miércoles, 30 de diciembre de 2009

Las serieadicciones de mi década

Este último mes he intentado evitar por todos los medios posibles cualquier tentación de una lista recopilatoria en el blog... Hasta hoy. La culpa la tiene Miss MacGuffin, que con esta entrada-resumen de las series que han marcado cada año de estos diez últimos, me ha hecho cambiar de idea y, de paso, ha conseguido que me entre la nostalgia. ¡Anda que no han cambiado mis obsesiones catódicas en todo este tiempo! Definir los años en función de qué serie te ha tenido más enganchada es como mirar las fotos de los álbumes de hace mil siglos...

2000-2001: En un mundo sin casi Internet y la tontería adolescente en la cabeza (la misma que te hace crear direcciones de e-mail de las que te arrepientes xD), las mañanas de verano de La 2 me regalaron mi primera y genuina obsesión seriéfila, situada en un pueblo ficticio de la costa este de USA. Con dos años de retraso con respecto a su emisión original, Dawson's Creek se plantaba en mi vida. Y también él, Pacey. Pronto me descubrí a mí misma dejando de lado el chat en el ciber, y buscando spoilers en los, por entonces, rudimentarios foros de fans o en la misma página de la WB.

2002:
No me preguntéis cómo pasé de un extremo a otro, pero ese año me fulminé Twin Peaks. Influencias de mi mejor amigo, que como aficionado a Lynch, se compró una versión cutrísima en DVD, obra de Manga Films que sólo ofrecía audio en castellano con un doblaje terrible. Volveré a verla algún día en V.O., sobre todo, para comprobar si la edad me ha dado más destrezas para encontrarle sentido al final de esta maravilla de puzzle. Lo dudo.

2003: Parece que el misterio de Laura Palmer me dejó tan trastornada que volví a cosas más fáciles en comparación. Y nada, ese año pasé frío en la sala de la televisión del colegio mayor porque prefería estar en Smallville esperando que Clark Kent echara a volar, en vez de pasar apuntes del primer curso de carrera. Ahora no recuerdo muy bien si la veía en La 1 o en La 2, pero hay que ver lo que hizo por mí la televisión pública cuando sólo usaba la Red para bajarme algo de música.

2004: De verdad lo digo, aquello sí que era labor social. Lástima que ahora que se queden sin publicidad para importarnos The O.C. Dos palabras: Seth Cohen. Paradigma de 'mens friki in corpore sano' y 'coolhunter' musical. Hasta el Capitán Oats hacía más gracia que Ryan.

2005: El terremoto. Lo que llevaba años incubando explotó. Ese verano aterrizaron un par de las que estaban sacudiendo las parrillas USA desde el otoño de 2004. No digo ya en qué cadena las vi. Lost y Mujeres Desesperadas. Pero no fueron ésas las que marcaron ese año para mí, y prácticamente los que vendrían. Fue Alias, a la que yo había seguido malamente la pista en Telecinco hacia un un par de años o así. Me compré la primera temporada en DVD por una oferta de El Corte Inglés. Y eso: dos temporadas en un mes. La tercera vino en invierno y, al instante, comencé a bajar la cuarta que aún no estaba editada. La velocidad del ADSL de casa era un asco.

2006: Como no había manera de que mis amigas vieran Grey's Anatomy por Cuatro porque coincidía con GH, y no teníamos Internet en el piso, se me quedó el gusanillo de los médicos, así que en vacaciones aproveché para maratonear las dos primeras temporadas. Poco a poco, ya iba simultaneado visionados con otras series, y mi portátil sabía que venir a casa significaba horas extra encendido.

2007: Heroes. Parece mentira, pero fue mi serie fetiche de ese año. Lógicamente hablo de su primera temporada, que vi del tirón cuando ya había terminado. Aún aguantaba a Mohinder, y quería tener el poder de Hiro, qué cosas.

2008: Estar sin Internet fuera del trabajo, me animó a ponerme por fin con la primera temporada de Six Feet Under que llevaba dos años acumulando polvo y no veía por pura pereza. "¿Capítulos de una hora? ¡Uff!". Los Fisher me confirmaron que lento no tenía porqué ser sinónimo de aburrido. Tampoco me puedo olvidar de Terminator: The Sarah Connor Chronicles que puso el contrapunto de acción al año.

2009: Aún así, la ciencia ficción nunca me había llamado la atención en televisión hasta que el remake de Battlestar Galactica se presentó un día en la pantalla, y no salió de allí en dos meses, exigiéndome más a cada capítulo que pasaba con su pesimista reflexión sobre el ser humano y la sociedad, y unos personajes inolvidables. No podía ver (ni escribir si me apuráis) otra cosa hasta que la acabara, me tenía completamente absorta. Echo de menos a la Vieja Dama.

¿Cómo será el 2010? ¡Feliz año a todos!

lunes, 28 de diciembre de 2009

Humanos

"Esto era un vampiro, un hombre lobo y una fantasma que compartían piso..." Puede parecer perfectamente el inicio de un chiste friki, o la premisa de un Gran Hermano con criaturas fantásticas (en línea con aquella Casa de los Dibujos de MTV), pero la BBC3 no se ha tomado a guasa el "experimento sociológico" con Being Human. Quizá una alternativa demasiado desenfadada para los que se consideren amantes 'hardcore' de lo sobrenatural, para los principiantes como yo, este drama supone una brisa helada en medio de un ambiente abochornado por la fiebre crepusculina.

Una de las cosas que más me maravilla de las series británicas es lo poco que les gusta encumbrar a sus personajes; tan llenos de defectos, que no cuesta imaginarlos en situaciones de nuestro día a día, por mucho que se vean envueltos en situaciones ajenas a lo que entendemos por realidad. Mitchell el chupasangre, George el hombre lobo, y Annie la fantasma hacen el trabajo por nosotros, ya que se obligan ellos mismos a llevar vidas normales en un intento de conservar su propia humanidad más que de pasar desapercibidos por las calles de Bristol (como en Skins, la historia sucede allí), que también.

El centenario Mitchell y sus líos de faldas, las inseguridades de George y la fobia de Annie a sentirse sola se mezclan con su lucha por escapar de los mundos a los que pertenecen y permanecer en el reino de la rutina. Aunque no es tarea fácil, como se ve a lo largo de los seis episodios de esta primera temporada. La tentación de la sangre y un pasado oscuro siempre persiguen a Mitchell, acosado por sus colegas vampiros; la licantropía de George le inhabilita aún más socialmente; y Annie tiene asuntos por resolver en esta dimensión, aunque se lo toma con calma porque está encantada de tener inquilinos en su casa.

La serie no emplea demasiados artificios en mostrar la faceta oculta de los personajes. Por ejemplo, los vampiros no se diferencian mucho de los humanos salvo por los colmillos, la sed de sangre, una leve intolerancia al sol y la escasa temperatura corporal. Nada de supervelocidades, supersentidos, y saltos en el aire. Hasta pueden comer, y su organización y modus operandi tiende más hacia el clan mafioso que al nido de chupasangres que podemos ver en True Blood, algo que sin duda, refuerza el afán por quitarle esa aureola de misticismo al hecho sobrenatural. Incluso los trucos de Annie carecen de una puesta en escena fantasmagórica al uso, y la transformación de George es bastante digna para el presupuesto de la producción.

La primera mitad de la temporada avanza lenta, indigando en las motivaciones de los personajes para que los podamos conocer mejor, si bien acusa una cierta falta de ritmo a pesar de que se maquilla con los puntos cómicos del hombre lobo y la fantasma. Eso sí, a partir del cuarto capítulo la acción pega un repentino acelerón para terminar con la casa a medio barrer.



Menos mal que no habrá que esperar demasiado para saber cómo continúa la historia. El 10 de enero se estrena la segunda temporada de Being Human.

lunes, 21 de diciembre de 2009

¿Series-cubata o series-chupito?

O para entendernos: ¿temporadas largas o cortas? Con la Navidad a pleno rendimiento, hemos llegado a la segunda gran época de maratones seriéfilos del año tras el verano. Motivo de celebración que nos lleva hasta la barra a pedir unas rondas de series-cubata o series-chupito con las que calentar las tardes de frío siberiano y horas muertas.

Serán cosas de hacerse vieja o de perder paciencia, que antes era más tolerante con las series-cubata que tan bien se les da preparar a la 'networks' estadounidenses. Eso, o que últimamente algunos bares están echando mucho garrafón a la mezcla (FlashForward, The Vampire Diaries), o que la temperatura de la bebida está tan caliente que el hielo se disuelve en nada, y luego no hay quien se beba aquello de la pereza (mi odisea con Lost). Cada vez es más difícil beber a un ritmo mantenido ciertas cantidades de una serie sin que en algún momento dejes la copa a la mitad (Smallville, Heroes, Mujeres Desesperadas; a punto de dejarlo con House hace un par de años) por pura repetición, aburrimiento o idas de olla en la historia, sobre todo, cuando llevas encima más de una temporada. Me han dicho que esto se cura con una terapia de siete rondas con The West Wing, que Aaron Sorkin es un gran barman.

A medio camino entre el exceso y la escasez de capítulos, se encuentran las grandes reservas de champán, vino o whiskey, casi siempre en poder de las cadenas de cable. Pero darle a palo seco sin descanso a Los Soprano o Six Feet Under te puede dejar indispuesta para las demás series que tienes que ver o, te entra el pedo tonto, y no quieres beber otra cosa, como me pasó con Battlestar Galactica, otra que a la que si le quitas algunos capítulos, no pasa nada. Así que me aplico el cuento por si acaso para cuando me ponga The Wire y The Shield el año que viene.

Otra posibilidad está en probar los series-chupitos inglesas (y miniseries, en general) si lo que queremos es avanzar en las tramas y evitar resacas, a la vez que alternamos con otras historias. Ahora mismo estoy pasando por esta fase. Muy pocos capítulos, todo concentrado, de una vez. Como se suele decir: van al lío. Funcionan como una novela corta, y son geniales si lo que tienes es poco tiempo (o tu Navidad se vuelve imposible), pero aún así quieres saber en qué acaba el asunto. Había visto algo de Extras, pero empecé realmente con Skins. Después, he seguido con Being Human, y ahora estoy con The IT Crowd. No me llamaba mucho pero le daré un sorbo a Misfits ahora que ya ha terminado temporada. Y si te gustan los clásicos literarios, siempre puedes tirar de las adaptaciones de la BBC. Me inicié con Jane Eyre, pero yo lo que quiero es ver si puedo conseguir una exaltación de la amistad con Mr. Darcy de Orgullo y Prejuicio.

¿Con qué os viene mejor brindar en estas fechas?

martes, 15 de diciembre de 2009

Los Soprano 2, cómplices de Tony

"Tengo el mundo cogido por las putas pelotas y no dejo de sentirme como un pringado". Pese a haber salido triunfante de muchos de los peligros que le acechaban en la primera temporada, Tony Soprano sigue teniendo, ahora más que nunca, una bonita automática apuntando a su nuca. La misma que soporta la bomba nuclear de su cabeza, lo que verdaderamente amenaza con convertirle en un lustroso cadáver, y al tiempo, transforma al espectador en alcahueta de todas sus fechorías.

Desde su recién estrenada posición de Don de la familia DiMeo, Tony se da el lujo de prescindir (a modo de pataleta, eso sí) de la terapia de la doctora Melfi, enviándola al psiquiatra a ella también porque se ha descubierto fascinada por la personalidad del mafioso, aunque la médica lo disfrace de deber moral hacia un paciente. La excusa más políticamente correcta, porque Melfi encarna en la pantalla el placer culpable del propio espectador, que no puede evitar sentirse involucrado con la inesperada vulnerabilidad de Soprano. A medida que esta circunstancia va a más a lo largo de los episodios, la trama se acelera, de forma que se multiplican los clímax dramáticos tras un inicio un tanto adormecido.

La segunda temporada, lejos de ofrecer salidas a los problemas de Tony, ahonda más en las causas de todos sus dramas e, incluso, crea unos nuevos. La "puta Bette Davis" como él mismo define a su propia madre, Livia, concede protagonismo a otra mujer que se acaba revelando como una futura 'mamma' en potencia: su hermana Janice (Aida Turturro), ex hippie reciclada en vividora, capaz de intrigar contra su propia sangre con tal de tener una escalera de mármol y piscina en el jardín. Poco parecía que iba a aportar este personaje al principio, pero cuán equivocada estaba yo.

No ocurría igual con otra de las incorporaciones al reparto, el infame Richie Aprile (David Proval), hermano del fallecido jefe de los DiMeo, Jackie. Nada más verlo recién salido de cárcel con aires de grandeza y resquemor por la posición perdida en la familia, sabía que su presencia no iba a ser nada cómoda para el núcleo duro de Tony. Personaje odioso desde el minuto uno, Aprile se debate entre la lealtad a las costumbres dentro del clan y sus ansias de subir escalafones a costa de lo que sea, pero tratándose de Los Soprano, al final, pueden que sean otras las circunstancias que acaben por escribir el destino de un personaje.

Al mismo tiempo que asistimos a la progresiva secundarización de Livia, el otro principal instigador de conjuras en la pasada temporada, tío Junior, se nos presenta ahora como un audaz encantador de serpientes, que acepta en apariencia el liderazgo de su sobrino y hasta le ofrece su ayuda en un momento dado. Lo cual no termina por quitarle ese aura de sospecha y traición que le acompaña. Además, continúa posicionándose a favor de la matriarca, que, a pesar de la pérdida de minutos, sigue conservando intactas sus artes de manipulación.

Y hablando de artes, las que despliega Carmela para conseguir una carta de recomendación para Meadow en la Universidad de Georgetown. Al fin y al cabo, es la mujer del jefe, pero ahora se hacen más visibles esas sombras que el personaje guarda en el vestidor de su cuarto, y que la animan, por un lado, a exigirle más resperto a su marido, y por otro, a escapar de esa especie de jaula de oro a la que cada vez más se parece su vida de perfecta ama de casa y fan de Andrea Bocelli (¡hasta tres veces se escucha 'Con te partirò'!). Sin duda, el personaje aún tiene mucho que dar de sí, y confío en que las siguientes temporadas no defrauden en este aspecto.

Los hijos de Tony, si bien no tienen todavía una posición relevante en la trama, contribuyen a subrayar ese lado suave del mafioso. Para nada desentona que acabe con el negocio de un amigo de la infancia, y en el intermedio se preocupe porque no pasa el tiempo suficiente con Anthony Jr., o, cosa a tiros a un colaborador para después ir a la graduación de su hija tan campante.

En Soprano, la alternancia de actitudes extremas con otras propias de 'buena persona', en una especie de esquizofrenia moral, resulta de lo más creíble, aunque la auténtica maestría de los guiones de David Chase reside en la capacidad de inducir a compadecer y, en última instancia, a simpatizar con el personaje, al que lleva hasta el delirio psicológico. En este sentido, destaca el uso de visiones oníricas, que reflejan con nitidez los deseos y temores ocultos de Tony (la acertadísima metáfora del pescado que se vende, sin ir más lejos).

SPOILER ALERT: No recomiendo ver el vídeo a menos que hayas visto la temporada



A un nivel mucho menos profundo, también es posible congeniar con alguno de los capos de la banda, como Paulie, cuya admiración exagerada por Italia en el capítulo en el que van a hacer negocios a la península resulta ciertamente divertida, y viene a recalcar el sentido autoparódico que lo italiano adquiere en el universo de la serie. Imposible no mencionar aquí el cameo de Chase y la importación de un nuevo personaje, Furio (Federico Castelluccio), que por ahora se ha limitado a ser el bulldog ejecutor de la familia.

Por su parte, Moltisanti no ceja en su viejo sueño de convertirse en guionista de cine, aunque su naturaleza impaciente sea el principal enemigo de sus aspiraciones, y la siempre comprensiva Adriana La Cerva (Drea de Matteo) acabe recogiendo los platos rotos de sus arrebatos. Big Pussy parece reordenar las prioridades en su vida, mientras que Dante ha pasado un poco más desapercibido esta temporada.

"Somos soldados en guerra", dice Tony a Melfi. Y nosotros que nos alistamos, Don.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Territorio comanche

Puente de esos que asustan por lo largos que son. No hay posibilidad monetaria de hacer una escapadita por ahí, salvo cañas y cafés con los amigos que no se han pirado. Los ojos te hacen chiribitas de sólo imaginar los kilos de capítulos que vas a marcar como vistos en el MyTVShows, en tu lista mental, o en tu roñosa libreta de notas. Hasta te haces tu plan de series y todo. Igualito que con la dieta. En serio, no lo cumples ni a la de tres. Y que conste que esto es más fácil que comer verduritas a la placha tres días a la semana. Pero no, no se puede por más que le pongas fuerza de voluntad.

Las vacaciones se revelan como un arma seriéfila de doble filo... Si toda tu familia tiene el mismo plan casero que tú. Concreto: si tu madre no es capaz de estar sola ante un objeto electrónico, creen que aún te acuerdas de cómo se sumaban fracciones de distinto denominador (¡que soy de letras!), y envían por enésima vez a tu persona a dar una vuelta con los perros. El caso es que, de repente, un capítulo de Glee se convierte en una ópera de cuatro horas, y ya te cuesta hilar a cuento de qué Ryan Murphy ha escogido 'Papa don't preach' de Madonna para dicho episodio.

Con mitad del cerebro machacada por 'semejante' multitarea, aún osas ponerte uno de The Big Bang Theory, concentrar tu mente en leer los subtítulos, e intentar leer las teorías que Sheldon suelta a una velocidad endiablada. "¡Toc, toc, toc!, Penny. ¡Toc, toc, toc!, Penny. ¡Toc, toc, toc!, Penny..." No mires a la puerta de la pobre Penny, sino a la tuya. Cuentas uno, dos y tres. "Paaasa". Miras el minutero del BSPlayer, y ves que sólo han pasado diez minutos... Stop hasta nuevo aviso. Por si acaso, también pones un interrogante a tu cita con los 'losties'.

Hay meter el coche en el garaje. Pienso en darme una vuelta como Tony Soprano en el opening, con la ventanilla bajada. Ni eso, porque llueve. Hoy casa es territorio hostil para seriar.

martes, 1 de diciembre de 2009

Cada uno de su padre y de su madre

Tras conocer a los Pritchett, me queda claro que mi hermano podría estudiar la familia en clase de Ciencias Naturales como una forma rara de energía, en la que se cambia un poco el postulado que aprendimos de memoria: Se crea y no se destruye, sólo se transforma. Si no os lo creéis, probad a realizar el experimento vosotros mismos viendo Modern Family (ABC), con toda seguridad científica, el mejor estreno de la actual temporada. Eso sí, esta comedia comparte honores con The Good Wife (CBS), no vaya a ser que Mrs. Florrick nos demande.

Los poco más de 20 minutos rodados en formato 'mockumentary', o falso documental, producen el mismo efecto que cuando se agitan Mentos dentro de una botella de Coca-Cola. Nadie se espera el chorro (en este caso, de risas) que puede salir de algo aparentemente tan sencillo y cotidiano. No hay nada que luzca mejor esos dos adjetivos, y sin embargo, sea capaz de sorprender al mismo tiempo como la propia familia. Los responsables de Modern Family lo saben muy bien, y explotan estas posibilidades de forma magistral al servicio de la comedia. Se toman con un humor que oscila entre el ácido y el absurdo los cambios a las que hace frente una familia hoy en día y, sobre todo, componen unos personajes cuya definición es simple: ¡Menudos 'personajes'!

Construídos a partir de estereotipos, al final este inconveniente inicial queda diluído en la maraña de situaciones alucinadas que se pueden dar en cualquiera de las tres casas en donde transcurre la trama. La de Jay Pritchett, el patriarca de la familia, casado en segundas nupcias con la guapa colombiana Gloria Delgado, y padrasto de Manny; la de Claire, hija de Jay, mujer de Phil Dunphy, y madre de Haley, Alex y Luke; y la de Mitchell, hijo gay de Jay, que ha adoptado una niña vietnamita con su pareja, Cameron Tucker.

He de reconocer que, de todos, mi debilidad es Manny, ese hombre encerrado en el cuerpo de un niño, con pose de galán latino, capaz de dejarnos conversaciones memorables a corazón abierto sobre niños y hogar con su hermanastra Claire (unos 25 años más vieja, por lo menos). Y también Gloria. A pesar de ser el personaje que más tiende hacia la caricatura y al topicazo, me mata con ese acento hispano tan marcado y esas maneras afectadas a lo actriz de culebrón, con las que Sofía Vergara, con conocimiento de causa, borda el papel.

La intervención de Ed O'Neill, que, gracias a Jay, vuelve a ejercer de padre, queda un pelín eclipsada por ésos dos, pero gana protagonismo cuando se junta toda toda la familia, o interactúa con sus dos yernos: el aspirante (y ahí se queda, por más que se esfuerce) a patriarca Phil, a.ka. 'Cool Dad' o 'Why the face?', y Cameron, a.k.a. 'el fan a muerte de Meryl Streep'.

En sus casas, ambos personajes son el contrapunto desenfadado a sus cónyuges. Mientras Claire intenta llevar con mano dura a la jauría de hijos, Phil va de colega y se le suben a las barbas. Algo parecido ocurre con Cameron, un tipo ultraapasionado en todo lo que hace, en contraste con el esnobismo de Mitchell. La prueba: el momento Rey León o 'Fizbo'. Impagables.

Tres modelos de familia en una sola, que se nos van mostrando por separado para acabar convergiendo casi siempre hacia el final de los capítulos, como en esas grabaciones caseras de BBC (Bodas, Bautizos y Comuniones). Por eso, querría acabar con una alusión al uso del 'mockumentary'. Si bien es un recurso que ya no resulta novedoso, Modern Family se articula, por un lado, como una sátira de los documentales sobre los nuevos tipos de familia que todavía se pueden ver en algún canal temático, y por otro, como el retrato semidiario de un clan determinado, de ahí el esfuerzo en resultar verista en la forma. Que se vea que es ficción... pero ficción familiar, de andar por casa con el chándal.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Tratamiento: Dos meses de baja

CONTENIDO: 100% spoilers de lo que llevamos de sexta temporada de Grey's Anatomy

Como bien explica MacGuffin en este post, estos días las producciones se afanan en lanzar sus capítulos especiales de fiestas donde todo es amor, felicidad y trompetillas, y Grey's Anatomy, que sabe manejar el drama como nadie, se ha ido de minivacaciones dos meses sin escatimar en papel de oro, muérdago y... sorpresitas. ¿Para qué hablarte de sólo una fiesta si puedo enganchar con las siguientes y, claro, de paso liarla parda? Porque de sobra es sabido que cuando unos cuantos se sientan alrededor de la mesa siempre hay un conflicto dentro del pavo.

La sexta temporada empezó con un episodio doble de esos que incitan a no pisar una sala de operaciones 'nunca máis' porque no puedes aguantar el olor de la sangre. Pero era de esperar un acontecimiento así tras un verano que dejó claro el amor inexistente entre T.R. Knight y Mama Shonda Rhimes. Después, vivimos una ascensión al Tourmalet con unos capítulos memorables donde se jugó al Cluedo con los residentes del Seattle Grace y los nuevos llegados del Mercy West, y se centró el objetivo en la rebeldía de Derek contra el cada vez más absurdo Chief, y en la candidez de Arizona, que definitivamente ha demostrado por qué se convirtió en un personaje regular.

Con Meredith en segundo plano por la maternidad de Ellen Pompeo, e Izzie desaparecida y despedida porque Katherine Hiegl quiere ser la nueva novia de América, la serie ganó en frescura. Hasta hemos recuperado las salidas grotescas de Christina (esos diálogos puyosos con Alex a la hora de comer...), que, a su vez, ha recuperado a un 'cardio god' (más bien, 'godess') que le ha devuelto la pasión por operar, pero que también supondrá un reto a su relación con Owen.

Me gusta el colegueo entre Bailey, Callie y Sloan. Sin embargo, mi principal queja viene a propósito de éste último. Me ha gustado ver su evolución de capullo mujeriego a tío enamorado de Lexie 'Little' Grey, pero después de ver el décimo y último capítulo antes de la vuelta de la serie el 14 de enero, se han disparado todas las alarmas, como ya pasó en la pasada temporada. Entonces, en medio de tribulaciones fantasmales, se rumoreaba con la aparición de un hermano secreto de Meredith. La idea desde luego no ha caído en saco roto, pues al bueno de Mark le han agenciado una hija igual de secreta, con nombre de pila Sloan, en un giro argumental que homenajea a los mejores culebrones familiares. En serio, se llama Sloan... y está preñada. Yo aún no salgo de mi asombro.

Todo personaje necesita retos que les hagan evolucionar, y Mark no escapa a la norma. Aunque el hecho de tener una hija perdida por ahí no chirría viendo el currículum del cirujano, el movimiento se antoja precipitado. Aún no han explotado suficientemente lo suyo con Lexie, que ahora lo convierten de golpe en padre y futuro abuelo. Demasiado para el body, incluso para uno como el de Sloan padre. Eso sí, la llegada de Sloan junior no puede estar exenta de mal rollo y piques entre ella y su madrastra Little Grey. ¡Que casi son de la misma edad!

Por eso, cuando vienes de una etapa movidita, se agradecen los parones de series. En la mayoría de las ocasiones, son un engorro porque significa estar separados de nuestros amores catódicos durante un tiempo, ahora bien, también es verdad que nos ofrecen una oportunidad inmejorable para borrar capítulos de la lista de pendientes. No se debe fomentar el síndrome de Diógenes seriéfilo. Además, desde el punto de vista de la calidad, los guionistas aprovechan para pulir aristas y corregir errores.

Veremos cómo Shonda y su séquito se las apañan para mantener el nivel después del parón.

PD: Gracias a Antara Adachi y a Torpedama por el premio 'Princess' :)

lunes, 16 de noviembre de 2009

Midley Season: "Ya se lo dije a Joss"

Cuando publiqué el anterior post, sobre la baja de Eastwick en las filas de la ABC, no pensé que la FOX fuera a mandar al patíbulo ese mismo día a alguien que ya llevaba demasiado tiempo esperando su sentencia: Joss Whedon. La blogosfera seriéfila coincidió en destacar la misericordia de la cadena de News Corp. hacia Dollhouse, pero era 'vox populi' que la gracia no le iba a durar más allá de esta temporada. "¿Quién le mandaría a Joss mezclarse con zorros?", se pregunta por teléfono, la periodista especializada, Midley Season, desde su retiro de las Islas Caimán, en el que recaló tras una crisis de ansiedad durante los 'upfronts' de mayo.

Series a la parrilla: ¿Volverá pronto a su columna semanal, Midley?
Midley Season: No, no lo creo. Necesitaba unas vacaciones, sabes? Quince años en el negocio soportando las amenazas de esos indeseables como Cliff Hanger... ¡Yo fui la primera en denunciar el daño que los métodos de los cancelaseries están haciendo a la industria! ¿Y cómo me lo han pagado mis jefes? ¡Reduciendo las líneas a mi columna y obligándome a entrevistar a Charlie Sheen!

SP: ¿Puedo entender que sus jefes se han vendido?
MS: Eso lo dices tú, no yo. Yo sólo digo que es inadmisible el poder que ha ido ganando este tipo de asesores, como ellos se autoproclaman. ¡Eufemismos!

SP: A pesar de su retiro, seguro que está al tanto de los últimos movimientos...
MS: Que me levante todos los días a mediodía no significa que no esté enterada. Sé lo que le pasó a Joss, porque, ¿es eso a lo que te refieres, no? Acabo de hablar con él por videoconferencia. Una pena, pero que nadie, especialmente sus enemigos, piensen que está llorando abrazado una silueta promocional de Eliza Dushku. Él sabe salir de estas situaciones.

SP: ¿Lo dice por Firefly?
MS: Lo digo por Firefly, aunque en este caso los zorros no se han ensañado como en aquella ocasión. Recuerdo que escribí diez artículos criticando la cancelación de la serie. Muchas veces le he dicho a Joss en qué estaba pensando cuando le ofreció el proyecto a FOX. "¿Estas colocado? Rupert Murdoch es la Boca del Infierno", creo que le solté cuando me lo contó. Pasan los años y sigo sin entenderlo, la verdad.

Creando la serie 'incancelable' para Joss

SP: ¿Y qué le parece que vaya a dirigir un episodio de Glee?
MS: Apaga y vámonos si no se lo hubiesen ofrecido. Los musicales se le dan muy bien. Cómo disfruté con Doctor Horrible y, claro, con 'One more, with feeling' de Buffy, faltaría más.

SP: Deja claro que es una chica Whedon pero, ¿le gusta la serie?
MS: Si te sirve como respuesta compro todos las canciones en iTunes y le he mandado mis felicitaciones a Ryan [Murphy] vía Twittter.

SP: ¿Debemos suponer que, a pesar de este descanso, se mantiene activa de alguna manera a través de este medio?
MS: ¡Por supuesto! Midley Season no se acaba en una columna, es más, desde aquí puedo ser mucho más combativa a favor de las series que deben seguir adelante.

SP: Con todo el respeto, ¿no cree que está dando la razón a aquellos que la tildan de abogada de pleitos pobres? Las series de Whedon, Arrested Development, Veronica Mars... usted hizo campaña por todas ellas. Hasta ha defendido a Southland (ex NBC) estos últimos días.
MS:
Que TNT haya recogido a Southland ha sido una satisfacción tan grande como que la misma ABC haya cancelado Hank. A veces se consiguen cambiar algunas cosas. Ahora mismo, estoy empezando un movimiento para salvar Fringe. Más vale prevenir que curar, ya se sabe.

SP: ¿Por qué dice que está descansando en su casa de Las Caimán cuando está en realidad haciendo todo lo contrario?
MS: ¡Pero si 'twittear' es estar de vacaciones!

PD: Aprovecho para volver a dar gracias, esta vez en el blog, a The TV Slayers por la cita en su último podcast :)

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Contrahechizo

Los contrahechizos para combatir la magia negra que ha venido practicando la audiencia con Eastwick no le han servido de nada a la ABC para mantener a flote este drama 'hoccus poccus', resultado de un cruce maligno entre Desperate Housewives y la famosa película de los ochenta. Eso sí, la cancelación se producirá tras haber cumplido cada una de las fases del conjuro, por lo que se producirán y emitirán los trece episodios que se habían encargado en un principio. Ya se sabe que jugar con 'meigas' es tentar al gafe de por vida, y no es plan de enfadar a los aproximadamente cuatro millones y medio de 'trasnos' que veían la serie, según el Libro de las Sombras.

Los pobres datos que ha venido marcando en el target comercial, los miércoles a las 10 de la noche, con un rating alrededor del 1,5 por ciento, sin duda dan la razón a la cadena de Disney para archivar la serie protagonizada por Rebecca Romijn, Lindsay Price y Jamie Ray Newman. A su favor hay que decir que tuvo el mal fario de ser programada en la misma franja que uno de los tótems de la CBS, CSI: NY; pero al mismo tiempo, la crítica se ha divertido haciendo vudú con ella, por insípida e incapaz de ofrecer nada medianamente atractivo.

Con esta noticia, la ABC se une a The CW y a la cada vez más desplumada NBC (veremos en qué acaba la compra del grupo NBC Universal por parte del gigante del cable Comcast) en la terna de 'networks' que han finiquitado alguno de sus estrenos en lo que llevamos de cosecha televisiva. La cadena del Abecedario ha cuidado un poco las formas a la hora de cerrar Eastwick, ya que simplemente se ha limitado a no otorgarle a la serie el derecho a temporada completa, algo que también ha hecho Peacock con Trauma. El drama paramédico a lo Michael Bay también se apagará tras los trece episodios que se suelen contratar al inicio de la 'season'.

Ya vimos que The CW no tuvo tantos miramientos y devolvió toda la colección de The Beautiful Life sin haberla sacado casi del camión. Mientras, la CBS se ha aliado con el brujo que supuestamente le hace la puñeta a Cristiano Ronaldo, y tiene la casa protegida para bastante tiempo, así que sólo nos falta saber cuándo actuará Aquella que No Debe ser Nombrada. Ya tarda para lo que acostumbra.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Glocalismos y panaceas

El pasado tres de noviembre unas cuantas naves nodrizas llegadas de otra galaxia se posaron sobre las principales ciudades del mundo. A través de ellas, una mujer aparentemente humana lanzó un mensaje de paz y atención médica universal para todos los habitantes de nuestro viejo planeta, que aplaudieron con júbilo sus palabras.

Esta explosión de alegría se ha convertido en una de las secuencias más criticadas de la premiere de V, la actualización de la mítica serie de los ochenta que la ABC por fin ha emitido tras meses y meses de asedio promocional. El piloto se consume en un suspiro y sale ileso de la tarea de hilar y sintetizar una importante cantidad de información que en el original, según tengo entendido (los lagartos me pillaron casi gateando), se extiende a largo de una miniserie. Sin embargo, no es mi intención hacer crítica del capítulo en sí, sino reflexionar, a propósito de los citados aplausos, sobre algunas de las cuestiones de fondo que aparecen en el mismo y que también se ha detectado en otras producciones como FlashForward.

Ambas series comparten un punto de partida idéntico, un acontecimiento de proporciones mundiales que perturba la rutina de un día determinado, y una reacción neutra o positiva ante esos hechos por parte de la población. En FF, por ejemplo, vemos que los personajes aceptan muy fácilmente las consecuencias del desvanecimiento, mientras que en V no es sólo aceptación sino alegría por la llegada de los visitantes. Por eso , el principal 'pero' que se les ha achacado a los dos pilotos ha sido la falta de crítica, recelo o, incluso, miedo con los que la población se ha enfrentado a la realidad. En otras palabras, ¿es normal tanta normalidad? Mientras que en FlashForward resulta más difícil justificarla (¿a quién beneficia el 'blackout'?), en V, por el contrario, la trama se apoya en algunos temas que hacen comprensible tanta euforia.

Si Battlestar Galactica escogía la metáfora para denunciar ciertos temas del mundo contemporáneo, V, por el contrario, mata la metáfora. De sobra son conocidos los planes de Barack Obama para implantar unos servicios médicos universales en los Estados Unidos, eso que aquí en Europa nos parece tan básico y lógico después de décadas al cobijo del Estado del Bienestar.

Pero las implicaciones del 'lagarto samaritano' que nos presenta van más allá del país de las barras y estrellas, puesto que la consecución de algunos de los Objetivos del Milenio para el Tercer Mundo se asocian a la existencia de una sanidad gratuita o la erradicación de las guerras. Después de años de decepciones tras las promesas incumplidas de las élites y sus intereses, ¿cómo la inmensa mayoría de la población mundial va a decir que no ante algo que les ofrece lo que sus gobernantes no? Por eso, en el piloto queda reflejado el sentir de esa mayoría descontenta, aunque ocurre lo de siempre en una producción estadounidense sobre un acontecimiento global: exceso de localismo.

No obstante, que la buena acogida de las personas de pie a los visitantes quede justificada por una situación de hartazgo o desesperanza (típicas circunstancias en el ascenso de poderes totalitarios, por cierto), eso no es motivo suficiente para que el capítulo no se digne en mostrar la opinión de la comunidad internacional, de los líderes que se ven desplazados del centro de influencia por los recién llegados. Mientras que el piloto aumenta en verosimilitud porque describe una reacción ciudadana realista hasta cierto punto (podemos discutir si los aplausos son necesarios), al mismo tiempo pierde enteros por omitir a las élites políticas, que son las que deben recelar y actuar en un primer momento por la cuenta que les trae. Precisamente, por omisión debemos pensar que también están encantados con los visitantes.

Tengo una oferta que no podrá rechazar

Y qué decir sobre el retrato de medios de comunicación, el elemento de resistencia por antonomasia; si falla la política, allí están ellos para hacer crítica. Nada de eso, son los primeros en hincar sin rechistar la rodilla ante Anna (Morena Baccarin). Una cosa es venderse al mejor postor de entre los humanos, como todos sabemos, pero, ¿también a los extraterrestres? Sabía que mi gremio estaba en crisis, pero no tanto.

Con este panorama, el único elemento de resistencia que queda es una sociedad secreta de ciudadanos, otra élite, aunque con un núcleo más contracultural o subversivo, sobre la que recaerá el peso de despertar al resto, prensa y líderes incluido. Llegados a este punto de no retorno, lo lógico es que veamos otras iniciativas parecidas en el resto del mundo, y no sólo en Nueva York como es el caso. No tiene sentido que ante las audiencias globales que alcanza hoy en día la ficción usamericana, sigan intentando focalizar todo en su territorio o una ciudad, y más con las pretensiones de las historias que manejan.

Para terminar me gustaría volver a FlashForward. Si bien, ésta refleja la función de las élites de poder e influencia un pelín mejor que V, falla a la hora de escoger a su protagonista. ¿Por qué lidera la investigación la delegación regional del FBI en Los Ángeles, y no el FBI? ¿O la misma CIA, que trabaja en el extranjero?

martes, 3 de noviembre de 2009

Theodore, Teddy, Ted...Tedio

Si tuviera que medir mi grado de satisfacción con cada una de las cuatro temporadas que he visto hasta la fecha de How I met your mother (CBS) no dudaría dos veces en recurrir a la regla de los apodos:
  1. Coge a cualquier personaje. Mejor si es el que más odias o el menos carismático de todos.
  2. Transfórmale el nombre, según lo que hayas disfrutado de la serie en una temporada concreta. A más cariñoso, más te habrá gustado; a menos, obvamiente no tanto. Si ya no eres capaz de crear más motes, una de dos: o pasas a los apelativos tontorrones, o te vas directamente a los insultos (también sirve no decir nada para mostrarle tu ignorancia).
  3. Pones la lista de nombres y, en función de eso, nos saldrá un indicador del rumbo que va tomando la serie. En este punto debo que decir que pocas, las obras maestras, consiguen superar temporada a temporada el nivel de cursilería.
En mi caso con HIMYM, tiene toda la pinta de que el 'Tedio' de la cuarta temporada se convierta en un 'Teodioro' si la quinta no es capaz de hacerme volver a los momentos 'Teddy' de la segunda, cuando Robin terminó por arrastrarnos a los centros comerciales, y Barney utilizaba a Lily de espantaligues en su propio piso.

Ni-nu-ni-nu... Spoilers para quienes no hayan visto la cuarta.

Con Ted sin Robin en el tercer año, volvimos a las comeduras de tarro de este hombre, si bien las apariciones estelares y autoparódicas de Britney Spears y James Van der Beek salvaron un poco los muebles. Además, la participación de éste último va unida al comienzo del lío de Robin y Barney, del que me reservo una opinión hasta que vea la quinta. De entrada, sólo pienso que ambos personajes son demasiado iguales en la base.

Ver a al mujeriego Stinson bebiendo los vientos por Scherbatsky en la cuarta temporada no ha estado mal, ya que hemos visto una faceta del personaje muy poco conocida (desde ese capítulo legendario sobre el origen del "Suit up!"...), pero no me creo la resolución del asunto. A lo largo de los 24 capítulos, hemos visto más de Barney llorando por las esquinas, que de Robin dando pistas, aunque sea por gestos, de que le gusta Stinson. Es más, todos los sentimientos de la reportera se muestran en un sólo capítulo, la season finale, de sopetón y sin previo aviso.

Lily Aldrin es quizás el personaje sobre el que menos he cambiado de parecer a lo largo de las temporadas. Haga lo que haga sigue siendo la maquiavela del grupo, y por tanto, una caja de sorpresas. Con Marshall forma la pareja entrañable de anuncio que le sirve de modelo a Ted en su búsqueda de la felicidad, aunque con esas toneladas de humor que en manos de Mosby se convierten en romanticismo de kleenex.

Sin su mujer al lado, he comprobado que Marshall puede llegar a ser un personaje muy cansino. Probablemente, Eriksen haya sido una de las razones por las que la cuarta temporada me haya costado tanto. La ausencia de Alyson Hannigan por maternidad se notó, y mucho. How I met your mother funciona como un puzzle donde todas las piezas son importantes, se trata de una serie donde existe una interdependencia entre los personajes muy fuerte, ya que están caracterizados de manera que actúan de contrapuntos los unos de los otros.

De todos, Ted es el menos atractivo, pero es necesario ya que tiene que haber alguien que en contraste haga brillar los comentarios tronchantes de Barney o Robin, y bueno, hay que conocer a su futura aunque nadie se acuerde ya de ella. Del mismo modo, Lily equilibra las pataletas de Marshall con un tipo de humor más malicioso si cabe. Todos ellos, juntos en el MacLaren's o en el salón de Ted, dan lugar a un 'awesome' universo de referencias cómicas que espero que sigan expandiendo a pesar del bache.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Skins cuelga una nueva orla


ADVERTENCIA: Para asistir a esta Skins Party debes haber hecho la ruta de la primera, segunda, y tercera temporadas. Sin ellas, la resaca de spoilers es mala, mala
.

Cada cierto tiempo, cuando estoy en mi ciudad, me planteo visitar mi antiguo instituto y, sobre todo, la estupenda biblioteca que alberga, con sus estanterías de madera oscura y su balconada. También me gustaría echarle un vistazo a las orlas de los pasillos para comprobar si los profesores siguen repitiendo foto, y escrutar mis pintas con 17 años. Horror, pero supongo que forma parte del encanto del I.E.S., un coleccionista de caras, pero con una cara propia que se mantiene igual aunque pasen los años. La forma en que el instituto salvaguarda su esencia y los dramas asociados a sus paredes es cuanto menos paradójica: el cambio, el relevo en las generaciones de alumnos. Es raro, pero así funciona. Y a los creadores de Skins no les tembló el pulso cuando, en la tercera temporada, se mostraron coherentes con esa realidad. La entendieron a la perfección y los que seguimos la serie salimos ganando.

Aunque se exageren muchas de las situaciones, lo que diferencia a esta producción británica del resto de ficciones 'teen' es el alto grado de verosimilitud que regala en cada uno capítulos, donde gran parte del mérito hay que otorgáselo al diseño del reparto. Curiosamente, Skins no necesitó grandes artificios para romper moldes, sólo utilizó algo tan simple y subestimado como el sentido común, y lo convirtió en su marca diferenciadora: contar única y exclusivamente con actores adolescentes (desconocidos, a ser posible) interpretando a jóvenes de 16 a 17 años, con un talento y sensibilidad inusuales en el género. Así, con esta premisa inamovible, no debe extrañar el cambio de personajes en la tercera tanda de diez episodios. Es más, se revelaba como necesario si Esley y Brittain querían mantener una de las principales señas de identidad de la serie junto con el sólido y atípico desarrollo de los personajes, basado en capítulos centrados en cada uno de ellos, como si de un estudio monográfico se tratara.

Ambas piedras angulares, reparto y personajes, dependen íntimamente la una de la otra y no se pueden analizar por separado. De nada sirve que nos pongan a jóvenes actuando medio bien si sus papeles son planos, o, peor aún, chicos que no saben actuar y encima sus roles no tienen matices. Éste es el caso de Física o Química, que, en la actual temporada se ha permitido plagiar alguna que otra secuencia de nuestros amigos de Bristol. En fin.

He de reconocer que tenía mis dudas respecto a si la nueva pandilla iba a estar a las altura de la primera generación, en la que Cassie, Sid y Chris acapararon merecidamente todas mis atenciones. Pronto esas dudas se disiparon, aunque ha sido ahora cuando he encontrado por primera vez a un personaje que me cuesta mucho soportar y ése no es otro que Cook, que si bien comparte con Chris su amor por la fiesta, carece de ese fondo de buen pícaro del que hacía gala Chris, llevándolo todo hacia derroteros más salvajes y extremos. En este sentido, los padres vuelven a presentarse como los principales responsables del estilo de vida de los hijos, ya sea por su propio egoísmo o su profunda idiotez mental, lo que suaviza en parte mi opinión sobre Cook tras ver al elemento que tiene por padre.

Con todo sus excesos y falta de escrúpulos, este macarrilla tatuado ha sido el generador de conflictos y el motor de la trama principal de esta temporada, que gira alredor de un doble triángulo. Por un lado, el formado por él mismo y sus dos amigos de toda la vida: el adorable mago y socialmente inepto J.J., el 'skater' fumado Freddie; y por otro, el que forma con Freddie y Effy, la retorcida y observadora hermana de Tony que ya conocemos. Los retos a los que se enfrenta la amistad cuando llega una intrusa a romper la paz, los esfuerzos por mantenerla y, sobre todo, la lucha de J.J. por hacerse respetar un poco ante sus dos amigos fueron los temas en los que pivotó este último año de Skins, aunque, a decir verdad, el protagonismo 'real' de la serie estuvo en la acera de enfrente, como veremos.

Ya la anterior generación Sid, Cassie y Chris robaron las camáras a los que parecían los reyes del mambo, Tony y Michelle, pero aún así se apreciaba una cierta unidad en la pandilla, especialmente en la primera temporada. La dinámica cambió en el segundo año, en el que se profundizó más en la pintura de los personajes debido al giro dramático que tomó la historia. Y, ahora, en la tercera se ha logrado un cierto equilibrio en la presentación de los chicos que también responde a un balance entre desenfreno, drogas y lágrimas.

Aparte de los llamados Tres Mosqueteros y la 'extraña pareja' de Effy y la alucinada Pandora no hay una relación previa de amistad entre los componentes de la pandilla, como en el caso de la anterior generación, ni se ha formado un sentimiento de grupo a lo largo de la temporada. Esto ha permitido que los personajes no pasen desapercibidos en su primer año como ocurrió con Anwar y Maxxie, de los que me atrevería a decir que son los menos desarrollados de toda la serie, incluso Jal tuvo más protagonismo. De esta forma, las gemelas Katie y Emily, Naomi, la misma Pandora y Thomas, que introdujo una subtrama sobre la inmigración (él es del Congo), se aseguraron sus minutos significativos, aunque con resultados dispares entre ellos.

Y digo dispares porque Emily y Naomi han dinamitado el sentido en el que fue concebida esta temporada. Se comen a Effy, Freddie y Cook, cuyo triángulo literalmente palidece ante la historia de descubrimiento y aceptación de la homosexualidad que protagonizan las dos chicas. Si bien Skins nunca fue ajena a los personajes gays (ahí está Maxxie) ésta es la primera vez que la serie se lanza de lleno a contar una relación, y resulta curioso que de todas las parejas de la serie sea ésta la única que ha seguido una evolución más o menos corriente, ya que no es un dúo disfuncional como Sid y Cassie, y ninguna de las dos tiene la mente pérfida, aunque muy lúcida dependiendo del qué, de Effy para jugar entre dos aguas (Freddie, ¡actúa, haz algo!). Tampoco hay momentos de cuernos propiamente dichos, como en el caso de Tony y Michelle, o Chris y Jal.

Si quitamos lo gay, se queda en algo tan universal como el miedo a querer y a sentirse querido, y el sufrimiento por no conseguir lo que uno quiere, que es lo que le ocurre a la independiente y algo huraña Naomi y la, en apariencia, frágil Emily, respectivamente. ¿Quién no ha pasado por ahí? En esa identificación con la historia, por encima de las identidades sexuales, es donde radica la buena acogida a esta pareja, además de en la sensibilidad y el buen gusto con el que su trama se refleja en el guión.

La parte que le toca a la otra gemela, Katie, es menos benevolente. El personaje está hecho para ser odiado, porque por encima de los padres, es la barrera que no acepta a su hermana Emily tal y como es. Uno de los aciertos de la temporada, en mi opinión, ha sido ver la dinámica entre las dos gemelas y el estatus de poder que la mayor, Katie, tiene sobre la menor, Emily, y como ésta poco a poco va reclamando su lugar como persona en las mismas condiciones que su hermana. Asimismo, Katie, la gemela 'mala', mucho más extrovertida y "siempre con novio desde los siete años", al final se da cuenta de que sólo tiene a su hermana.

Esta posición de debilidad y de incomprensión de Emily nos lleva a otro de los lazos que se ha formado en estos episodios que no es otro que la amistad entre ella y J.J. El capítulo en el que se ayudan el uno al otro a superar sus problemas me pareció uno de los mejores, y rompió un poco con la tónica de utilizar una cuidada selección de música actual (otro sello Skins que se precie) para servirnos una cuidada selección de música clásica a cargo de mi compositor favorito, Claude Debussy. El halo infantil que desprenden sus partituras más famosas le va que ni pintado al episodio, al fin y al cabo J.J. es como un niño grande y, ¡oh, sorpresa! su madre es normal. Estoy deseando ver cómo continúa creciendo el personaje en la próxima temporada y va haciendo frente a lo que parece un principio de autismo.

Con vistas a la cuarta temporada, espero que Pandora y Thomas tengan un poco más de peso, ya que sus personajes se han ido desinflando una vez hemos visto sus episodios de presentación, y que a Freddie nos lo despierten de su letargo, por favor, aunque entiendo algunas de sus acciones. Por otra parte, también deseo que superen la bicefalia que sale a relucir en los dos últimos capítulos. Esto ha dado lugar a una season finale muy desangelada en comparación con el explosivo final de los 45 minutos anteriores, quizá debido a lo que ya hemos comentado sobre la poca interacción que ha habido entre la pandilla más allá de las fiestas conjuntas, y el surgimiento de una trama secundaria con más gancho que la principal.

En líneas generales, la nueva hornada de jóvenes presenta unos personajes, en su mayoría, más equilibrados desde el inicio, quizá sin una caracterización tan, tan marcada como los de la primera generación, pero por ello con más posibilidades de que los cambios se den de una manera más sostenida y menos evidente. Imposible decidirse por una de las dos cuadrillas.

Veremos en los próximos ocho episodios. Ya falta menos para enero.

viernes, 23 de octubre de 2009

¿Fue un plan lo bastante Cavilado?

AVISO AL OSADO: Los spoilers de esta entrada probablemente te disuadan de ver Battlestar Galactica: The Plan

Espero no crear una marabunta si afirmo que Battlestar Galactica: The Plan en algunos momentos pareció una película de humor. Puede que las circunstancias del visionado, en compañía y con comida alrededor tuvieran algo que ver, pero lo dudo mucho. Lo que se suponía como una crónica de cómo los cylons orquestaron el plan para exterminar a la raza humana, se quedó en ¿Cavil echando la bronca a sus esbirros zoquetes? Las expectativas me traicionaron esta vez.

La sensación de pastiche o collage en la TV movie ¿dirigida? por Edward James Olmos está presente de principio a fin. La yuxtaposición de imágenes de la miniserie rodada en 2003 con otras grabadas para la ocasión canta demasiado, sobre todo, en el caso del Chief Tyrol. Aaron Douglas, el actor que lo intepreta, ha cogido bastantes kilos en todo este tiempo, y eso se tiene que notar por algún lado. Seis años son seis años, se mire por donde se mire. Sé que se trata de un ejemplo un tanto frívolo, pero es la prueba más gráfica que he podido encontrar para sostener que la película parece el resultado de una práctica intensa con el Avid o cualquier otro programa de edición.

Aunque el film tiene detalles interesantes como los duros comienzos de la guerrilla capriana liderada por Samuel Anders (Michael Trucco), el resto, e incido en ello, es puro Cavil transformado en Gargamel dando collejas a su gato, porque le salió mal la última artimaña para acabar con los pitufos. Saber que El plan del que se nos hablaba al inicio de cada episodio de la serie, es una idea de bombero ideada sobre la marcha, y hace que esas frases ("Los cylon fueron creados por el hombre...") pierdan toda su fuerza y relevancia.

The Plan se limita a ser un detrás de las escenas un tanto cómicas (la Six prostituta colocándose una peluca platino de cualquier manera...) de cosas que ya hemos visto en la serie. No aporta nada nuevo, y lo que es peor, de plan sólo tiene el nombre. Como fan, quería ver cómo se gestó todo el ataque a las colonias, cómo los 'hijos' de los Cinco Últimos deciden romper una tregua de cuarenta años, y no el flashforward de las dos primeras temporadas visto desde otro punto de vista que se nos ofrece en la película. En ella, simplemente vemos lo que tuvo que pensar Cavil para acabar con algo que no había previsto en el ataque: la supervivencia de una flota humana en el espacio.



A propósito de los Cincos Últimos, su protagonismo es nulo, con la dudosa excepción del Chief. En su lugar, el peso del drama recae en una de las versiones Number Four, que viene a ser el equivalente en masculino de los sentimientos que Six y Boomer sienten hacia los humanos. De entre todos los cylons, la personalidad de la 'tostadora' negra es la más desconocida para el gran público, pero la forma en la que se nos muestra se ve engullida por el conjunto, flojo y sin ninguna gana de sorprender al espectador. Bueno, sí que sorprende: ¡¿dónde estaba D'Anna?!

En definitiva, estamos ante un producto diseñado a conciencia para el olvido. Desde luego, no provocará que alguien se de con la mano en la frente si piensa que ha visto todo sobre Battlestar Galactica. Al menos, en Razor sí vimos algo un poco diferente.

jueves, 15 de octubre de 2009

Corrigiendo errores

Todos los años, cuando empieza la temporada de series, los aficionados sacamos al técnico de recursos humanos que llevamos dentro y, CVs en mano, hacemos nuestra particular selección de personal. Últimamente hay tal volumen de candidatos, que a algunos no nos queda más remedio que pasar de las dinámicas de grupo y los encuentros tramposos a coger los currícula, apelar a nuestra intuición y jugar al basket. Así, luego pasa lo que pasa por guiarnos por tan exhaustivo método: cegados por la foto del currículum de tal serie, condenamos a la papelera a otras que exhiben un peinado espantoso, pero que saben hacerte pasar un buen rato de buena televisión. Menos mal que sólo estaba de pruebas y el error de contratar a Three Rivers antes de que a The Good Wife no costará un céntimo a la empresa.

Ambas series procedimentales de la CBS no pueden ser más diferentes tanto en temática como en la forma en que ejecutan sus posibilidades. Three Rivers es un drama médico sobre los transplantes de órganos vistos desde la triple perspectiva de pacientes, donantes y doctores. Y ya está. Una premisa interesante, que es lo que más me llamó de la serie en un principio, se queda en lo meramente formal y decorativo de sus transparentes pantallas táctiles, y no logra transmitir lo que se le pide al género de las batas: calor humano. Cada órgano de la serie, bien sea la realización, actuación o historia, va cada uno por su lado, y así es muy difícil conseguir un cuerpo con vida.

El batacazo que se ha pegado en audiencias anuncia cancelación y paro para el siempre atractivísimo Alex O'Loughlin, o la eterna Shane de The L Word, Kate Moennig, que poco pueden hacer con el pobre material que les brinda el guión. Esperaba que los cambios a los que se vio sometida la producción fueran para mejorar la serie, pero me equivoqué.

Por su parte, The Good Wife se está revelando como el auténtico 'underdog' del año. Un drama legal protagonizado por la ex enfermera de E.R., Julianna Margulies, en un papel que perfectamente podría estar diseñado para el canal Lifetime (mujer cuarentona y cornuda, con marido político corrupto en la cárcel, suegra, y dos hijos que criar... ¡uf!) y que tufa a vieja escuela abogacil por doquier. Inspirado en el escándalo del ex gobernador de NY, Eliot Spitzer, sólo le faltaría estar producido por David E. Kelley y ya tendríamos el síntoma que nos falta para completar el cuadro. Pero no, dejando de lado que los hermanos Scott colaboran como produtores ejecutivos, si cortamos la maraña de clichés, veremos un personaje femenino prometedor con una profundidad dramática que transciende los casos de la semana.

Al contrario que los médicos de Pittsburgh, Margulies sí tiene material con el que lucirse y el resultado engrandece a la protagonista, Alicia Florrick, que debe engrasar sus habilidades como asociada novata de un bufete tras años siendo una mujer de su casa. Además, esa dupla que forma con su ayudante, la investigadora Kalinda (Archie Panjabi), tiene pinta de darnos buenos puntos cómicos debido al diferente carácter de las dos mujeres, una más apocada y, por qué no, con métodos 'de madre', y la otra más agresiva y directa. Tampoco podemos olvidar a la suegra, Jackie, intrepretada por Mary Beth Piel, la 'Grams' de Jen en Dawson's Creek.

La serie en sí no aporta nada a nivel visual o narrativo que no hayamos visto en otro producto del género, aunque se nota el oficio detrás de la realización, impoluta. Y si además a eso le unimos el potencial de su personaje protagonista, que puede hacer escorar el conjunto hacia el drama familiar, la etiqueta de procedimental no sirve para espantar a los que están hartos del formato.

domingo, 11 de octubre de 2009

Desenterrar para seguir viviendo (Six Feet Under 3)

A medida que crecemos una de las mayores lecciones que aprendemos (y que nos han transmitido alguna vez nuestras abuelas mientras las ayudábamos a pelar patatas) es que la vida no nos da siempre lo que queremos. Ya se trate de personas, situaciones ideales, o trabajos, nos topamos con barreras que nos alejan del objetivo a la vez que nos inunda cierto sentimiento de insatisfacción. En esos casos, lo mejor es enfrentarse a esos hechos y pasar página con optimismo. Sin embargo, algunas personas, como los Fisher, hacen todo lo contrario, y meten todos esos sinsabores en un ataúd A dos metros bajo tierra a riesgo de llevarse un buen susto si a esas frustraciones les da por sacar la mano por encima del pavimento.

En la tercera temporada de la serie, la familia funeraria por excelencia sigue, por un lado, dando pasos de gigante contra la incomunicación entre sus propios miembros pero, por otro, se convierte en víctima de esos fantamas de la decepciones vitales que pueden aterrar a cualquier ser humano. Alan Ball ha tensado la cuerda del drama y no ha dudado en rodear a Nate con ella, hasta llevarle al límite de sus fuerzas, primero, fingiendo que es feliz conviviendo en familia con una mujer a la que no quiere (Lisa, la madre de su hija) y, después, desesperándose y sintiéndose culpable por todo lo que pasa.

Por el camino, el hijo mayor del clan interpretado por Peter Krause se nos muestra por momentos intransigente, egoísta e incapaz de 'apechugar' con su nueva realidad, como un adolescente al que le entra una pataleta, pero que tampoco arregla nada, ya que continua dentro de un matrimonio que es fallido a todas luces, aunque luego se autoconvenza de que no es así. Conociendo al personaje, para nada imaginé que tras la intervención quirúrgica me iba a encontrar con un Nate casado 'de penalti', y menos, tan sobrepasado por las circunstancias. Soportarlo a él y a la histérica de Lisa en esta temporada ha sido todo una experiencia. Parece que Ball ha querido aplicarle a Fisher Jr. el cuento de que 'hay algunos que aprenden a leches'. Y tanto, para delicia de los que somos del 'team Chenowith' y de las segundas oportunidades.

A pesar de que estos trece capítulos se hayan centrado en machacar a Nate, y la primera parte de la temporada se haga cuesta arriba, lo más sorprendente ha sido comprobar que el realismo de todas las emociones que desfilan por la serie sigue intacto. Los personajes continuan su evolución particular y, a su manera, van desencorsetándose poco a poco y haciendo frente a tabúes y problemas enterrados. David y su novio Keith nos han brindado los mejores momentos de la temporada, descubriendo juntos la manera de superar los ataques de agresividad del ex policía y los asuntos pendientes con su padre, así como la falta de expresividad de Fisher, que estaban minando su relación. Por algo, cuatro años después del final de la serie, siguen siendo el mejor retrato de una pareja homosexual de hombres que ha dado la televisión. Honesta y alejada del estereotipo.

Desde que murió Nathaniel Sr., Ruth ha intentado revivir la 'juventud perdida' tras su matrimonio con más o menos fortuna, pero esta temporada verla divertirse con Bettina (Kathy Bates) e ilusionarse al lado de Arthur, el friki ayudante de la funeraria, para después casarse con George ha sido mucho para el cuerpo. Nunca sabemos por dónde va a salir este personaje, y ese toque naïf que aporta Frances Conroy con su interpretación la hace absolutamente adorable. Sus conversaciones con la otra pelirroja de la familia, Claire, siempre llegan en el momento justo y, aunque no sean precisamente charlas 'a corazón abierto' suponen un cobijo para los quebraderos de cabeza de su hija. Porque si Nate es el eterno insatisfecho, la pobre Claire tiene un ojo clínico para las relaciones problemáticas.

La confesión que le hace su hermano David mientras ambos están recibiendo a los asistentes a un funeral vuelve a demostrar que hay que estar atentos a cada una de las escenas de Six Feet Under. Por muy anodinas que parezcan, están cargadas de un contenido significativo que puede aflorar de un momento a otro. El gusto por los pequeños detalles y el diálogo cotidiano y profundo son el vehículo sobre el que se mueven todas esas emociones que los Fisher aún tienen que desenterrar antes de descansar en paz. Han progresado bastante en tres temporadas, ¿serán capaces de ofrecer aún más en las dos que quedan?

miércoles, 7 de octubre de 2009

Ciento treinta y siete segundos en la bola de cristal


Si lees esto sin haber visto algo de FlashForward, te desmayarás y verás un futuro lleno de spoilers.


Si las videntes no quieren que sus negocios fracasen, deberán aprender a desmayarse a placer y predecir el futuro con más precisión que las cartas del Tarot o los posos del té. El plato fuerte de la ABC para la actual temporada, FlashForward, ha demostrado en los dos capítulos que lleva emitidos que un desvanecimiento puede ser la respuesta a preguntas típicas como "¿qué será de mi vida dentro de un tiempo?" o "¿habré conseguido lo que me propongo?", y lo consigue empujando al subconsciente de cada habitante de la Tierra a presenciar, durante 2 minutos y 17 segundos, hechos que ocurrirán un día concreto dentro de seis meses. El 29 de abril de 2010.

Con esta premisa arranca la serie que está llamada a ser 'la definitiva' heredera de Lost, si hacemos caso del murmullo que ha generado en los medios desde principios de año. Palabras mayores que yo prefiero tomar con cautela porque a pesar de haber enseñado unas credenciales más que dignas en sus dos primeros episodios, la superficie de FlashForward está muy fresca todavía para pegarle tamaña etiqueta. La serie que David S. Goyer (Batman Begins y secuela) y Brannon Braga (Star Trek) presentan a partir de la novela homónima del canadiense Robert J. Sawyer nace en un contexto totalmente distinto que el producto de Abrams, Cuse y Lindelof. Es más, me atrevería a decir que surge en un contexto posible en gran parte gracias a la irrupción de Lost en el panorama televisivo (que haya perdido fe en los 'losties' no les quita méritos) y, en ese sentido, no se puede hablar aún de que aquí se esté preparando una pequeña revolución.

Pero a nivel formal, y ya acabo con las comparaciones, si de algo es deudora FlashForward de la isla, es de la espectacularidad con la que se abre la serie y de su reparto coral. Una secuencia impactante con la que dejar boquiabierto al espectador del mismo modo que aquel Oceanic 815 estrellado en la arena. Los Ángeles colapsado por un desmayo de consecuencias globales y una población mundial desconcertada por lo que ha podido ver, cosas buenas y malas. En 45 minutos de intenso piloto, se nos deja ver las visiones de unos cuantos personajes, entre los que se encuentra Mark Benford (Joseph Fiennes), un agente del FBI con problemas con la bebida, en el que parece recaer el pulso narrativo de la trama, ya que con él comienza la investigación del suceso.

En el primer capítulo vemos los 'flashforward' y los no, de prácticamente todos los personajes principales, por lo que la novedad estará en ir descubriendo las piezas que faltan del resto del mundo, de ahí que la serie se preste a ser un desfile de caras con una historia que añadir al mosaico, como se ha podido ver en el segundo episodio con el testimonio de la pastelera. El drama personal lo ponen los principales, mientras que los secundarios tendrían la función de hacer avanzar la historia. Es sólo una suposición, porque ya sabemos de qué van las visiones más importantes, a menos que tengan un as en la manga oculto que no nos hayan enseñado. Espero que sepan encontrar el equilibrio y que no machaquen demasiado con constantes alusiones gráficas a los 'flashforward' como en el caso de Benford.

Mientras disfrutaba del segundo capítulo en compañía de unos amigos, tuvimos una pequeña discusión acerca del agente del FBI y de las motivaciones de ocultarle a su mujer, Olivia (Sonya Walger) su recaída en la bebida cuando ella le ha sido sincera sobre su posible futuro con otro hombre. Resumiendo: no congenié mucho con Mark, aunque eso lo achaco quizás a la poca fuerza de Fiennes a la hora de interpretar el papel. Por el contrario, Demetri (John Cho) y la pequeña Charlie son los personajes que más me intrigan por ahora; el primero, por el trágico final al que parece destinado, y la segunda, por todo lo que no nos ha contado.

Por la sensación de cuenta atrás que va a unida al argumento de la serie, de tener la oportunidad de cambiar un futuro nada alentador antes de la fecha de caducidad, veo muy difícil la manera de justificar una segunda temporada. Con una media de 11 millones de espectadores, tiene todas las papeletas para hacerse con un puesto estable en la parrilla de la ABC, aunque esperemos que no a costa de inventarse tramas inusitadas propias de adivina de cadena local a medianoche. Ése es el peligro y el reto al que deben hacer frente los guionistas en los episodios que están por venir.