miércoles, 28 de octubre de 2009

Skins cuelga una nueva orla


ADVERTENCIA: Para asistir a esta Skins Party debes haber hecho la ruta de la primera, segunda, y tercera temporadas. Sin ellas, la resaca de spoilers es mala, mala
.

Cada cierto tiempo, cuando estoy en mi ciudad, me planteo visitar mi antiguo instituto y, sobre todo, la estupenda biblioteca que alberga, con sus estanterías de madera oscura y su balconada. También me gustaría echarle un vistazo a las orlas de los pasillos para comprobar si los profesores siguen repitiendo foto, y escrutar mis pintas con 17 años. Horror, pero supongo que forma parte del encanto del I.E.S., un coleccionista de caras, pero con una cara propia que se mantiene igual aunque pasen los años. La forma en que el instituto salvaguarda su esencia y los dramas asociados a sus paredes es cuanto menos paradójica: el cambio, el relevo en las generaciones de alumnos. Es raro, pero así funciona. Y a los creadores de Skins no les tembló el pulso cuando, en la tercera temporada, se mostraron coherentes con esa realidad. La entendieron a la perfección y los que seguimos la serie salimos ganando.

Aunque se exageren muchas de las situaciones, lo que diferencia a esta producción británica del resto de ficciones 'teen' es el alto grado de verosimilitud que regala en cada uno capítulos, donde gran parte del mérito hay que otorgáselo al diseño del reparto. Curiosamente, Skins no necesitó grandes artificios para romper moldes, sólo utilizó algo tan simple y subestimado como el sentido común, y lo convirtió en su marca diferenciadora: contar única y exclusivamente con actores adolescentes (desconocidos, a ser posible) interpretando a jóvenes de 16 a 17 años, con un talento y sensibilidad inusuales en el género. Así, con esta premisa inamovible, no debe extrañar el cambio de personajes en la tercera tanda de diez episodios. Es más, se revelaba como necesario si Esley y Brittain querían mantener una de las principales señas de identidad de la serie junto con el sólido y atípico desarrollo de los personajes, basado en capítulos centrados en cada uno de ellos, como si de un estudio monográfico se tratara.

Ambas piedras angulares, reparto y personajes, dependen íntimamente la una de la otra y no se pueden analizar por separado. De nada sirve que nos pongan a jóvenes actuando medio bien si sus papeles son planos, o, peor aún, chicos que no saben actuar y encima sus roles no tienen matices. Éste es el caso de Física o Química, que, en la actual temporada se ha permitido plagiar alguna que otra secuencia de nuestros amigos de Bristol. En fin.

He de reconocer que tenía mis dudas respecto a si la nueva pandilla iba a estar a las altura de la primera generación, en la que Cassie, Sid y Chris acapararon merecidamente todas mis atenciones. Pronto esas dudas se disiparon, aunque ha sido ahora cuando he encontrado por primera vez a un personaje que me cuesta mucho soportar y ése no es otro que Cook, que si bien comparte con Chris su amor por la fiesta, carece de ese fondo de buen pícaro del que hacía gala Chris, llevándolo todo hacia derroteros más salvajes y extremos. En este sentido, los padres vuelven a presentarse como los principales responsables del estilo de vida de los hijos, ya sea por su propio egoísmo o su profunda idiotez mental, lo que suaviza en parte mi opinión sobre Cook tras ver al elemento que tiene por padre.

Con todo sus excesos y falta de escrúpulos, este macarrilla tatuado ha sido el generador de conflictos y el motor de la trama principal de esta temporada, que gira alredor de un doble triángulo. Por un lado, el formado por él mismo y sus dos amigos de toda la vida: el adorable mago y socialmente inepto J.J., el 'skater' fumado Freddie; y por otro, el que forma con Freddie y Effy, la retorcida y observadora hermana de Tony que ya conocemos. Los retos a los que se enfrenta la amistad cuando llega una intrusa a romper la paz, los esfuerzos por mantenerla y, sobre todo, la lucha de J.J. por hacerse respetar un poco ante sus dos amigos fueron los temas en los que pivotó este último año de Skins, aunque, a decir verdad, el protagonismo 'real' de la serie estuvo en la acera de enfrente, como veremos.

Ya la anterior generación Sid, Cassie y Chris robaron las camáras a los que parecían los reyes del mambo, Tony y Michelle, pero aún así se apreciaba una cierta unidad en la pandilla, especialmente en la primera temporada. La dinámica cambió en el segundo año, en el que se profundizó más en la pintura de los personajes debido al giro dramático que tomó la historia. Y, ahora, en la tercera se ha logrado un cierto equilibrio en la presentación de los chicos que también responde a un balance entre desenfreno, drogas y lágrimas.

Aparte de los llamados Tres Mosqueteros y la 'extraña pareja' de Effy y la alucinada Pandora no hay una relación previa de amistad entre los componentes de la pandilla, como en el caso de la anterior generación, ni se ha formado un sentimiento de grupo a lo largo de la temporada. Esto ha permitido que los personajes no pasen desapercibidos en su primer año como ocurrió con Anwar y Maxxie, de los que me atrevería a decir que son los menos desarrollados de toda la serie, incluso Jal tuvo más protagonismo. De esta forma, las gemelas Katie y Emily, Naomi, la misma Pandora y Thomas, que introdujo una subtrama sobre la inmigración (él es del Congo), se aseguraron sus minutos significativos, aunque con resultados dispares entre ellos.

Y digo dispares porque Emily y Naomi han dinamitado el sentido en el que fue concebida esta temporada. Se comen a Effy, Freddie y Cook, cuyo triángulo literalmente palidece ante la historia de descubrimiento y aceptación de la homosexualidad que protagonizan las dos chicas. Si bien Skins nunca fue ajena a los personajes gays (ahí está Maxxie) ésta es la primera vez que la serie se lanza de lleno a contar una relación, y resulta curioso que de todas las parejas de la serie sea ésta la única que ha seguido una evolución más o menos corriente, ya que no es un dúo disfuncional como Sid y Cassie, y ninguna de las dos tiene la mente pérfida, aunque muy lúcida dependiendo del qué, de Effy para jugar entre dos aguas (Freddie, ¡actúa, haz algo!). Tampoco hay momentos de cuernos propiamente dichos, como en el caso de Tony y Michelle, o Chris y Jal.

Si quitamos lo gay, se queda en algo tan universal como el miedo a querer y a sentirse querido, y el sufrimiento por no conseguir lo que uno quiere, que es lo que le ocurre a la independiente y algo huraña Naomi y la, en apariencia, frágil Emily, respectivamente. ¿Quién no ha pasado por ahí? En esa identificación con la historia, por encima de las identidades sexuales, es donde radica la buena acogida a esta pareja, además de en la sensibilidad y el buen gusto con el que su trama se refleja en el guión.

La parte que le toca a la otra gemela, Katie, es menos benevolente. El personaje está hecho para ser odiado, porque por encima de los padres, es la barrera que no acepta a su hermana Emily tal y como es. Uno de los aciertos de la temporada, en mi opinión, ha sido ver la dinámica entre las dos gemelas y el estatus de poder que la mayor, Katie, tiene sobre la menor, Emily, y como ésta poco a poco va reclamando su lugar como persona en las mismas condiciones que su hermana. Asimismo, Katie, la gemela 'mala', mucho más extrovertida y "siempre con novio desde los siete años", al final se da cuenta de que sólo tiene a su hermana.

Esta posición de debilidad y de incomprensión de Emily nos lleva a otro de los lazos que se ha formado en estos episodios que no es otro que la amistad entre ella y J.J. El capítulo en el que se ayudan el uno al otro a superar sus problemas me pareció uno de los mejores, y rompió un poco con la tónica de utilizar una cuidada selección de música actual (otro sello Skins que se precie) para servirnos una cuidada selección de música clásica a cargo de mi compositor favorito, Claude Debussy. El halo infantil que desprenden sus partituras más famosas le va que ni pintado al episodio, al fin y al cabo J.J. es como un niño grande y, ¡oh, sorpresa! su madre es normal. Estoy deseando ver cómo continúa creciendo el personaje en la próxima temporada y va haciendo frente a lo que parece un principio de autismo.

Con vistas a la cuarta temporada, espero que Pandora y Thomas tengan un poco más de peso, ya que sus personajes se han ido desinflando una vez hemos visto sus episodios de presentación, y que a Freddie nos lo despierten de su letargo, por favor, aunque entiendo algunas de sus acciones. Por otra parte, también deseo que superen la bicefalia que sale a relucir en los dos últimos capítulos. Esto ha dado lugar a una season finale muy desangelada en comparación con el explosivo final de los 45 minutos anteriores, quizá debido a lo que ya hemos comentado sobre la poca interacción que ha habido entre la pandilla más allá de las fiestas conjuntas, y el surgimiento de una trama secundaria con más gancho que la principal.

En líneas generales, la nueva hornada de jóvenes presenta unos personajes, en su mayoría, más equilibrados desde el inicio, quizá sin una caracterización tan, tan marcada como los de la primera generación, pero por ello con más posibilidades de que los cambios se den de una manera más sostenida y menos evidente. Imposible decidirse por una de las dos cuadrillas.

Veremos en los próximos ocho episodios. Ya falta menos para enero.

viernes, 23 de octubre de 2009

¿Fue un plan lo bastante Cavilado?

AVISO AL OSADO: Los spoilers de esta entrada probablemente te disuadan de ver Battlestar Galactica: The Plan

Espero no crear una marabunta si afirmo que Battlestar Galactica: The Plan en algunos momentos pareció una película de humor. Puede que las circunstancias del visionado, en compañía y con comida alrededor tuvieran algo que ver, pero lo dudo mucho. Lo que se suponía como una crónica de cómo los cylons orquestaron el plan para exterminar a la raza humana, se quedó en ¿Cavil echando la bronca a sus esbirros zoquetes? Las expectativas me traicionaron esta vez.

La sensación de pastiche o collage en la TV movie ¿dirigida? por Edward James Olmos está presente de principio a fin. La yuxtaposición de imágenes de la miniserie rodada en 2003 con otras grabadas para la ocasión canta demasiado, sobre todo, en el caso del Chief Tyrol. Aaron Douglas, el actor que lo intepreta, ha cogido bastantes kilos en todo este tiempo, y eso se tiene que notar por algún lado. Seis años son seis años, se mire por donde se mire. Sé que se trata de un ejemplo un tanto frívolo, pero es la prueba más gráfica que he podido encontrar para sostener que la película parece el resultado de una práctica intensa con el Avid o cualquier otro programa de edición.

Aunque el film tiene detalles interesantes como los duros comienzos de la guerrilla capriana liderada por Samuel Anders (Michael Trucco), el resto, e incido en ello, es puro Cavil transformado en Gargamel dando collejas a su gato, porque le salió mal la última artimaña para acabar con los pitufos. Saber que El plan del que se nos hablaba al inicio de cada episodio de la serie, es una idea de bombero ideada sobre la marcha, y hace que esas frases ("Los cylon fueron creados por el hombre...") pierdan toda su fuerza y relevancia.

The Plan se limita a ser un detrás de las escenas un tanto cómicas (la Six prostituta colocándose una peluca platino de cualquier manera...) de cosas que ya hemos visto en la serie. No aporta nada nuevo, y lo que es peor, de plan sólo tiene el nombre. Como fan, quería ver cómo se gestó todo el ataque a las colonias, cómo los 'hijos' de los Cinco Últimos deciden romper una tregua de cuarenta años, y no el flashforward de las dos primeras temporadas visto desde otro punto de vista que se nos ofrece en la película. En ella, simplemente vemos lo que tuvo que pensar Cavil para acabar con algo que no había previsto en el ataque: la supervivencia de una flota humana en el espacio.



A propósito de los Cincos Últimos, su protagonismo es nulo, con la dudosa excepción del Chief. En su lugar, el peso del drama recae en una de las versiones Number Four, que viene a ser el equivalente en masculino de los sentimientos que Six y Boomer sienten hacia los humanos. De entre todos los cylons, la personalidad de la 'tostadora' negra es la más desconocida para el gran público, pero la forma en la que se nos muestra se ve engullida por el conjunto, flojo y sin ninguna gana de sorprender al espectador. Bueno, sí que sorprende: ¡¿dónde estaba D'Anna?!

En definitiva, estamos ante un producto diseñado a conciencia para el olvido. Desde luego, no provocará que alguien se de con la mano en la frente si piensa que ha visto todo sobre Battlestar Galactica. Al menos, en Razor sí vimos algo un poco diferente.

jueves, 15 de octubre de 2009

Corrigiendo errores

Todos los años, cuando empieza la temporada de series, los aficionados sacamos al técnico de recursos humanos que llevamos dentro y, CVs en mano, hacemos nuestra particular selección de personal. Últimamente hay tal volumen de candidatos, que a algunos no nos queda más remedio que pasar de las dinámicas de grupo y los encuentros tramposos a coger los currícula, apelar a nuestra intuición y jugar al basket. Así, luego pasa lo que pasa por guiarnos por tan exhaustivo método: cegados por la foto del currículum de tal serie, condenamos a la papelera a otras que exhiben un peinado espantoso, pero que saben hacerte pasar un buen rato de buena televisión. Menos mal que sólo estaba de pruebas y el error de contratar a Three Rivers antes de que a The Good Wife no costará un céntimo a la empresa.

Ambas series procedimentales de la CBS no pueden ser más diferentes tanto en temática como en la forma en que ejecutan sus posibilidades. Three Rivers es un drama médico sobre los transplantes de órganos vistos desde la triple perspectiva de pacientes, donantes y doctores. Y ya está. Una premisa interesante, que es lo que más me llamó de la serie en un principio, se queda en lo meramente formal y decorativo de sus transparentes pantallas táctiles, y no logra transmitir lo que se le pide al género de las batas: calor humano. Cada órgano de la serie, bien sea la realización, actuación o historia, va cada uno por su lado, y así es muy difícil conseguir un cuerpo con vida.

El batacazo que se ha pegado en audiencias anuncia cancelación y paro para el siempre atractivísimo Alex O'Loughlin, o la eterna Shane de The L Word, Kate Moennig, que poco pueden hacer con el pobre material que les brinda el guión. Esperaba que los cambios a los que se vio sometida la producción fueran para mejorar la serie, pero me equivoqué.

Por su parte, The Good Wife se está revelando como el auténtico 'underdog' del año. Un drama legal protagonizado por la ex enfermera de E.R., Julianna Margulies, en un papel que perfectamente podría estar diseñado para el canal Lifetime (mujer cuarentona y cornuda, con marido político corrupto en la cárcel, suegra, y dos hijos que criar... ¡uf!) y que tufa a vieja escuela abogacil por doquier. Inspirado en el escándalo del ex gobernador de NY, Eliot Spitzer, sólo le faltaría estar producido por David E. Kelley y ya tendríamos el síntoma que nos falta para completar el cuadro. Pero no, dejando de lado que los hermanos Scott colaboran como produtores ejecutivos, si cortamos la maraña de clichés, veremos un personaje femenino prometedor con una profundidad dramática que transciende los casos de la semana.

Al contrario que los médicos de Pittsburgh, Margulies sí tiene material con el que lucirse y el resultado engrandece a la protagonista, Alicia Florrick, que debe engrasar sus habilidades como asociada novata de un bufete tras años siendo una mujer de su casa. Además, esa dupla que forma con su ayudante, la investigadora Kalinda (Archie Panjabi), tiene pinta de darnos buenos puntos cómicos debido al diferente carácter de las dos mujeres, una más apocada y, por qué no, con métodos 'de madre', y la otra más agresiva y directa. Tampoco podemos olvidar a la suegra, Jackie, intrepretada por Mary Beth Piel, la 'Grams' de Jen en Dawson's Creek.

La serie en sí no aporta nada a nivel visual o narrativo que no hayamos visto en otro producto del género, aunque se nota el oficio detrás de la realización, impoluta. Y si además a eso le unimos el potencial de su personaje protagonista, que puede hacer escorar el conjunto hacia el drama familiar, la etiqueta de procedimental no sirve para espantar a los que están hartos del formato.

domingo, 11 de octubre de 2009

Desenterrar para seguir viviendo (Six Feet Under 3)

A medida que crecemos una de las mayores lecciones que aprendemos (y que nos han transmitido alguna vez nuestras abuelas mientras las ayudábamos a pelar patatas) es que la vida no nos da siempre lo que queremos. Ya se trate de personas, situaciones ideales, o trabajos, nos topamos con barreras que nos alejan del objetivo a la vez que nos inunda cierto sentimiento de insatisfacción. En esos casos, lo mejor es enfrentarse a esos hechos y pasar página con optimismo. Sin embargo, algunas personas, como los Fisher, hacen todo lo contrario, y meten todos esos sinsabores en un ataúd A dos metros bajo tierra a riesgo de llevarse un buen susto si a esas frustraciones les da por sacar la mano por encima del pavimento.

En la tercera temporada de la serie, la familia funeraria por excelencia sigue, por un lado, dando pasos de gigante contra la incomunicación entre sus propios miembros pero, por otro, se convierte en víctima de esos fantamas de la decepciones vitales que pueden aterrar a cualquier ser humano. Alan Ball ha tensado la cuerda del drama y no ha dudado en rodear a Nate con ella, hasta llevarle al límite de sus fuerzas, primero, fingiendo que es feliz conviviendo en familia con una mujer a la que no quiere (Lisa, la madre de su hija) y, después, desesperándose y sintiéndose culpable por todo lo que pasa.

Por el camino, el hijo mayor del clan interpretado por Peter Krause se nos muestra por momentos intransigente, egoísta e incapaz de 'apechugar' con su nueva realidad, como un adolescente al que le entra una pataleta, pero que tampoco arregla nada, ya que continua dentro de un matrimonio que es fallido a todas luces, aunque luego se autoconvenza de que no es así. Conociendo al personaje, para nada imaginé que tras la intervención quirúrgica me iba a encontrar con un Nate casado 'de penalti', y menos, tan sobrepasado por las circunstancias. Soportarlo a él y a la histérica de Lisa en esta temporada ha sido todo una experiencia. Parece que Ball ha querido aplicarle a Fisher Jr. el cuento de que 'hay algunos que aprenden a leches'. Y tanto, para delicia de los que somos del 'team Chenowith' y de las segundas oportunidades.

A pesar de que estos trece capítulos se hayan centrado en machacar a Nate, y la primera parte de la temporada se haga cuesta arriba, lo más sorprendente ha sido comprobar que el realismo de todas las emociones que desfilan por la serie sigue intacto. Los personajes continuan su evolución particular y, a su manera, van desencorsetándose poco a poco y haciendo frente a tabúes y problemas enterrados. David y su novio Keith nos han brindado los mejores momentos de la temporada, descubriendo juntos la manera de superar los ataques de agresividad del ex policía y los asuntos pendientes con su padre, así como la falta de expresividad de Fisher, que estaban minando su relación. Por algo, cuatro años después del final de la serie, siguen siendo el mejor retrato de una pareja homosexual de hombres que ha dado la televisión. Honesta y alejada del estereotipo.

Desde que murió Nathaniel Sr., Ruth ha intentado revivir la 'juventud perdida' tras su matrimonio con más o menos fortuna, pero esta temporada verla divertirse con Bettina (Kathy Bates) e ilusionarse al lado de Arthur, el friki ayudante de la funeraria, para después casarse con George ha sido mucho para el cuerpo. Nunca sabemos por dónde va a salir este personaje, y ese toque naïf que aporta Frances Conroy con su interpretación la hace absolutamente adorable. Sus conversaciones con la otra pelirroja de la familia, Claire, siempre llegan en el momento justo y, aunque no sean precisamente charlas 'a corazón abierto' suponen un cobijo para los quebraderos de cabeza de su hija. Porque si Nate es el eterno insatisfecho, la pobre Claire tiene un ojo clínico para las relaciones problemáticas.

La confesión que le hace su hermano David mientras ambos están recibiendo a los asistentes a un funeral vuelve a demostrar que hay que estar atentos a cada una de las escenas de Six Feet Under. Por muy anodinas que parezcan, están cargadas de un contenido significativo que puede aflorar de un momento a otro. El gusto por los pequeños detalles y el diálogo cotidiano y profundo son el vehículo sobre el que se mueven todas esas emociones que los Fisher aún tienen que desenterrar antes de descansar en paz. Han progresado bastante en tres temporadas, ¿serán capaces de ofrecer aún más en las dos que quedan?

miércoles, 7 de octubre de 2009

Ciento treinta y siete segundos en la bola de cristal


Si lees esto sin haber visto algo de FlashForward, te desmayarás y verás un futuro lleno de spoilers.


Si las videntes no quieren que sus negocios fracasen, deberán aprender a desmayarse a placer y predecir el futuro con más precisión que las cartas del Tarot o los posos del té. El plato fuerte de la ABC para la actual temporada, FlashForward, ha demostrado en los dos capítulos que lleva emitidos que un desvanecimiento puede ser la respuesta a preguntas típicas como "¿qué será de mi vida dentro de un tiempo?" o "¿habré conseguido lo que me propongo?", y lo consigue empujando al subconsciente de cada habitante de la Tierra a presenciar, durante 2 minutos y 17 segundos, hechos que ocurrirán un día concreto dentro de seis meses. El 29 de abril de 2010.

Con esta premisa arranca la serie que está llamada a ser 'la definitiva' heredera de Lost, si hacemos caso del murmullo que ha generado en los medios desde principios de año. Palabras mayores que yo prefiero tomar con cautela porque a pesar de haber enseñado unas credenciales más que dignas en sus dos primeros episodios, la superficie de FlashForward está muy fresca todavía para pegarle tamaña etiqueta. La serie que David S. Goyer (Batman Begins y secuela) y Brannon Braga (Star Trek) presentan a partir de la novela homónima del canadiense Robert J. Sawyer nace en un contexto totalmente distinto que el producto de Abrams, Cuse y Lindelof. Es más, me atrevería a decir que surge en un contexto posible en gran parte gracias a la irrupción de Lost en el panorama televisivo (que haya perdido fe en los 'losties' no les quita méritos) y, en ese sentido, no se puede hablar aún de que aquí se esté preparando una pequeña revolución.

Pero a nivel formal, y ya acabo con las comparaciones, si de algo es deudora FlashForward de la isla, es de la espectacularidad con la que se abre la serie y de su reparto coral. Una secuencia impactante con la que dejar boquiabierto al espectador del mismo modo que aquel Oceanic 815 estrellado en la arena. Los Ángeles colapsado por un desmayo de consecuencias globales y una población mundial desconcertada por lo que ha podido ver, cosas buenas y malas. En 45 minutos de intenso piloto, se nos deja ver las visiones de unos cuantos personajes, entre los que se encuentra Mark Benford (Joseph Fiennes), un agente del FBI con problemas con la bebida, en el que parece recaer el pulso narrativo de la trama, ya que con él comienza la investigación del suceso.

En el primer capítulo vemos los 'flashforward' y los no, de prácticamente todos los personajes principales, por lo que la novedad estará en ir descubriendo las piezas que faltan del resto del mundo, de ahí que la serie se preste a ser un desfile de caras con una historia que añadir al mosaico, como se ha podido ver en el segundo episodio con el testimonio de la pastelera. El drama personal lo ponen los principales, mientras que los secundarios tendrían la función de hacer avanzar la historia. Es sólo una suposición, porque ya sabemos de qué van las visiones más importantes, a menos que tengan un as en la manga oculto que no nos hayan enseñado. Espero que sepan encontrar el equilibrio y que no machaquen demasiado con constantes alusiones gráficas a los 'flashforward' como en el caso de Benford.

Mientras disfrutaba del segundo capítulo en compañía de unos amigos, tuvimos una pequeña discusión acerca del agente del FBI y de las motivaciones de ocultarle a su mujer, Olivia (Sonya Walger) su recaída en la bebida cuando ella le ha sido sincera sobre su posible futuro con otro hombre. Resumiendo: no congenié mucho con Mark, aunque eso lo achaco quizás a la poca fuerza de Fiennes a la hora de interpretar el papel. Por el contrario, Demetri (John Cho) y la pequeña Charlie son los personajes que más me intrigan por ahora; el primero, por el trágico final al que parece destinado, y la segunda, por todo lo que no nos ha contado.

Por la sensación de cuenta atrás que va a unida al argumento de la serie, de tener la oportunidad de cambiar un futuro nada alentador antes de la fecha de caducidad, veo muy difícil la manera de justificar una segunda temporada. Con una media de 11 millones de espectadores, tiene todas las papeletas para hacerse con un puesto estable en la parrilla de la ABC, aunque esperemos que no a costa de inventarse tramas inusitadas propias de adivina de cadena local a medianoche. Ése es el peligro y el reto al que deben hacer frente los guionistas en los episodios que están por venir.

domingo, 4 de octubre de 2009

¿Viene J.J. a revitalizar la NBC?

Tras el anuncio oficial de que la NBC finalmente se ha quedado con el guión del nuevo drama de espías que J.J. Abrams ha escrito junto con Josh Reims, el niño mimado de la industria está sólo a un paso de completar, como si del Grand Slam de tenis se tratase, el 'Big Four', puesto que, de entre las cuatros grandes cadenas, sólo la CBS no ha caído aún en sus encantos.

En el artículo que publica THR sobre la noticia, se destaca que no es la primera vez que Abrams pone un libreto suyo a expensas del libre mercado para que las 'networks' se peleen cuales novias por un pretendiente. Así, en 2007, FOX se llevó el gato al agua con Fringe, con la que la productora de J.J., Bad Robot, asociada a WBTV, consiguió un 'series commitment' (un compromiso de grabar una temporada completa). Pese a que actualmente la segunda temporada de la serie ha aterrizado en parrilla con unos discretos datos de audiencia, este drama de ciencia-ficción fue una de las grandes sorpresas de la temporada pasada.

Bad Robot es en estos momentos un valor seguro dentro de la industria, y los pavos reales de la NBC Universal se han quedado con la copla después de un año para el olvido, que se saldó en julio con la salida de Ben Silverman al frente del departamento de Entretenimiento para Televisión. Su sustituto, Jeff Gaspin, tiene ahora la tarea de devolver el prestigio a la ficción de la cadena. Además de hacerse con el proyecto de Abrams, se ha encargado de ordenar un recorte en una de las novedades para este año, Day One, que finalmente será miniserie por el miedo a que haga tan bien su papel de nueva Jericho que no pase de la primera temporada.

Por lo que se sabe, el guión del drama de espías de J.J. y Reims (que ya trabajó con Abrams en Felicity) lleva parejo un 'pilot commitment', es decir, si la NBC decide no producir el piloto, tendrá que abrir la billetera e indemnizar a Bad Robot y a WBTV. El argumento recuerda mucho al de Sr. y Sra. Smith, a lo que hay que unir la experiencia de Bad Robot en el género de agentes secretos con problemas familiares que vimos en Alias, donde también se jugaba la carta de 'lo desconocido' con la trama de Rambaldi. Con tan pocos detalles, no se puede decir nada más, aunque el proyecto parece tan 'dejà vu' como alguno de los nuevos estrenos de la cadena para esta nueva temporada. La premisa, en principio, está lejos de ofrecer algo medianamente rompedor como lo fue en día la agonizante Heroes.

Sea lo que sea, viendo la necesidad de éxitos en Peacock, habrá que estar atentos al desarrollo de la idea y de si se le da luz verde como serie. El márketing de Abrams ya lo tienen; ahora, a ver en qué resulta lo que ya podemos considerar como primer gran movimiento de Gaspin con vistas a la temporada 2010/11. ¿Adivináis cuál puede ser el siguiente?