domingo, 29 de mayo de 2011

Las consecuencias del 'game changer'

Si lees esta entrada plagada de spoilers de la séptima temporada de Grey's Anatomy, creéme que tampoco sufrirás infartos. Podrás vivir perfectamente.

Después de la que montó el año pasado, poco se le podía exigir a Shonda Rhimes más que mantuviera a Grey's Anatomy en la espiral de excesos y drama loco en la que había instalado a su serie. Esta séptima temporada ha ofrecido algo de eso, pero en general le ha faltado 'punch', con episodios (salvo excepciones) nada estimulantes y, lo que es más grave, con una sala de descanso con menos tránsito que un páramo fantasma. Y esto es una situación grave dentro de las paredes del Seattle Grace-Mercy West Hospital.

El espectador habitual de Grey's se había acostumbrado a añadir líneas a su propio cuadro de relaciones año tras año, pero es que ni en ese frente la serie ha dado de sí. ¿El 'game changer' significaba un descenso de la actividad extramédica del lugar? Porque para que Sloan se mantenga cuasi célibe, es la única opción posible. Los 22 episodios que componen esta entrega se abrieron curando las heridas de la sangrienta season finale anterior, presentando unos personajes que pedían a gritos unos antidepresivos.

Y he aquí el primero de los cambios porque, si en un mundo normal, sería Meredith quien pidiera pastillas, el sambenito le cayó a Yang y Avery. Una con miedo a operar, y accediendo a casarse con Owen y el otro con la confianza por los suelos también. Meredith se dedicaba a intentar quedarse embarazada de Derek y a trabajar en un ensayo sobre el Alzheimer, mientras que su hermana, Lexie, parecía que se había pasado con el café (o con otras sustancias, a saber) de tan acelerada que iba, más de lo normal. April seguía siendo April acercándose a Bizcochito... digo el doctor pediatra Stark, mientras que Alex curaba sus heridas de guerra y concentrándose en salvar a niños y Bailey se daba una alegría al cuerpo con el enfermero. ¿Alguien se acuerda de Teddy y el Chief?

Todo el mundo sabe que la felicidad en Shondaland dura menos que lo que le dura una serie a Christopher Gorham en antena, así que a pesar de que Callie y Arizona se las prometían muy contentas... Nanay de la china. Es más, fueron objeto central de todas las tramas habidas y por haber en una misma temporada. Que levante la mano a quien le haya pasado más cosas a estas dos en este tiempo: Arizona se fue a África, entremedias Callie se acostó con Sloan para consolarse mutuamente por sus fracasos, por supuesto no puedes acostarte con nadie sin que haya regalo, Arizona vuelve rogando a Callie, que le da el regalo de bienvenida, y se reconcilian. Pero, claro, como el equipo de Mama Rhimes tiene que demostrar que a progre no le gana nadie, y dado que a Sloan había que darle algo que hacer porque Lexie pasaba de él con razón lo plantan de padre presente de la criatura, con un instinto paternal desatado después de que él mismo dejara ir a su propia hija y a su nieto.

Sloan solía ser unos de mis personaje favoritos de la serie, pero se lo han ido cargando a base de bien al involucrarlo tanto en tramas ajenas y convirtiéndolo en un llorón caprichoso. En vez de reconstruir su relación con Lexie, que me gustaba al principio (nunca tanto como Lexie con Alex he de decir), han ido arrastrando el tema hasta llegar a los niveles de hartazgo del MerDer de los primeros tiempos, mientras que estos últimos han destacado por su comportamiento digerible al pasar a un segundo plano. Parece que caer bien y adquirir protagonismo no es compatible en esta serie.

Pero mirad lo que han dado de sí Arizona y Callie que hasta han tenido experiencias cercanas a la muerte. El espíritu del 'game changer' también se ha extendido al diseño de los guiones con experimentos como ese episodio rodado en 'tiempo real' a lo 24 relatando una hora en el servicio de urgencias y, por supuesto, al musical hecho con hits de la serie. Han tenido siete años para innovar y lo hacen todo de golpe. El musical paranormal, en el que Sara Ramírez (como no podría ser de otra forma) brilló con su voz, tuvo sus momentos de vergüenza ajena como ese momento coche en las nubes muy Harry Potter y de canciones metidas con calzador, como esa 'Chasing Cars' mientras se opera (WTF!), en las que extrañamente Kevin McKidd adquiría protagonismo a la mínima oportunidad.

Cuando digo que esta temporada ha sido como un gran limbo en el que apenas ha pasado nada hasta los últimos cinco episodios es porque no me sobran las razones. Para terminar con el maratón hemos asistido a la megaboda de Callie y Arizona (ni queriendo se pueden hacer tantas cosas en un año, en serio), a la boda exprés civil de Meredith y Derek previa a la adopción de una niña africana, al embarazo no deseado de Christina y al despido de Grey del hospital tras hacer una pequeña trampa con los pacientes del ensayo médico.

Ya que Grey ha estado muy poco activa en el terreno sentimental, le tocó llevar el peso de una de las dos grandes tramas médicas de este año junto con la carrera por convertirse en jefe de residentes: la del ensayo para encontrar una cura al Alzheimer, enfermedad que parece perseguirla a ella y a Chief, porque en un alarde de originalidad le han pasado el mismo mal a Adele, mujer del Chief, que a Ellis, la difunta madre de Meredith y antigua amante del Chief. El chanchullo de Grey para darle la oportunidad a Adele de entrar en el ensayo ha servido para poner otra vez a Meredith en el camino de las actitudes borderline que tanto la caracterizan y, por qué no, para recordar que se parece a su madre más de lo que ella cree. La serie puede volver a sus fueros originales con este giro argumental.

El pobre Alex sigue siendo blanco del maltrato de los guionistas que se empeñan en presentarnos a un tipo odiable y presa de sus arrebatos, para después intentar arreglarlo con acciones muy dignos del propio Alex. Traicionado por su medio novia, Lucy (a la actriz la veremos en el remake de Los ángeles de Charlie que estrenará la ABC), detestado por sus compañeros y con las opciones de ser jefe de residentes por los suelos, es el personaje que ha acabado en el peor lugar de todos. En comparación, al menos Christina siempre puede acudir a casa de Grey, April es la nueva jefa, Jackson tiene a Lexie después de que el cansino de Sloan en un movimiento perdonavidas se la entregara oficialmente (?), Bailey va en serio con su enfermero, y Teddy por fin ha acabado con el amago de Denny Duquette 2.0. que es Henry, un insportable dramas de la vida interpretado por un necesitado (quiero pensar que ésta es la razón apra aceptar semejante papel) Scott Foley (Noel en Felicity)

Con este panorama más le vale a Derek acabar su casa en medio del monte, un asunto que siempre me viene a la cabeza porque, ¿este hombre no gana lo suficiente como para tener nada más que cuatro postes mal levantados?

Si es cierto que la octava temporada puede ser la última, ya va siendo hora. Eso, o que Shonda siga con pretensiones de superarse.

sábado, 21 de mayo de 2011

The beast, in my opinion


Este aviso impide que me demandes por spoilearte la segunda temporada de The Good Wife y su season finale.


Yo lo dijo Pep Guardiola hace unas semanas: "Mourinho es el puto amo". Pues bien, viendo que no hay manera de calificar a esta serie que es The Good Wife, más vale aplicarse el cuento del entrenador blaugrana, aunque con ninguna ironía. La ficción de la CBS, con su espectacular segunda temporada recién finalizada, es la puta ama, la bestia parda de la liga de las networks este año. Sólo ha hecho falta que el matrimonio formado por Robert y Michelle King haya desatado al animal que vive dentro de Alicia Florrick. 'The beast is the best'. Si hace un tiempo decía que la única justicia que se le podría hacer a la serie era dejar una entrada en blanco porque no hay adjetivos que le hagan justicia, ahora, terminado este segundo ciclo de 23 episodios, la respuesta está clara: no busques epítetos desde la razón, sino desde el instinto.

Cada una de aquellas claves de la excelencia de The Good Wife alcanzan su sentido gracias al viaje emprendido por Alicia, desde aquel piloto en el que se nos presentaba una esposa estoica y apagada bajo la sombra de su poderoso marido putero, hasta este 'Closing Arguments' (2x23). Aquí, primero en esa sonrisilla satisfecha acariciando la butaca vacía de Diane, y luego en toda la contenidamente pasional escena del ascensor, vemos a un tiburón terminando de abrazar sus instintos, lo que ella realmente quiere: ser fiel a ella misma, aunque sea por una hora. El camino para llegar a este punto ha sido largo y doloroso para el personaje de Alicia que ha ido viendo cómo las decepciones provocadas por sus allegados la iba poniendo en fila para tomar decisiones que sus principios morales le impedirían tomar si no llega a ser por esas bofetadas. Porque para Alicia su familia está por encima de todo, aunque todo tiene un límite. Y esa frontera entre la correción y el 'voy a por todas con todo' tiene un nombre propio: Kalinda Sharma, otro monstruo imponente que ha vivido toda su vida en el territorio en el que el se acaba de adentrar la todavía señora Florrick.

Descubrir tras readmitirlo en su vida que su marido tuvo un lío de una noche con su "mejor amiga" antes de las dos que se conocieran, como modo de devolverle el favor a Peter por ayudar a la fugitiva Leela a cambiar su identidad a Kalinda, fue la bala que rompió el cristal de protección de Alicia. Pero lo que más le dolió a la Florrick no fue la enésima infidelidad de Peter después de haberle prestado una ayuda decisiva para recuperar la plaza de Fiscal del Estado: fue que Kalinda no se lo hubiera contando. Para Sharma, la del bate y los "yeahs" monótonos, repletos de acertijos, no parece existir el pasado (sin pasado no hay consecuencias). O eso parecía.

De entre todos los personajes cebolla de la serie, deliciosos y traicioneros, se podía decir que Blake Calamar (Scott Porter) es una patata porque sabíamos de sus intenciones desde el primer instante: acabar con la investigadora privada, o lo que es lo mismo, desmascararla y demostrar que es humana. Lo consiguió. Son curiosos los paralelismos entre las dos escenas de ascensor que vimos tanto en 'Getting off' (3x22), como en el el capítulo que cierra la doble season finale. En la primera, vemos a Kalinda llorar en primicia después de que Alicia le eche en cara lo que hizo, mientras que en la segunda Alicia y Will consuman su tensión sexual no resuelta (mil gracias). Ambas escenas reflejan con precisión el proceso de catársis que completan ambas mujeres esta temporada y dan una idea del cuadro mental con el que empezaran la tercera etapa, que en el caso de Kalinda se resume en esperar el perdón de su amiga e incluir algo de escrúpulos a su catálogo de seducciones futuras.

Perfección desde el oficio.

Hablando de conquistas, a The Good Wife le ha hecho falta muy poco para meterse en el bolsillo la crítica y a su audiencia fiel semana tras semana. Aunque todo depende de lo que entendamos por poco, claro. Poner toda la carne en el asador en guiones basados sólo en la brillantez de unos personajes sujetados por unos excelentes actores requiere maestría y un constante ejercicio de funambulismo porque a la mínima puedes fallar. Una narración desnuda, apoyada en los pequeño gestos y miradas, y encima inserta en uno de los géneros más hostiles, cartabonizados y vilipendiados de todos: el procedimental legal. Sin embargo, entre líneas, pacífica y elegantemente, ha reinvindicado otra forma de hacer 'procedurals', en la que los personajes llevan los casos de la semana, no al revés. En Chicago, pueden convivir las tramas autoconclusivas y una amplia red de tramas y subtramas serializadas.

La serie no ha inventado nada, pero exprime al máximo recursos narrativos ya existentes. En las tramas autoconclusivas se vale de una potente agenda de personajes recurrentes para enriquecer estas historias episódicas: el grupo de jueces con Abernathy (Dennis O'Hare) a la cabeza; el vengativo Glenn Childs (Titus Welliver); los abogados rivales como el incisivo Louis Canning (Michael J. Fox), la mordaz embarazada Patti Nyholm (Martha Plimpton) o la novata Nancy Crozier (Mamie 'MiniStreep' Gummer), o el ex socio de Lockhart & Gardner, Jonah Stern (Kevin Conway); la colega con beneficios de Kalinda Lana Delaney del FBI (Jill Flint); el hermano de Alicia, Owen (Dallas Roberts); el mafias Lemond Bishop (Mike Colter); el papá investigador Andrew Wiley (Tim Guinee); la trepilla Becca (Dreama Walker); el experto en armas que se liga a Diane Lockhart, Kurt McVeigh (Gary Cole); el rollete de Will, Tammy Linata (Elisabeth Reaser).... Y así hasta casi el infinito, por no mencionar el plantel de las estrellas invitadas en el que esta temporada ha sobresalido una estupenda America Ferrera en la piel de la inmigrante coquito capaz de tocarle la vena al lince de Eli Gold.

La pertinencia y complejidad de los casos ha sido otro de los puntales de The Good Wife en su faceta de procedimental con historias muy pegadas a los titulares e incluso profetizando escándalos como el del ex director gerente del FMI, Dominique Strauss-Khan, en esa maravilla de gris que es 'Vip Treatment' (2x05). O dando una idea de las triquiñuelas del sistema legal estadounidense en 'On Tap' (2x08), conocido oficiosamente como el del "In my opinion", o triturando el estereotipo del inmigrante ilegal en 'Silver Bullet' (2x15). Sin embargo, también es capaz de dar muestras de lo peor y lo mejor en un mismo capítulo. 'Foreign Affairs' (2x20) es prueba de ello, con un caso muy interesante que se ve manchado por parodia de Hugo Chávez que, si bien es proporcional a la realidad, desentona con la forma en que la serie tiende a tratar estos asuntos delicados. También chirrió la ausencia de Peter cuando el foco dramático se ha había puesto en la trama que protagonizaba.


- We've always had bad timing, haven't we?
- We have.
- What if would've suddenly had good timing just for... an hour? What'd that look like?


Si nos adentramos en el siguiente nivel de personajes, el de los protagonistas y secundarios, encontramos aquellas historias que se desarrollan de forma transversal durante toda la temporada y las que se completan en arcos argumentales de unos cuanto episodios. Dentro de este primer grupo tenemos tenemos el asunto inacabado de Will y Alicia; la campaña de Peter Florrick orquestada por Eli Gold (ambas con anclajes ya en la temporada de estreno); la relación tirante del matrimonio Florrick; la faceta de Alicia como madre y sus diferencias con su suegra, Jackie; las lealtades dividadas de un Cary Agos más agriado que nunca porque Alicia se quedó con la plaza en el bufete; y el misterio de Kalinda; y el nuevo frente abierto con Peter como Fiscal otra vez. En el segundo grupo de tramas dominan las intrigas palaciegas del bufete con la llegada de un socio bastante sucio en la figura de Derrick Bond (más Blake de paquete) y el plan para echarle que urden Diane, Will, David Lee y Julius Cain con una escena de gueto memorable a las afueras del edificio de la firma.

La guerra que dio Michael J. Fox...

¿Acaso todo esto es fácil de hilar? La serie de los King juega bien sus cartas y consigue transmitir una ilusión de oficio y tradición que bien podría suponer una barrera de entrada para una parte de los espectadores, pero que acaba por fascinar una vez vistos algunos de los capítulos. Visualmente tampoco aporta nada, y ni falta que le hace, porque está inmaculadamente producida y dirigida desde las bases. Pero cuando el propio Robert King logra darle un poderoso y original empaque dramático al tan manido cliché del ascensor (me parece que esto se ha convertido en un 'running gag' en Grey's Anatomy), queda patente que no hay una serie en la actualidad de las cadenas generalistas con un mejor sentido de la oportunidad que The Good Wife en la utilización de algunos recursos. Torpedama, en una de las charlas florrickeras en Twitter tras la season finale, destacaba las canciones como uno de estos elementos.

¿Una nueva CBS?


Un pensamiento frecuente acerca de esta ficción es preguntarse cómo se hubiera desarrollado en un canal de cable donde la libertad creativa es casi total. Al principio de su andadura era común leer comentarios acerca sobre lo poco arriesgado y mojigato de algunas de sus propuestas dramáticas, que a la vista está han ido intensificando conforme pasaban los capítulos, muchas veces sitúandose en el límite de los cánones permitidos una cadena tan fordista como la CBS. ¿Hubiera sido The Good Wife tal y como es de no emitirse en el Ojo? Cuestión de respuesta incierta, pero sí queda patente que la serie ha demostrado una capacidad de adaptación al entorno en que se mueve precisamente por maximizar las armas de las que dispone. La sutileza narrativa de la serie, su sorprendente éxito y sus méritos, en general, no se entienden sin el hecho de que provenga de este conglomerado mediático.

La CBS, por su parte, está dando signos de (lento) cambio en sus planteamientos creativos, apoyada en la única serie que lleva el nombre de la cadena a la lista de las nominaciones en los premios más importantes, ya sea en las categorías de programa como en las de interpretación. En los upfronts de este año se ha confirmado el claro cansancio de la franquicia CSI, otrora tótem de la CBS, cuyo centro CSI: Las Vegas ha sido desplazada de su posición privilegiada en la competida noche de los jueves por el nuevo proyecto de Jonathan Nolan (el hermano de Christopher) y la factoría de J.J. Abrams. Para The Good Wife empieza ahora otra etapa en su nuevo horario de los domingos a las nueva de la noche en confrontación directa con unas Desperates Housewifes lejos de una gloria que ahora se ha mudado a un bufete de abogados de Chicago.

domingo, 15 de mayo de 2011

Más apuntes sobre spoilers

Spoiler: información presentada en forma textual, gráfica o audiovisual relativa a los acontecimientos que ocurrirán en futuras emisiones de un programa de televisión, y por tanto, desconocida por la mayoría del público. Los spoilers tienen dos consecuencias, una positiva y otra negativa. Por un lado, estas informaciones implican el riesgo de que, si se conoce su contenido, pueden anular el efecto sorpresa del programa en el público y, por otro, generan conversación y expectativa acerca de lo que se podrá ver durante las próximas emisiones, de modo que se refuerzan las acciones publicitarias oficiales del programa, dando visibilidad a esa marca televisiva en Internet.

Hace cosa de un mes escribí una entrada sobre cómo sacarle partido a los spoilers y me he dado cuenta de que quizás he estado empezando la casa por el tejado. Se trata de un palabra muy común en la jerga seriéfila y, por esa razón se asume que todo el mundo conoce su significado y uso, pero luego comentarios en Twitter y lecturas en medios indican que, al menos en nuestro ámbito hispanoparlante, cada uno tiene su propia idea personal de este neologismo (que viene del inglés to spoil, estropear, destripar) cuando, en realidad, está más que definido (mi aportación no hace más que amalgamar ideas ya asentadas sobre el tema para una investigación en la que participo).

En general, se considera spoiler cualquier detalle del argumento de una historia, es decir, de lo que ocurre dentro de los límites de la ficción. Sin embargo, cuando esa historia se cuenta de manera fragmentada en formatos tan periódicos y con un alcance tan masivo como son las series de televisión hay que añadir ciertos matices a ese concepto. El número de emisiones de nuevos desarrollos de la historia se organiza alrededor de un calendario, por lo que el público que sigue esa serie de acuerdo al calendario original del país de procedencia serán los primeros en saber la culminación de las tramas.

Los spoilers, dentro de este contexto y en todas las formas que adoptan (desde sólo texto, fotos, a promos y 'sneak peaks'), siempre hacen referencia a acontecimientos que ocurrirán en el futuro dentro de la narración y se crean para satisfacer las demandas de este primer grupo de espectadores. Los spoilers, por tanto, no tienen sentido fuera del momento actual de la serie y del público, nacional e internacional (gracias a Internet) que está al día. Cuando algo se emite por televisión la primera vez, deja de ser spoiler en sentido estricto, de ahí todas esas imágenes en Tumblr, por ejemplo, después de la emisión de la finale de Fringe o de cualquier otra serie. Porque lo que importa siempre es el futuro cuando se habla de spoilers, no lo ya emitido.

Autocensura, geografía y comunidad.

Sin embargo, la forma de funcionar de los spoilers tiene su paradoja particular porque mientras Internet favorece la propagación de estas informaciones, todavía se sigue pensando bajo esquemas geográficos o localizados y no a nivel global como exige la propia lógica de la Web. Muchos de esos Tumblr proceden de fans norteamericanos o británicos que están creando contenido (léase GIFs, recaps o lo que se tercie) para sus amigos o el resto de comunidad de seguidores de la serie a la que pertenecen, por lo que no se autocensuran pensando en el fan de las antípodas que sigue la serie doblada en su país. Pero pedir una autocensura generalizada tampoco sería la solución, ya que para eso está el bendito botón de 'unfollow'. Cualquier espectador que combina series e Internet sabe a lo que se expone, y tiene herramientas a su disposición para evitarlo, porque si alguna libertad conceden los medios sociales ésa es la de confeccionar como usuarios qué es lo que queremos consumir y lo que no, y como productores de contenido, segmentar el tipo de audiencia a la que nos dirigimos.

La comunidad de interés a la que se pertenece determina la libertad de circulación de los spoilers, o incluso su calificación como tal. En pocas palabras, todo depende del contexto. Por ejemplo, yo veo The Good Wife tan pronto como me es posible al día siguiente de su primera emisión, por lo que para mí deja de ser un spoiler lo que he visto en el último episodio. Sin embargo, cuando hablo de la serie en este blog tengo que poner avisos, o en Twitter, ser sutil (aunque a veces es ciertamente difícil) porque sé que no todo el mundo con el que interactúo está actualizado con la serie o ni siquiera la ha visto. En corto, la comunidad en la que me muevo es muy heterogénea, somos seriéfilos en general. Si sólo produjera para florrickistas de pro, u otro 'fandom' en concreto, la historia sería distinta.


No te fijes mucho en la imagen si no quieres ser spoileado

Vía Microsiervos

Noticias, noticias son.

En cualquier caso, un aspecto en particular no admite discusión: los spoilers atañen puramente a sucesos que ocurren en la ficción. Información paratextual del tipo noticias sobre bajas y nuevas incorporaciones en el cast de la serie son noticias, no spoilers. De lo contrario, ¿cómo harán su trabajo publicaciones del mundo del espectáculo como Variety o Hollywood Reporter? Decir simplemente que Robert Sheehan abandona Misfits la próxima temporada y que lo sustituirá Joe Gilgun bajo la piel de un nuevo personaje llamado Rudy no es un spoiler, porque, factor importante, no se indica cómo se produce esa marcha ni cómo se presenta al nuevo personaje, ni lo que hará en en la serie (a menos que eso qué hará sea un asunto vital en la trama como la identidad de la madre de los hijos de Ted en How I met your mother). Si esa noticia viniera acompañada de una descripción pormenorizada del episodio convendría poner al lector (o quien pinche en el link en Twitter) en sobreaviso de que puede encontrar spoilers en el cuerpo. Incluso con la elección de palabras hay que tener cuidado, porque "dramáticamente" dentro de la marcha de un personaje sólo podía significar una cosa para los seguidores españoles de House en Cuatro, que leyeron hace un par de años esta noticia en El Mundo sobre la actualidad de la quinta temporada que se emitía por entonces en USA. Muestra de lo que no hay que hacer.

Para terminar, retomo lo que defendí en mi anterior post sobre el tema: apreciar el cómo suceden los acontecimientos y los detalles en su contexto dentro de la historia es básico para minimizar el disgusto que a algunos le puedan producir los spoilers. Será por mi formación, pero distingo diferentes grados de contenido spoiler coincidiendo con las cinco preguntas clásicas de un texto periodístico: qué, quién, cuándo, cómo y por qué. El quién hace qué estaría dentro del nivel más superficial y con menos peligro de todos, que resulta prácticamente inexistente para quienes consumimos spoilers pues nuestro entretenimiento se construye a partir de ahí.

Si añadimos el cuándo nos encontraríamos en un estadio intermedio ya que empezamos a adentrarnos en la mencionada información contextual, de las que es imposible desprenderse en algunos tráilers, promos y sneak peek de poca duración por citar algunas situaciones. En cambio cuando tenemos enfrente un recap escrito con todo lujo de detalles o un vídeo con un fragmento más o menos largo de un capítulo estamos ante una alerta clara de cómo y por qué: el riesgo total de destripe. Por ello, para responder a estas dos últimas preguntas, lo mejor es ver el capítulo entero a su debido tiempo.

PD: La primera imagen es cortesía de @InakiO

martes, 3 de mayo de 2011

Oro debajo del lodo

Quería dejar esta crítica para más adelante porque no pretendo dar la impresión de que este blog vive de beber té a las cinco, pero una vez que tu vida se cruza con la de la prostituta Sugar, no puedes más que rendirte ante (again) la última maravilla que ha salido de la fábrica de chequés y corsés de la BBC: The Crimson Petal and The White, la adaptación de la novela homónima del holandés Michel Faber (titulada Pétalo carmesí, flor blanca, en español), un autor contemporáneo que se ha atrevido a mostrar las patologías de la muy flemática sociedad victoriana sin escatimar crudeza, fealdad y abriendo muchas alcantarillas. Y esto lo digo sólo con el recuerdo de la serie y el barro que se acumula en los bajos de los vestidos de la protagonista, de esas manchas producto de la falta de higiene que se pueden ver en su piel y de esos charcos de los bajos fondos londinenses cuya agua de cólera no quisieras que te salpicara. El ecosistema de cualquier historia de Dickens elevado a la enésima potencia al mezclarse con el descaro de lo posmoderno.

Como otras adaptaciones de la casa, el acabado de la ambientación y la fotografía es insultante, aunque esta vez los esfuerzos se centran en mostrar la cara menos amable y bucólica de la vida, la de la cruel ciudad, con un realismo llevado al extremo, hasta rozar la saturación. Una obra tan barroca visualmente que sería una suerte de equivalente catódico de esas sombras imposibles pintadas por Caravaggio, y su afición a representar a apóstoles de pies negros y rostros de vagabundo. Aunque, del mismo modo que ocurre con las telas del genio atormentado, estas imágenes de decrepitud y oscuridad irradian belleza y oficio.

The Crimson Petal and The White es una fábula de supervivencia, la de Sugar, que desde la pubertad lleva encandilando a los hombres en el prostíbulo de la enigmática Mrs. Castaway, interpretada por una sorprendente Gillian Anderson escondida bajo kilos de maquillaje. Autodidacta, la joven meretriz cultiva una afición pérfida por la literatura, que utiliza para volcar sus más primarios instintos. Y este amor por las letras, unido a su inteligencia y encantos evidentes, será lo que la lleva a convertirse en la favorita de William Rackham, un puslánime niño bien del barrio de Notting Hill, escritor frustrado al que no le queda más remedio que atender el negocio familiar de perfumería, mientras su mujer, Agnes, sufre encerrada en casa, víctima de la enfermedad mental.

No todo el constante delirio y opresión que se respira en los cuatro capítulos de la miniserie procede de las enajenaciones de Agnes. Si fuera así el bizarrismo y podredumbre moral que dominan la producción quedarían como un elemento decorativo. Apenas hay personaje libre de demonios o que no exhiba extravagancia retorcida. Así, Curlew el médico, el hermano de Rackham, Miss Fox, o personajes que sólo dicen una cuantas líneas, podrían catalogarse de espeluznantes o alucinados dejando a Sugar en un simple ángel de infierno (pero un ángel, a fin y al cabo) y a Rackham en un mindundi al que superan las circunstancias.

La actuación de Chris O'Dowd como Rackham, en un papel dramático alejado del geek Roy de The IT Crowd es una de las grandes sorpresas dentro de esta rosca de miniserie, donde Romola Garai, al igual que ya hiciera con Emma (habrá que ver qué ofrece este verano en The Hour), se adueña del personaje, haciendo más endeble su vulnerabilidad y azuzando más si cabe los maremotos interiores de Sugar. Si la producción golpea a los ojos en algunos momentos, es con las interpretaciones de un cast fusionado con la historia con lo que se te revuelven las entrañas y te atrapa.



Sin ser gore, The Crimson Petal and The White no es apta para espectadores aprenhesivos a las emociones en carne viva, pero a la vez resulta una experiencia imperdible porque se trata de un testimonio brillante de la subversión de géneros televisivos. De cómo la etiqueta 'de época' no determina un solo tipo de narrativa histórica, sino que se reduce un mero contexto donde pueden suceder multitud de pasiones universales y tienen cabida desde la comedia, el romance, el suspense o el thriller psicólogico que acertadamente destaca Serieína para este caso.

Una miniserie atípica para disfrutar de principio a fin.