entra a trabajar con su padre en la oficina del fiscal del distrito que está a tortazo limpio con una importante firma de abogados privada. Sin embargo, pronto sus aspiraciones serán puestas en jaque porque se enamora de Alex, letrado que trabaja en la firma rival y que resulta ser el hijo del fundador.

"Capuletos contra Montescos en una sala de juicios". Sin duda, éste podría haber sido el 'pitch' de presentación de la idea.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Dead Set, carnaza zombi en directo

Nunca he sido fan a muerte de Gran Hermano, salvo las dos primeras ediciones cuando aquello aún estaba lejos de convertirse en el sainete barato que al que podemos asistir todo el día en la programación de Telecinco. España se enganchó a un formato innovador que nos venía importado de Holanda y que actualmente huele a carne podrida, a pesar de que me diviertan algunas cosas. No sé si en Reino Unido ocurrirá lo mismo, pero está claro que están a años luz en ese deporte llamado autoparodia (el Gran Marciano de la primera edición no cuenta). En serio, ¿agitar el 'detrás de las cámaras' de Big Brother con zombis? Eso es Dead Set.

Las fronteras de realidad y ficción se funden en esta producción del canal E4 cuya duración total supera las dos horas y media. Cinco capitulillos trepidantes sobran para combinar metatelevisión con añadidos de documental, terror y humor a costa de muchas, muchas vísceras y sangre. En un planteamiento que puede recordar a películas como 28 días después, un brote desconocido infecta a todo el territorio, convirtiéndolo en una nación zombi (el término es impreciso porque zombis son los muertos que se levantan de la tumba, pero está generalizado) dejando a la casa de BB y sus concursantes aislados de verdad sin que nadie que les abra la puerta del confesionario. Bueno, casi nadie, porque para eso está la heroína de los cafés, Kelly (Jamie Winstone), a la que le ha caído un marrón de los que nunca le endiñó el insoportable jefe, Patrick (Andy Nyman).

Bajados de la nube por Kelly en una escena que da una bofetada a uno de los trucos utilizados por el programa real, el plan de escape sobrevuela las cabezas de todos los concursantes que quedan en la casa. Sin embargo, la nueva situación no consigue hacer olvidar al espectador que esta viendo BB a pesar de las cantidades de sangre y derivados que se va a encontrar. La caracterización y las dinámicas de los personajes remiten directamente al programa, por eso en Dead Set es fácil identificar algunos de los tipos humanos que protagonizan las historias del reality: la pareja empalagosa, el freak, el tipo duro, la rubia tonta, la chunga y la reinona, por ejemplo. Incluso Patrick no abandona su papel de 'súper' omnipotente y manipulador.

Por si esto no fuera suficiente para reforzar el envoltorio veraz de la miniserie, el show cuenta además con la participación de la auténtica presentadora del progama, Davina McCall, interpretándose a sí misma y a su versión zombi, algo que, en su momento, me hizo pensar en Mercedes Milá cargándose a fumadores empedernidos (y a Arturo, ya puestos) de esa guisa.

Dentro del género de terror, las historias de zombis/infectados son las que, a priori ofrecen menos margen de innovación debido propia psicología de estas criaturas, que, siendo honestos, no da para mucho. En este sentido, la miniserie no se aparta del camino antes transitado por infinidad de productos, desde el más cutre al más cuidado, desde el que se queda corto de sangre al que más suelta. Como diría un amigo con el que la vi, y que está mucho más puesto en estos temas que yo, quizá falte una explicación al origen del brote, pero a nivel visual Dead Set supera el aprobado. También da el entretenimiento que se espera de una ficción de este estilo. Siempre y cuando vayamos con el estómago vacío, claro.

lunes, 8 de febrero de 2010

Un año en la parrilla

Iba a escribir alegremente mis opiniones sobre Dead Set pero, cuando me dio por mirar el calendario del portátil, me puse blanca del susto. " No puede ser. ¿Tan rápido? ¿En serio?" Como ocurre en las parejas, hace un año decidí que ya bastaba de vivir 'arrejuntada' tanto tiempo con las series de televisión y que era hora de oficializar el asunto. Como muchas parejas también, fue una especie de hipoteca, la conexión a Internet, la que me animó a dar el paso final. A lo tonto, llevo ya 365 días con una alianza llamada blog en el dedo que yo pensaba que iba a tirar a las pocas semanas por falta de voluntad y hartazgo del fuerte olor a parrilla en toda la casa, sobre todo, cuando las series no son muy buenas...

Pero eso lo decía porque no pensaba que existiesen ciertas marcas de ambientadores. Ya sea leyendo o comentando, hacen que este lugar huela muy bien, así que les doy unas GRACIAS enormes por hacer que mi compromiso blogueril haya sobrevivido a su primer año después de 74 posts. Ya os lo digo. Asar con cierta regularidad cosas como True Blood, The Vampire Diaries, Grey's Anatomy, las declaraciones de un impresentable como Cliff Hanger, o simples desvaríos, necesita después una gran fragancia para compensar.

El mérito es todo vuestro, chicos, por las cosas que ha aprendido a lo largo de este año y por el placer de compartir una afición maravillosa como ésta.

martes, 2 de febrero de 2010

Caprica: Lo que termina, empieza

Me va a ser muy difícil escribir esta entrada sin quitarme el peso de cuatro apasionantes temporadas, así que no me sigo dando mal y me lanzo de lleno a dar la bienvenida a Caprica, diciéndole en plan señora vecina del mismo bloque: 'Ah, ¿tú eres la de Battlestar Galactica, no?' Sí, la nueva serie del canal SyFy es 'hija de', pero gracias a los dioses del Kobol, puedo decir, taza de té en mano y observando sus dos primeros episodios, que no tiene intención de echar a perder la herencia. Más le vale, porque la línea de sangre, humana y cylon, juega un papel central en esta historia.

Con Caprica descendemos hasta las raíces del árbol, a 58 años antes de la caída de las Doce Colonias, cuando una tostadora era sólo eso, la pequeña responsable de un rico desayuno, y cuando el futuro Comandante de la Estrella de Combate aún tenía voz de pito e iba de la mano de su padre. Cómo cambió el significado de la palabra para denominar a robotejos y, sobre todo, por qué éstos 'sienten' las cosas que sienten es de lo que van a hablarnos esta vez Ron Moore, David Eick y Jane Espenson. Atacan al origen del problema y lo sazonan con un drama de personajes, de pérdidas compartidas cuyo arranque recuerda un poco a la historia de Casper en el cine: Daniel Graystone (Eric Stoltz), genio multimillonario, desesperado por recuperar a su hija muerta. Pero la niña resulta ser más coquito de lo que nunca fue el fantasma; básicamente, Zoe Graystone (Alessandra Torresani) es la Eva que provoca el principio del fin en el paraíso colonial.

Dejar años de psicología cylon en manos de la mente prodigiosa (e influenciable) de una niñata de dieciséis años como Zoe es algo que no veía venir y, sinceramente, me parece un punto de partida interesante y arriesgado, y da buena cuenta de que la serie no pretende convertirse en un mero consuelo para los fans galácticos. Eso se nota incluso en la puesta en escena, pues en Caprica lo que prima es la luz y los espacios abiertos por encima de todo. Aunque sea para esconder las contradicciones de una sociedad que nos presentan como víctima de su propio acomodamiento.

La reflexión acerca de la moral y los límites del ser humano van a jugar un papel central en este drama, donde se pondrán a prueba los escrúpulos de Daniel y hasta qué escalón del infierno está dispuesto a bajar Joseph Adama (Esai Morales) con tal de paliar el dolor de la muerte de su mujer e hija, que viajaban en el mismo tren que la joven Graystone cuando explotó. También Amanda (Paula Malcomson) deberá hacer frente al terrible camino de conocer a su retoño, envuelta en un secta monoteísta, los Soldados del Único, antes de su muerte.

El fundamentalismo religioso nos remite a otro de los temas tratados de BSG, sólo que esta vez no se muestra sugerido, y alcanza la acción terrorista. En este sentido, me inquieta la evolución de la amiga de Zoe, Lacey (Magda Apanowicz), que en sus esfuerzos por superar la culpa de seguir viva, es presa fácil de las palabras de la hermana Clarice (Polly Walker), mentora espiritual de la difunta. Esta mujer me da miedo aunque, bien pensado, nada bueno puede salir de quien fuera Attia en Rome.

Intereses corporativistas, crimen organizado (el tío Sam Adama promete convertirse en todo un personaje si lo aprovechan), y más pinceladas de etnografía colonial se encuentran en la periferia de esta producción, a la que hay que dar tiempo para que engrase todas sus piezas y comience a responder preguntas. Esperemos que los números también le concedan margen suficiente.