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domingo, 29 de abril de 2012

En primavera las series se alteran

En la vida de cualquier seriéfilo, los meses de septiembre y octubre suelen ser un poco locura ya que hay que cuadrar la mesa para que también quepan las series recién llegadas, además de las que ya tenían el sitio reservado desde la temporada pasada, o más atrás. Cuando la media de visionados a la semana rebasa los 15 capítulos ya se puede pensar en trazar una pequeña agenda que ponga orden a todo lo que hay que ver.  La utopía es ver los episodios que tocan en los días siguientes al día de su emisón, pero aprovechando que la distribución semanal de series de cada uno tiene jornadas más ligeras que otras  (es decir, encontrarte un martes con un solo capítulo nuevo por ver, por ejemplo), y que existen los parones para comer y los fines de semana de manta y sofá, es relativamente fácil rellenar huecos de tal forma que se puede acabar la semana con todas las series al día o, al menos, con el 50% de los capítulos vistos. Todo eso, claro, si no hay obligaciones y compromisos o planes o sucesos sorpresa que nos echen al traste el chiringuito que habíamos montado, cosa que siempre ocurre porque, aunque cueste creerlo, somos gente con una vida y, a la vez, carecemos de los poderes de los Observadores para llegar a todo.

En cualquier caso, en circunstancias normales se trata de asumir de forma realista cuántos episodios se puede permitir uno a la semana y de planificarse al respecto. Un poco como ir al gimnasio, aunque aquí la satisfacción es inmediata y no existen las agujetas del primer día. Es común que alguien nos pregunte de dónde sacamos el tiempo para tanta serie. Bueno, con algo de dedicación y organización, se puede, y si vemos que estamos empezando a apilar episodios por motivos ajenos a la pereza, por un lado, el propio calendario de las series nos echa una mano con los hiatos, que en este caso son más amados que odiados; y, por otro lado, los que también vemos series británicas sabemos de antemano que sus temporadas duran poco. Pero, por encima de todo, siempre se puede dejar de ver una serie definitivamente cuando nos deje de convencer: nadie está obligado a ver nada con lo que no disfruta.

Después de esos dos primeros de ajustes de agenda en la temporada seriéfila, uno va llevando sus capítulos como puede, hasta que, ay, llega la primavera y se reedita el estrés de principio de curso. ¿Las culpables? La series del cable, un lugar donde el curso sólo consta de un máximo de cuatro meses (abril, mayo, junio, y hasta cierto punto, julio) en los que se programa casi todo, tanto regresos como novedades. Y digo "casi todo" porque luego nos podemos encontrar esas programaciones un tanto aleatorias que se marcan bien  avanzado el verano (como cuando Weeds se emitía a partir de agosto), o en otoño para estar frescos para los premios (casos recientes de Boardwalk Empire o Homeland). Pero, por la misma lógica, si nueve meses se convierten en cuatro en el cable, ¿qué decir de las semanas? Pues que sólo tienen un día para programar: el domingo. Este 2012, con eso de los rumores del fin del mundo, parece que les ha entrado el pánico (sobre todo, a la HBO) y nos ha tocado un mes de abril infernal cuyas llamas se van a extender mínimo hasta que terminen las series de network, que, para más inri están en el clímax de final de temporada.

Estos lunes de primavera, ese día tan bonito, yo me despierto con The Good Wife, Once Upon a Time, Girls, The Killing, Game of Thrones, Nurse Jackie, The Borgias, y The Big C (y eso porque no veo Mad Men y he desistido de empezar Veep) para descargar. Las seis últimas, por cierto, con 'season' o 'series premiere' emitidas en este abril que ya termina. De todas ellas, no he empezado la nueva entrega de la detectivae Sarah Linden, sólo porque no voy a acumular episodios de TGW o OUAT a estas alturas. Pero para poder calzar estos nuevos episodios con los pocos que quedan del resto de la series de la semana, he tenido que parar un momento con Modern Family y Suburgatory, por eso de que son comedias de 20 minutos y no roban tanto tiempo como un drama. La estrategia está clara: darle prioridad a esos dramas que están a  punto de acabar, y si he acumulado capítulos de series como Ringer o Grey's Anatomy, siempre se puede recurrir al preciado 2x del VLC Player. No van a notar en demasía el acelerón, es más, hasta puede que mejore la calidad de los episodios comprimiendo todo lo que pasa de 40 a 20 minutos.

Pero hay productos que ni con esas dan ganas de verlos a 2x, simple y llanamente, porque la pereza está a unos niveles en los que es mejor dejarlos tal y como está y no añadir más tarea al calendario. Es lo que me pasa con uno de los estrenos más anunciados de la 'midseason', Smash, con el que me encuentro empantanada en el quinto episodio y en el abismo de borrarla del disco duro por hartazgo.

Al final, tanta acumulación de series hasta puede servir para hacer limpia.

domingo, 5 de febrero de 2012

Un trienio y 100 razones

Dentro de tres días hace tres años, yo estaba trasteando en Blogger configurando este blog y su primera entrada. Supongo que como todos los que empezamos la aventura de abrir kioskos como éste, en la vida pensé que la broma fuera a durar tanto, pero aquí estoy como el primer día, hablando sobre series lo mejor que puedo, y acordándome de vez en cuando de los antepasados de algunos ejecutivos por cancelar ficciones antes de tiempo. Lo mejor, sin duda, ha sido conocer a un buen puñado de gente que comparte esta afición, tan placentera y gratificante, como exigente e interminable a partes iguales, que es ver series de televisión. Y ¿por qué alimento a este monstruo? Esta semana Como un fénix se ha atrevido a dar sus razones y, coincidiendo con que estamos de celebración, aquí van las mías:

1. Por Sydney Bristow.
2. Por la pared que Pacey le compró a Joey.
3. Por los 'brunch'  de Carrie, Miranda, Charlotte y Samantha.
4. Por la casa de la playa de Michael Mancini.
5. Por esa amiga llamada Sally a la que Felicity le mandaba mensajes grabados... y que creo que nunca existió.
6. Por el enano de la habitación roja de Twin Peaks.
7. Por el Poder de Tres, antes de que a Shannen Doherty la echaran por petarda.

8. Por la Presidenta Roslin y sus escotillazos galácticos.
9. Por Shonda Rhimes y sus tramas psicotrópicas.
10. Por los osos polares en islas misteriosas.
11. Por todos esos actores que interpretan a adolescentes aun teniendo entradas... ¿verdad, Luke Perry?
12. Por cada una de las fiestas y resacas emocionales de Skins.
13. Por la sensacional segunda temporada de Alias.
14. Por Dallas y su temporada onírica.
15. Por la Condesa Viuda de Grantham y su lengua afilada.
16. Por la nariz de Blossom.
17. Por todo el reparto de The Good Wife.
18. Por esa especie de spin-off de Dawson's Creek llamado Young Americans que sólo vimos mi amigo Hausdorff y yo.
19. Por el lupus que casi nunca es lupus en House.
20. Por las tensiones sexuales no resueltas.
21. Por Aaron Spelling.
22. Por cada vez que en Ally McBeal aparecía el Dancing Baby a ritmo de 'My Everything'
23. Por Nancy Botwin y su falta de escrúpulos.
24. Por la burbuja de astronauta de Luke en Modern Family.
25. Por los rubios bien hechos como el capitán de Pan Am.
26. Por los maniquíes del primer episodio de la serie nueva de Doctor Who.
27. Por la duración de las series británicas.
28. Por las terapias de Tony Soprano con la doctora Melfi.
29. Por todos los gloriosos WTF de True Blood.
30. Por Roy, Moss y Jen.
31. Por las adaptaciones literarias de la BBC.
32. Por todas las resurrecciones televisivas.
33. Por "We'll find each other, we always find each other".
34. Por los planes malignos de Emanda.
35. Por todos esos pilotos que no llegaron a serie.
36. Por las botas de Kalinda Sharma.
37. Por el final de la primera temporada de The Big C.
38. Por todos los universos de Fringe.
39. Por todo aquello que ya ha pasado una vez y que volverá a pasar.
40. Por la porrista.
41. Por el acento británico.
42. Por Las Chicas de Oro.
43. Por Mary Alice Young.
44. Por los 'serieskillers'
45. Por todas las canciones y grupos que descubro gracias a las series.
46. Por las gafas de Horatio Caine.
47. Por lo bueno que estaba Tom Welling en las primeras temporadas de Smallville.
48. Por esos descansos que se tomaban en Friends.
49. Por Mr. Big, para huir si me encuentro con uno así.
50. Por el señor Floppy.
51. Por Ted Mosby y sus pobres hijos que no se aburren de escucharle contar la interminable historia de cómo conoció a su madre.
52. Por las madres de familia numerosa como Lynette Scavo.
53. Por el gorro de El Chavo del Ocho.
54. Por Jackie, para ver si se desintoxica.
55. Por Cory y Topanga.
56. Por "In my opinion, your honor".
57. Por Paul, el amigo de Kevin en The Wonder Years... y que no resultó ser Marilyn Manson.
58. Por las conversaciones entre Walter y Olivia.
59. Por escena de la trampilla del gato de Emily y Naomi.
60. Por los agentes de la condicional de Misfits.
61. Por McSteamy.
62. Por Atlantic City y sus gángsters.
63. Por Starbuck y sus puros.
64. Por los finales polémicos.
65. Por Hurley y sus recetas contra el hambre.
66. Por lo fácil que me lo pone Internet.
67. Por el 'hype'.
68. Por la sonrisa de Jack Harkness.
69. Por la Khaleesi.
70. Por los dramas de la familia Fisher.
71. Por "Fantastic", "Allons-y" y "Geronimo".
72. Por el fandom.
73. Por Lucio Voreno, Tito Pullo y Atia.
74. Por los cromas.
75. Por la sintonía de Doctor en Alaska que me despierta todas las mañanas.
76. Por el sueldo de Carrie Bradshaw.
77. Por las reconstrucciones de CSI.
78. Por los diálogos a toda pastilla de Gilmore Girls.
79. Por los ascensores de Grey's Anatomy.
80. Porque me encanta escribir sobre series.
81. Por la emoción de Band of Brothers.
82. Por los placeres culpables.
83. Por la máquina de escribir de Jessica Fletcher.
84. Por la cutrez de los Power Rangers y el maquillaje de Lou Ferrigno en Hulk.
85. Porque los debates que pueden surgir en Twitter después de cada episodio son geniales.
86. Porque me va la marcha a golpe de cliffhanger.
87. Por los ojos de loca de Claire Danes en Homeland.
88. Por lo mal que programan las cadenas españolas. No puedo esperar.
89. Por J.J. Abrams, aunque ahora sea "too mainstream".
90. Por las quedadas seriéfilas.
91. Por lo que se aprende sobre televisión sin darte cuenta.
92. Porque, a veces, es como observar vidas enteras con sus complejidades.
93. Por el placer de reconocer caras en diferentes series sin tener que recurrir a IMDB.
94. Por Seth Cohen y sus comentarios frikis.
95. Por los bares como Cheers.
96. Por E.R. y sus curas contra la aprensión.
97. Por Lois y Clark.
98. Por Drazic.
99. Por el tío vestido de rata de Beakman's World.
100. Porque las series son mi pasión, simplemente.

GRACIAS por vuestra atención durante este primer trienio y los que sigan viniendo :)

sábado, 10 de diciembre de 2011

Tramposillos estresados, adjetivos explotados

Pocas veces este blog ha sido dado al comentario 'meta' u ombliguista, es decir, sobre el propio placer u oficio de analizar y comentar casualmente series de televisión. Hoy, sin embargo, me gustaría tocar el tema. ¿Por qué? Pues del mismo modo que hace unos días Miss MacGuffin reflexionaba sobre la pérdida de perspectiva de las críticas televisivas semanales, he venido notando en mis lecturas (y en mí misma), una tendencia a explotar ciertos adjetivos, haciendo que pierdan todo su valor en cada uso, además de resultar muy irritantes cuando se aplican a productos que no han tenido tiempo para hacerse merecedores de tal calificación. 

Comenté en Twitter que, si por mi fuera, elimininaría 'tramposo' del vocabulario seriéfilo. Es de esas palabras que más se asocian a esta epidemia de impaciencia y de adelantarse a los acontecimientos que asuela el criterio de muchos aficionados. Hoy en día, cualquier giro en una serie, es suceptible de considerarse una trampa, o eso parece. ¿Acaso no cualquier narrativa no es en el fondo un maravilloso plan maquiavélico en el que picar? ¿Hemos perdido, como aficionados exigentes, capacidad de inmersión en el relato o de confianza en los autores? ¿O es que hemos olvidado de que somos unos meros espectadores que no sabemos más que el narrador acerca de esos personajes? Y, en última instancia, qué más darán ciertos efectismos mientras no se rompa la coherencia interna del relato y del universo que se ha creado (y más si se trata de un relato que demuestra vivir de las "trampas" desde el principio). Sin mecanismos que fuercen el drama, o pongan en jaque planteamientos con cierta frecuencia, no estaríamos hablando de ficción, sino de rutina de la más aburrida. Bajo mi punto de vista, no se puede disfrutar de una serie si se va todo el rato tan a la defensiva, y menos calificar a las de estructura más serializada de traicionera cuando ni siquiera se ha llegado a final de temporada. Observemos en qué acaba la historia antes de emitir juicios, de sentirnos insultados y, por tanto, gritar con todo el derecho: ¡Tramposa, me has engañado!

Mientras estudiaba la carrera, los profesores nos machacaban con el uso de expresiones, adjetivos o comparaciones manidas. En esta conversación que mantuvimos unos cuantos compañeros salieron joyas del tipo 'pretencioso', 'sobrevalorado' o 'es demasiado familiar', pero quisiera pararme en otra expresión cuyo abuso también denota ese estrés seriéfilo tan extendido en esta era de Internet, los spoilers, las filtraciones y las explosiones a lo Michael Bay: la inagualable 'de relleno'. Cuando estamos ante esos episodios embotellados en la que la trama avanza de cero a nada, y en su lugar vemos desarrollo de personajes sin parar... Ese capítulo musical 'Brown Betty' de la segunda temporada de Fringe, el polémico 'Unfinished Business' de Battlestar Galactica o, por poner un ejemplo reciente, el 'Crossfire' de la temporada de debut de Homeland. Esa clase de episodios, que,  siendo trabajos muy buenos, desatan tembleques porque no traen consigo subidones. Para no terminar prendiendo fuego a tu propia obra, y dosificar la metralla, a veces, este tipo de entregas son necesarias. Que Ryan Murphy esté obsesionado por conseguir orgasmos en cinco segundos, no quiere decir que el resto tengamos que seguir su ejemplo. No niego que existan auténticas zorzas para rellenar chorizo ahí fuera pero, en algunos casos, hay un trecho largo a calificar un episodios como del montón por tener un carácter más pausado que los que le preceden.

Luego están esos traumas de diván que siempre regresan a casa por Navidad. Como bien dijo @keitza, mentar a Lost o su final en cualquier conversación sobre series es digno de la Ley de Godwin. De verdad, lo que pasó, pasó, hay que superarlo. Aquí reconozco que no soy muy imparcial, porque la susodicha no es santo de mi devoción, pero utilizar esta serie como piedra de comparación para toda producción venidera comienza a resultar muy cansino. Por eso, no muy lejos de este camino anda 'la nueva/el nuevo', otro quiste en el teclado o la lengua muy difícil de erradicar. Ya es sufuciente con que el departamente de márketing de las series utilicen este título como para que también nosotros le hagamos la ola (y, claro, luego vienen las decepciones...). Comparar viejos amores con sucesores nunca sale bien.

Cortar estas y otras coletillas odiosas cuesta lo suyo, pero ahí voy trabajando. Y vosotros, ¿tenéis algún adjetivo o expresión en particular que os ponga de los nervios cuando leéis o habláis de series?

domingo, 19 de junio de 2011

Glee, se me acabó el 'ship' de tanto usarlo

Uno de los efectos colaterales de seguir una serie que fomente las tensiones sexuales no resueltas entre un par de personajes es que existe una alta probabilidad de que alguien se acabe convirtiendo en un 'shipper' de esa pareja (o 'ship', del inglés relationship, relación). Todo ello deriva en etapas de pasarlo mal hasta que el sueño de verlos juntos se hace realidad, seguidas después de periodos de felicidad absoluta durante los primeros compases de la relación, y rachas de odio amargo hacia cualquier amenaza externa en forma de tercera persona o muerte de uno de los dos (todo por culpa de los malditos guionistas, claro). En definitiva, por pura experiencia, puedo decir que la montaña rusa emocional del 'shipper' no garantiza una salud mental equilibrada durante el tiempo en que la serie esté en emisión. Y eso por no añadir que luego se puede desarrollar un sexto sentido para oler posibles líos en cuanto dos personajes comparten plano por primera vez, con un gran peligro de tornarse en un/a 'shipper whore' (adicto a 'shippear') y empezar 'shippear' a personas con mesas.

Esta introducción sobre el tipo de fan más extendido viene a cuento por la subversión que Glee (FOX), con su continua alternancia de parejas desde la primera temporada, ha representado para el placer culpable de seguir el desarrollo de una relación en una serie. El musical de Ryan Murphy es un fenómeno fan con todas las letras, con sus cualidades de fábrica, música y líos de instituto, diseñadas para azuzar a su potencial base de seguidores adolescentes (y no tan adolescentes). Comprobada la receta del éxito, a partir de ahí, el plan consiste en mantener contentos a esos fans a través de diversas acciones de márketing como la gira de conciertos que los miembros de New Directions están llevando a cabo estos días por diversas ciudades de Estados Unidos y el Reino Unido, la edición de discos y la inclusión de los artistas de moda en el repertorio. Nada que objetar hasta aquí pero, ¿hasta dónde llega el límite de agradar a los fans?

Cuando se escuchan expresiones como 'fan service' o 'pandering' no suele ser en contextos favorables a los creadores de la serie, que se cree están bailándole el agua a los intereses de un sector concreto del fandom de esa ficción. Acusaciones de 'fan service' son muy comunes entre 'ships' rivales como, por ejemplo, los que se forman con los miembros de un triágulo amoroso. El 'ship' perdedor siempre se quejará de que los creadores de la serie tienen preferencia por sus contrincantes, y se pueden encender mechas para guerras de 'ships' en foros. Glee, en su carácter de entretenimiento excesivo, lleva el 'fan service' a sus últimas consecuencias en su segundo año en antena, despojándolo de su razón de ser, convirtiendo en canon cualquier tendencia en boga dentro de su comunidad de fans.

Ya no se trata de dar salida a los 'ships' que nacen de una forma más o menos orgánica y trabajada dentro de la ficción (casos de los Fuinn -Finn/Rachel- , Fachel -Finn/Rachel-, Klaine -Kurt/Blaine- o Brittana - Brittany/Santana), sino también a los más inusitados que sólo podrían darse en el universo alternativo más alternativo (SPOILER ¿Mercedes y Sam tras sólo dos capítulos hablando? WTF! FIN del SPOILER). Esto no es más que otro indicador de que lo que todo el mundo sospechaba y que los propios responsables han confirmado: que la serie se hace sobre la marcha.

En este sentido, Glee es una serie muy meta que se aprovecha de su propio contexto de fans para mostrarlo y parodiarlo en los guiones, pero al mismo tiempo arruina esos estados de ánimo disparatados que enuncio al principio del post y que son parte de la diversión del 'shipper'. A los fans les gusta que les escuchen (como esos guiños o gags que se gestan en las comunidades y luego pasan a la pantalla), pero no todas las ideas deberían ser escuchadas. Los propios fans son conscientes de ello: hay cosas que pertenecen al fandom y no deben salir de ahí. Igual es que pertenezco a una generación de masocas, pero no me gusta que me lo den todo hecho en ficción. Sin llegar a los niveles de sufrimiento histórico de Sculder, no hay 'ship' que sin sufrimiento no venga.

domingo, 15 de mayo de 2011

Más apuntes sobre spoilers

Spoiler: información presentada en forma textual, gráfica o audiovisual relativa a los acontecimientos que ocurrirán en futuras emisiones de un programa de televisión, y por tanto, desconocida por la mayoría del público. Los spoilers tienen dos consecuencias, una positiva y otra negativa. Por un lado, estas informaciones implican el riesgo de que, si se conoce su contenido, pueden anular el efecto sorpresa del programa en el público y, por otro, generan conversación y expectativa acerca de lo que se podrá ver durante las próximas emisiones, de modo que se refuerzan las acciones publicitarias oficiales del programa, dando visibilidad a esa marca televisiva en Internet.

Hace cosa de un mes escribí una entrada sobre cómo sacarle partido a los spoilers y me he dado cuenta de que quizás he estado empezando la casa por el tejado. Se trata de un palabra muy común en la jerga seriéfila y, por esa razón se asume que todo el mundo conoce su significado y uso, pero luego comentarios en Twitter y lecturas en medios indican que, al menos en nuestro ámbito hispanoparlante, cada uno tiene su propia idea personal de este neologismo (que viene del inglés to spoil, estropear, destripar) cuando, en realidad, está más que definido (mi aportación no hace más que amalgamar ideas ya asentadas sobre el tema para una investigación en la que participo).

En general, se considera spoiler cualquier detalle del argumento de una historia, es decir, de lo que ocurre dentro de los límites de la ficción. Sin embargo, cuando esa historia se cuenta de manera fragmentada en formatos tan periódicos y con un alcance tan masivo como son las series de televisión hay que añadir ciertos matices a ese concepto. El número de emisiones de nuevos desarrollos de la historia se organiza alrededor de un calendario, por lo que el público que sigue esa serie de acuerdo al calendario original del país de procedencia serán los primeros en saber la culminación de las tramas.

Los spoilers, dentro de este contexto y en todas las formas que adoptan (desde sólo texto, fotos, a promos y 'sneak peaks'), siempre hacen referencia a acontecimientos que ocurrirán en el futuro dentro de la narración y se crean para satisfacer las demandas de este primer grupo de espectadores. Los spoilers, por tanto, no tienen sentido fuera del momento actual de la serie y del público, nacional e internacional (gracias a Internet) que está al día. Cuando algo se emite por televisión la primera vez, deja de ser spoiler en sentido estricto, de ahí todas esas imágenes en Tumblr, por ejemplo, después de la emisión de la finale de Fringe o de cualquier otra serie. Porque lo que importa siempre es el futuro cuando se habla de spoilers, no lo ya emitido.

Autocensura, geografía y comunidad.

Sin embargo, la forma de funcionar de los spoilers tiene su paradoja particular porque mientras Internet favorece la propagación de estas informaciones, todavía se sigue pensando bajo esquemas geográficos o localizados y no a nivel global como exige la propia lógica de la Web. Muchos de esos Tumblr proceden de fans norteamericanos o británicos que están creando contenido (léase GIFs, recaps o lo que se tercie) para sus amigos o el resto de comunidad de seguidores de la serie a la que pertenecen, por lo que no se autocensuran pensando en el fan de las antípodas que sigue la serie doblada en su país. Pero pedir una autocensura generalizada tampoco sería la solución, ya que para eso está el bendito botón de 'unfollow'. Cualquier espectador que combina series e Internet sabe a lo que se expone, y tiene herramientas a su disposición para evitarlo, porque si alguna libertad conceden los medios sociales ésa es la de confeccionar como usuarios qué es lo que queremos consumir y lo que no, y como productores de contenido, segmentar el tipo de audiencia a la que nos dirigimos.

La comunidad de interés a la que se pertenece determina la libertad de circulación de los spoilers, o incluso su calificación como tal. En pocas palabras, todo depende del contexto. Por ejemplo, yo veo The Good Wife tan pronto como me es posible al día siguiente de su primera emisión, por lo que para mí deja de ser un spoiler lo que he visto en el último episodio. Sin embargo, cuando hablo de la serie en este blog tengo que poner avisos, o en Twitter, ser sutil (aunque a veces es ciertamente difícil) porque sé que no todo el mundo con el que interactúo está actualizado con la serie o ni siquiera la ha visto. En corto, la comunidad en la que me muevo es muy heterogénea, somos seriéfilos en general. Si sólo produjera para florrickistas de pro, u otro 'fandom' en concreto, la historia sería distinta.


No te fijes mucho en la imagen si no quieres ser spoileado

Vía Microsiervos

Noticias, noticias son.

En cualquier caso, un aspecto en particular no admite discusión: los spoilers atañen puramente a sucesos que ocurren en la ficción. Información paratextual del tipo noticias sobre bajas y nuevas incorporaciones en el cast de la serie son noticias, no spoilers. De lo contrario, ¿cómo harán su trabajo publicaciones del mundo del espectáculo como Variety o Hollywood Reporter? Decir simplemente que Robert Sheehan abandona Misfits la próxima temporada y que lo sustituirá Joe Gilgun bajo la piel de un nuevo personaje llamado Rudy no es un spoiler, porque, factor importante, no se indica cómo se produce esa marcha ni cómo se presenta al nuevo personaje, ni lo que hará en en la serie (a menos que eso qué hará sea un asunto vital en la trama como la identidad de la madre de los hijos de Ted en How I met your mother). Si esa noticia viniera acompañada de una descripción pormenorizada del episodio convendría poner al lector (o quien pinche en el link en Twitter) en sobreaviso de que puede encontrar spoilers en el cuerpo. Incluso con la elección de palabras hay que tener cuidado, porque "dramáticamente" dentro de la marcha de un personaje sólo podía significar una cosa para los seguidores españoles de House en Cuatro, que leyeron hace un par de años esta noticia en El Mundo sobre la actualidad de la quinta temporada que se emitía por entonces en USA. Muestra de lo que no hay que hacer.

Para terminar, retomo lo que defendí en mi anterior post sobre el tema: apreciar el cómo suceden los acontecimientos y los detalles en su contexto dentro de la historia es básico para minimizar el disgusto que a algunos le puedan producir los spoilers. Será por mi formación, pero distingo diferentes grados de contenido spoiler coincidiendo con las cinco preguntas clásicas de un texto periodístico: qué, quién, cuándo, cómo y por qué. El quién hace qué estaría dentro del nivel más superficial y con menos peligro de todos, que resulta prácticamente inexistente para quienes consumimos spoilers pues nuestro entretenimiento se construye a partir de ahí.

Si añadimos el cuándo nos encontraríamos en un estadio intermedio ya que empezamos a adentrarnos en la mencionada información contextual, de las que es imposible desprenderse en algunos tráilers, promos y sneak peek de poca duración por citar algunas situaciones. En cambio cuando tenemos enfrente un recap escrito con todo lujo de detalles o un vídeo con un fragmento más o menos largo de un capítulo estamos ante una alerta clara de cómo y por qué: el riesgo total de destripe. Por ello, para responder a estas dos últimas preguntas, lo mejor es ver el capítulo entero a su debido tiempo.

PD: La primera imagen es cortesía de @InakiO

sábado, 16 de abril de 2011

Skins US y los riesgos de los remakes


Llevaba retrasando esta entrada un rato largo porque, después del mal sabor de boca general que me dejó el visionado del remake estadounidense de Skins, lo que menos me apetecía era que me saliera una crítica muy negativa. Y, aunque tampoco sea demasiado bueno el uso que le voy a dar a la serie a continuación, por lo menos me sirve para esbozar algunos de los peligros a los que se enfrentan las nuevas versiones de éxitos recientes, todavía calientes en la memoria como para inducir una molesta y resacosa visión doble cuando nos enfrentamos a las reescrituras:

1) La inevitable comparación. Si el propósito es remakear una serie que no ha muerto hace mucho, o más difícil, una que aún esté en emisión, se multiplican las probabilidades de que se pongan las dos sobre la mesa y se juegue a detectar las siete diferencias. Para esto también hay que tener el cuenta la fama y el alcance de la ficción original, porque no es lo mismo hacer un remake de una producción poco conocida o procedente de un país con peso pluma en la industria audiovisual (me viene a la cabeza The Killing que adapta a la danesa Forbrydelsen -que levante la mano quién la haya visto por estos lares-), que una serie británica con un número aceptable seguidores en el mundo. Skins US tenía todas las de perder la carrera de llegar primero a su audiencia, incluso en su propio territorio, porque el original ya se emitía en BBC América.

2) Cambiar o no cambiar elementos. El juicio de la comparación depende de lo mucho o poco que el adaptador se aleje del texto fuente. En este sentido, se aprecia un esfuerzo consciente por parte de Bryan Elsey de romper con su propia obra y de autocopiarse con otro acento. Pero es una tarea que se queda a mitad de camino, ya que por un lado cambia las personalidades de algunos personajes como el calculador y brillante Tony Stonem convirtiéndolo en el pseudolíder mediocre Tony Snyder, pero al final del día, sigue llamándose Tony y desempeñando una función parecida dentro del grupo. Y es ese cambio de actitud del personaje el que deja de justificar su nombre propio (los nombres se cargan de significados que asociamos a ciertas cualidades, en el universo Skins Tony es manipulación ) y su puesto en el centro del drama como el guión se ha encargado de recalcar de forma desastrosa.

La generación perdida

No obstante, el principal motor de los cambios es Tea, la (en teoría) irresistible lesbiana que vino a sustituir al testimonial e igualmente gay Maxxie, pero que ha actuado como una veleta a lo largo de todos los episodios, argumentando supuestas "conexiones" y enamoramientos que no encontraban su reflejo y explicación en lo que se veía en pantalla. El 'hábil' guión de la serie, merecería un post para el sólo, de verdad. En una luz más positiva se encuentran las modificaciones en los arcos argumentales de Daisy (Jal) y Abbud (Anwar), y sobre todo, Cassie (Cadie), Stanley (Sid) y Michelle, gratas sorpresas que quedan enterradas por la chapuza general. Con Chris, no entro porque se trata del personaje más calcado, si bien, su historia está ligada a una decisión creativa que termina por sentenciar cualquier resquicio del espíritu del original en este remake. ¿Qué hace un adulto protagonizando uno de los diez episodios?

3) Las costumbres del país. Todo el mundo se temía lo peor cuando se anunció el proyecto de remake: "No van a ser la mitad de atrevidos, seguro que censuran cosas". Las drogas y el sexo adolescentes son un tema tabú en Estados Unidos, así que la rebaja en el atrevimiento había que aceptarla, aunque se trate de la misma MTV que no se corta en sus realities. Lo más gracioso del tema es que ni con autocensura, la serie fue del gusto de la inanerrable defensora de la moral Parent Television Council (PTC), que convirtió a la serie en objeto de sus ataques por una supuesta promoción de la pornografía infantil (y todo porque se le ve el trasero a Chris). Al final, tanto escándalo desembocó en una retirada cuasi masiva de anunciantes al que ni siquiera la audiencia fue capaz de responder, porque Skins US perdió nada menos que dos millones de espectadores entre la premiere y el segundo episodio.

Dicen que el morbo hace subir el share, pero el mérito no fue de la PTC, sino de una serie muy mal planteada en el que hasta las escenas polémicas resultan artificiosas en un contexto social en el que quizá el desfase suceda o esté concebido de otra forma a esas edades. En otras palabras, ¿así es la versión exagerada del adoelscente yanki a pesar del trabajo de campo realizado con adolescentes de la zona? Sigo afirmando que hubiera sido mucho más satisfactorio crear unos personajes y tramas totalmente inéditos.

La cara 'triste' de Tony Snyder

4) Los actores escogidos. Si el conjunto ya aparece impostado e increíble, mejor no discutir sobre el bajísimo nivel de las actuaciones. La televisión británica, o ya puestos, las islas, es un caso aparte por su capacidad producir como churros talento interpretativo a edades muy tempranas. Pero lo que se encuentra en US Skins no llega a un mínimo. Obviando el desafortunado libreto, Sofia Black D'Elia (Tea) y James Newman (Tony), por ejemplo, no son capaces de añadir un nuevo registro facial a sus expresiones ni darle tonos diferentes a su pronunciación. Es como si los robots actuaran, muy por debajo de lo que se espera en papeles sobre los que recae gran parte de los conflictos. Y la situación no hace más que empeorar cuando, como ocurre con Tony, se tiene el referente británico de Nicholas Hoult a la vuelta de la esquina. No es que todos los actores de la primera generación de Skins fueran consistentes en sus habilidades, pero lograban transmitir con bastante más solvencia que esta pandilla, donde Britne Olford (Cadie) y Rachel Thevenard (Michelle), dentro de lo que cabe, logran maquillar un poco lo inmaquillable.

A día de hoy, la MTV no se ha pronunciado acerca del futuro de la serie. Con tanto silencio y ratings en mano, todo parece indicar que está más cerca de la cancelación pero, si el canal decide renovarla, con una vez ya me habrá bastado.

¿Se os ocurren otras razones para pensárselo dos veces antes de rehacer una serie?

domingo, 3 de abril de 2011

Disfrutar de los spoilers


- "The initial shock value may be ruined, but if a drama has nothing else to offer then it isn't worth watching in the first place".
- "Spoilers make the difference between informed speculation and crackpot theories"
.
- "The words of a quickly written spoiler don't do justice to the actual episode".

Testimonios de fans acerca de los spoilers en Lost en Show Sold Separately: Promos, Spoilers and Other Media Paratexts de Jonathan Gray (NYU Press, 2009, págs. 147-153).

Leyendo uno de los libros de interés para mi investigación de tesis, di con un pasaje en el que me vi reflejada como persona inmune a los spoilers, sospechosos habituales de polémicas entre seriéfilos, figuras satánicas para muchos, y fuente de diversión para otros, entre los que me incluyo. En realidad, la informaciones sobre qué pasará en los próximos capítulos ha estado ahí siempre, si es que consideramos las sinopsis en prensa como una forma arcaica de spoilers. Pero fue la eclosión de Internet lo que provocó la proliferación y circulación de estas pistas de la trama, que, encima, se hicieron mucho más accesibles. El éxito de Lost evidenció de forma masiva unas actividades que se llevaban labrando desde que la Red dejó de ser patrimonio exclusivo de universidades y complejos militares y Twin Peaks volvía loca a la gente a principios de los años 90.

Empieza a sonar a tópico gastado pero la Red cambió la forma de ver la televisión. No sólo en cuanto a los soportes, o la ruptura con los horarios de las parrillas, sino que también puso patas arriba el propio acto de ver sentarse ante la pantalla. Aquello no sería nunca más un entretenimiento exclusivamente solitario de una hora, sino una experiencia social que si uno quiere puede alargar durante toda una semana hasta el capítulo siguiente. La ansiedad del qué pasará después, preguntas que antes, o bien, se las guardaba uno y aguantaba con la intriga, o bien, se podían intentar responder con un grupo reducido de personas, ahora se ponen en común en una conversación online con otros muchos, de manera que es una forma distinta, ni mejor ni peor, de 'ver' y 'vivir' la serie.

Distinta percepción: importa el cómo.

La especulación entra a formar parte del juego también y los spoilers son el instrumento perfecto para animarla. De este modo, la sorpresa del que ignora deja de ser la única forma por la que se obtiene una gratificación viendo el episodio de una serie, sino que ahora el divertimento se desplaza hacia la propia charla y en ver si se superan las expectativas creadas o se desmontan las teorías y escenarios mentales generados por ese spoiler. Porque lo irónico del caso es que quienes leen, miramos y discutimos spoilers estamos deseosos de ser sorprendidos.


La diferencia está en el objeto principal de la sorpresa. La importancia que se le da al 'qué sucede' (la historia) es muy relativa, mientras que el 'cómo sucede' (el relato) se convierte en el centro de gravedad. Se sabe lo que le ocurrirá a los personajes, pero no se tienen detalles del lugar, de las líneas de diálogo, o de todo el inuendo que lleva a la situación descrita o mostrada el spoiler. La historia pierde relevancia frente al relato, ya que se cede protagonismo a otros aspectos de la serie como producto. Pero ¿se pierde emoción y capacidad de disfrute? No. Saber lo que vendrá continuación, pero sin tener una idea clara de ello, es igual de desnortante y aumenta la anticipación. Construimos ideas y no podemos esperar hasta ver el resultado de nuestras predicciones. Existe una sorpresa, pero es un shock que no parte de la ignorancia (que se neutraliza al ver el contenido del spoiler y al comentarlo con otros) sino del conocimiento. Una especie de sorpresa en segundo grado que nada tiene que envidiar a la que obtenemos cuando nos aproximamos a las series con muy poca idea sobre su argumento.

Y como en Internet la popularidad se mide por el nivel de ruido de la conversación, decir que la especulación basada en spoilers es un pulsómetro de cómo está acogiendo la serie una parte de la audiencia. Esa porción será mayor en el caso de que el target de la ficción se acerque al segmento de 18-34 años, pero, en general, se puede hablar de una economía de los spoilers bastante consolidada que incluso responde a las estrategias comerciales de cadenas y productoras. La columna de Ausiello en EW no existiría sin que hubiera portavoces en la compañías encargados de revelar detalles de los próximos capítulos. Y a veces ni siquiera hacen falta intermediarios. Por poner un ejemplo, Shonda Rhimes, creadora de Grey's Anatomy, utiliza su Twitter como un constante 'teaser'. La figura del 'insider', el topo amigo-de-alguien que filtra información sigue existiendo, pero con menos trabajo del que tenía hace unos años. Como afirma Gray, se trata de "contenido spoiler fomentado por la propia industria", función que también cumplen los sneaks peeks o los 'next time' al final de los episodios.

Buenas prácticas.

Por eso, al contrario de lo que comenta MissMacGuffin, no salgo corriendo con los 'next time' de las series británicas que veo en emisión, es más, me ponen en alerta y alimentan mi hambre de más. Aunque coincido en que debería haber una transición más clara entre lo que es el capítulo y el avance, creo que los británicos están muy por encima de esas biblias enciclopédicas que son los 'próximamente' de las series españolas, donde se encuentran escenas del final porque sí. Lo importante es que se de opción a los dos tipos de espectadores que están viendo la serie: el anti-spoilers y el pro-spoilers. En cualquier caso, siempre se está a tiempo para apagar la pantalla o de no clicar esos sneak peaks en la web.

Porque al igual que entre simples aficionados hay una etiqueta para no desvelar información, para no estropearle la experiencia al otro, de igual forma no se debería privar a nadie de su modo de disfrute. De ahí que también que resulten poco más que descabellados argumentos extremos a favor de eliminar los 'next time' o contrarias a los sneak peaks, que además de ser un intento de ponerle valla al campo, responden a una forma sesgada de entender las interacción entre web y la televisión de la que nos beneficiamos todos. Los spoilers, para bien o para mal, también son parte del lote.

PD: Ahora los busco menos que antes (por falta de tiempo), pero si me los ponen en bandeja, hay 80 por ciento de probabilidades de que acabe cayendo en la tentación.

lunes, 8 de febrero de 2010

Un año en la parrilla

Iba a escribir alegremente mis opiniones sobre Dead Set pero, cuando me dio por mirar el calendario del portátil, me puse blanca del susto. " No puede ser. ¿Tan rápido? ¿En serio?" Como ocurre en las parejas, hace un año decidí que ya bastaba de vivir 'arrejuntada' tanto tiempo con las series de televisión y que era hora de oficializar el asunto. Como muchas parejas también, fue una especie de hipoteca, la conexión a Internet, la que me animó a dar el paso final. A lo tonto, llevo ya 365 días con una alianza llamada blog en el dedo que yo pensaba que iba a tirar a las pocas semanas por falta de voluntad y hartazgo del fuerte olor a parrilla en toda la casa, sobre todo, cuando las series no son muy buenas...

Pero eso lo decía porque no pensaba que existiesen ciertas marcas de ambientadores. Ya sea leyendo o comentando, hacen que este lugar huela muy bien, así que les doy unas GRACIAS enormes por hacer que mi compromiso blogueril haya sobrevivido a su primer año después de 74 posts. Ya os lo digo. Asar con cierta regularidad cosas como True Blood, The Vampire Diaries, Grey's Anatomy, las declaraciones de un impresentable como Cliff Hanger, o simples desvaríos, necesita después una gran fragancia para compensar.

El mérito es todo vuestro, chicos, por las cosas que ha aprendido a lo largo de este año y por el placer de compartir una afición maravillosa como ésta.

lunes, 21 de diciembre de 2009

¿Series-cubata o series-chupito?

O para entendernos: ¿temporadas largas o cortas? Con la Navidad a pleno rendimiento, hemos llegado a la segunda gran época de maratones seriéfilos del año tras el verano. Motivo de celebración que nos lleva hasta la barra a pedir unas rondas de series-cubata o series-chupito con las que calentar las tardes de frío siberiano y horas muertas.

Serán cosas de hacerse vieja o de perder paciencia, que antes era más tolerante con las series-cubata que tan bien se les da preparar a la 'networks' estadounidenses. Eso, o que últimamente algunos bares están echando mucho garrafón a la mezcla (FlashForward, The Vampire Diaries), o que la temperatura de la bebida está tan caliente que el hielo se disuelve en nada, y luego no hay quien se beba aquello de la pereza (mi odisea con Lost). Cada vez es más difícil beber a un ritmo mantenido ciertas cantidades de una serie sin que en algún momento dejes la copa a la mitad (Smallville, Heroes, Mujeres Desesperadas; a punto de dejarlo con House hace un par de años) por pura repetición, aburrimiento o idas de olla en la historia, sobre todo, cuando llevas encima más de una temporada. Me han dicho que esto se cura con una terapia de siete rondas con The West Wing, que Aaron Sorkin es un gran barman.

A medio camino entre el exceso y la escasez de capítulos, se encuentran las grandes reservas de champán, vino o whiskey, casi siempre en poder de las cadenas de cable. Pero darle a palo seco sin descanso a Los Soprano o Six Feet Under te puede dejar indispuesta para las demás series que tienes que ver o, te entra el pedo tonto, y no quieres beber otra cosa, como me pasó con Battlestar Galactica, otra que a la que si le quitas algunos capítulos, no pasa nada. Así que me aplico el cuento por si acaso para cuando me ponga The Wire y The Shield el año que viene.

Otra posibilidad está en probar los series-chupitos inglesas (y miniseries, en general) si lo que queremos es avanzar en las tramas y evitar resacas, a la vez que alternamos con otras historias. Ahora mismo estoy pasando por esta fase. Muy pocos capítulos, todo concentrado, de una vez. Como se suele decir: van al lío. Funcionan como una novela corta, y son geniales si lo que tienes es poco tiempo (o tu Navidad se vuelve imposible), pero aún así quieres saber en qué acaba el asunto. Había visto algo de Extras, pero empecé realmente con Skins. Después, he seguido con Being Human, y ahora estoy con The IT Crowd. No me llamaba mucho pero le daré un sorbo a Misfits ahora que ya ha terminado temporada. Y si te gustan los clásicos literarios, siempre puedes tirar de las adaptaciones de la BBC. Me inicié con Jane Eyre, pero yo lo que quiero es ver si puedo conseguir una exaltación de la amistad con Mr. Darcy de Orgullo y Prejuicio.

¿Con qué os viene mejor brindar en estas fechas?

domingo, 6 de diciembre de 2009

Territorio comanche

Puente de esos que asustan por lo largos que son. No hay posibilidad monetaria de hacer una escapadita por ahí, salvo cañas y cafés con los amigos que no se han pirado. Los ojos te hacen chiribitas de sólo imaginar los kilos de capítulos que vas a marcar como vistos en el MyTVShows, en tu lista mental, o en tu roñosa libreta de notas. Hasta te haces tu plan de series y todo. Igualito que con la dieta. En serio, no lo cumples ni a la de tres. Y que conste que esto es más fácil que comer verduritas a la placha tres días a la semana. Pero no, no se puede por más que le pongas fuerza de voluntad.

Las vacaciones se revelan como un arma seriéfila de doble filo... Si toda tu familia tiene el mismo plan casero que tú. Concreto: si tu madre no es capaz de estar sola ante un objeto electrónico, creen que aún te acuerdas de cómo se sumaban fracciones de distinto denominador (¡que soy de letras!), y envían por enésima vez a tu persona a dar una vuelta con los perros. El caso es que, de repente, un capítulo de Glee se convierte en una ópera de cuatro horas, y ya te cuesta hilar a cuento de qué Ryan Murphy ha escogido 'Papa don't preach' de Madonna para dicho episodio.

Con mitad del cerebro machacada por 'semejante' multitarea, aún osas ponerte uno de The Big Bang Theory, concentrar tu mente en leer los subtítulos, e intentar leer las teorías que Sheldon suelta a una velocidad endiablada. "¡Toc, toc, toc!, Penny. ¡Toc, toc, toc!, Penny. ¡Toc, toc, toc!, Penny..." No mires a la puerta de la pobre Penny, sino a la tuya. Cuentas uno, dos y tres. "Paaasa". Miras el minutero del BSPlayer, y ves que sólo han pasado diez minutos... Stop hasta nuevo aviso. Por si acaso, también pones un interrogante a tu cita con los 'losties'.

Hay meter el coche en el garaje. Pienso en darme una vuelta como Tony Soprano en el opening, con la ventanilla bajada. Ni eso, porque llueve. Hoy casa es territorio hostil para seriar.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Glocalismos y panaceas

El pasado tres de noviembre unas cuantas naves nodrizas llegadas de otra galaxia se posaron sobre las principales ciudades del mundo. A través de ellas, una mujer aparentemente humana lanzó un mensaje de paz y atención médica universal para todos los habitantes de nuestro viejo planeta, que aplaudieron con júbilo sus palabras.

Esta explosión de alegría se ha convertido en una de las secuencias más criticadas de la premiere de V, la actualización de la mítica serie de los ochenta que la ABC por fin ha emitido tras meses y meses de asedio promocional. El piloto se consume en un suspiro y sale ileso de la tarea de hilar y sintetizar una importante cantidad de información que en el original, según tengo entendido (los lagartos me pillaron casi gateando), se extiende a largo de una miniserie. Sin embargo, no es mi intención hacer crítica del capítulo en sí, sino reflexionar, a propósito de los citados aplausos, sobre algunas de las cuestiones de fondo que aparecen en el mismo y que también se ha detectado en otras producciones como FlashForward.

Ambas series comparten un punto de partida idéntico, un acontecimiento de proporciones mundiales que perturba la rutina de un día determinado, y una reacción neutra o positiva ante esos hechos por parte de la población. En FF, por ejemplo, vemos que los personajes aceptan muy fácilmente las consecuencias del desvanecimiento, mientras que en V no es sólo aceptación sino alegría por la llegada de los visitantes. Por eso , el principal 'pero' que se les ha achacado a los dos pilotos ha sido la falta de crítica, recelo o, incluso, miedo con los que la población se ha enfrentado a la realidad. En otras palabras, ¿es normal tanta normalidad? Mientras que en FlashForward resulta más difícil justificarla (¿a quién beneficia el 'blackout'?), en V, por el contrario, la trama se apoya en algunos temas que hacen comprensible tanta euforia.

Si Battlestar Galactica escogía la metáfora para denunciar ciertos temas del mundo contemporáneo, V, por el contrario, mata la metáfora. De sobra son conocidos los planes de Barack Obama para implantar unos servicios médicos universales en los Estados Unidos, eso que aquí en Europa nos parece tan básico y lógico después de décadas al cobijo del Estado del Bienestar.

Pero las implicaciones del 'lagarto samaritano' que nos presenta van más allá del país de las barras y estrellas, puesto que la consecución de algunos de los Objetivos del Milenio para el Tercer Mundo se asocian a la existencia de una sanidad gratuita o la erradicación de las guerras. Después de años de decepciones tras las promesas incumplidas de las élites y sus intereses, ¿cómo la inmensa mayoría de la población mundial va a decir que no ante algo que les ofrece lo que sus gobernantes no? Por eso, en el piloto queda reflejado el sentir de esa mayoría descontenta, aunque ocurre lo de siempre en una producción estadounidense sobre un acontecimiento global: exceso de localismo.

No obstante, que la buena acogida de las personas de pie a los visitantes quede justificada por una situación de hartazgo o desesperanza (típicas circunstancias en el ascenso de poderes totalitarios, por cierto), eso no es motivo suficiente para que el capítulo no se digne en mostrar la opinión de la comunidad internacional, de los líderes que se ven desplazados del centro de influencia por los recién llegados. Mientras que el piloto aumenta en verosimilitud porque describe una reacción ciudadana realista hasta cierto punto (podemos discutir si los aplausos son necesarios), al mismo tiempo pierde enteros por omitir a las élites políticas, que son las que deben recelar y actuar en un primer momento por la cuenta que les trae. Precisamente, por omisión debemos pensar que también están encantados con los visitantes.

Tengo una oferta que no podrá rechazar

Y qué decir sobre el retrato de medios de comunicación, el elemento de resistencia por antonomasia; si falla la política, allí están ellos para hacer crítica. Nada de eso, son los primeros en hincar sin rechistar la rodilla ante Anna (Morena Baccarin). Una cosa es venderse al mejor postor de entre los humanos, como todos sabemos, pero, ¿también a los extraterrestres? Sabía que mi gremio estaba en crisis, pero no tanto.

Con este panorama, el único elemento de resistencia que queda es una sociedad secreta de ciudadanos, otra élite, aunque con un núcleo más contracultural o subversivo, sobre la que recaerá el peso de despertar al resto, prensa y líderes incluido. Llegados a este punto de no retorno, lo lógico es que veamos otras iniciativas parecidas en el resto del mundo, y no sólo en Nueva York como es el caso. No tiene sentido que ante las audiencias globales que alcanza hoy en día la ficción usamericana, sigan intentando focalizar todo en su territorio o una ciudad, y más con las pretensiones de las historias que manejan.

Para terminar me gustaría volver a FlashForward. Si bien, ésta refleja la función de las élites de poder e influencia un pelín mejor que V, falla a la hora de escoger a su protagonista. ¿Por qué lidera la investigación la delegación regional del FBI en Los Ángeles, y no el FBI? ¿O la misma CIA, que trabaja en el extranjero?

lunes, 13 de julio de 2009

Una trola

La estupenda quedada del sábado con ALX, MacGuffin, Freddy, Silvia, Adri y la aquí presente trajo a la palestra uno de esos pecados inconfesables para cualquier aficionado a las series. Como cuando alguien se va a una esquina a fumarse un pitillo a escondidas porque le ha dicho a todo el mundo que lo ha dejado. Más o menos, eso mismo le ocurre a un seriéfilo cuando se encuentra en medio de un emocionantísimo maratón o un visionado interesante.

De repente, recuerda que esa misma tarde la había reservado para estar con los colegas, y ahí empieza una dura lucha de conciencia y de lealtades en la mejor tradición de las series de espías. ¿Qué hacer? ¿Provocarse a sí mismo un cliffhanger y dejar el capítulo a la mitad, o llamar para cancelar tu asistencia? Las ostras pasadas de mamá son una excusa que vale para algunos días y da para una casuística de intoxicaciones bastante verosímil. Nunca está de más poner a Maquiavelo al servicio del ocio si se hace en su justa medida. Y más tratándose de mentiras piadosas.

Si un amigo conoce bien a un amante de las series se puede imaginar que el dolor de tripa un sábado cualquiera por la tarde equivale a un 'Perdóname que hoy te cambie por un puñado de DVDs o archivos .avi'. Hay que reconocerlo: queda feo decir la pura verdad a menos que tu amigo sea también un seriéfilo empedernido.

Esto me hace pensar en lo difícil que resulta ser amigos o pareja de alguien que practica un hobby totalmente distinto. Tanto tú como esas personas sabéis que va a haber algunos días (pocos) en los que no vais a coincidir, así que aquello de 'Hoy por tí, mañana por mí' cobra un nuevo significado. Al final, se trata de comprender los gustos de cada uno. Y para alguien curtido en maratones catódicos, ver a los colegas tras un finde en el sofá se convertirá en otra sesión continua de la que le costará despegarse.