Los parones que hacen las series estadounidenses para conseguir cuadrar sus episodios en unas maratonianas temporadas de nueve meses pueden resultar tan pensadas para 'joder' como cualquiera de las maquinaciones de Amanda Clarke. Hasta el 18 de abril no volveremos a tener capítulo de ese monumento a la venganza y sus perras llamado Revenge, y la tortura no hace más que ir en aumento. Porque justo cuando todavía estábamos saboreando la resolución del asesinato en la playa visto en el episodio piloto, la ABC, disfrazada de su propio personaje revelación, nos asesta una puñalada por la espalda y lo peor es que se las ingenia para dejarnos con la miel en los labios. Puro masoquismo.
La serie de Mike Kelley, toda una roca en la noche de los miércoles, ha demostrado que puede convertir hasta al espectador más sibarita en un esclavo de los métodos culebroneros de Emily/Amanda, o, como la bautizó el fandom en un alarde de concisión, Emanda. Llevamos dieciséis capítulos emitidos y, hasta el momento, el trazado de la producción parece salido de la misma caja infinita de Emanda. Con esa táctica de darle al personal lo que quiere en las primeras entregas, haciendo una exhibición de cómo arruinarle la vida a una persona en 40 minutos, Revenge no sólo enganchó a la audiencia sino que la preparaba para conocer hasta qué punto estaba dispuesta a llegar Emanda para cumplir su cometido sin romperse por dentro, y hasta qué punto incomodaba su presencia a la familia de la todopoderosa Victoria Grayson, otro grandísimo personaje que no ha dejado de expandirse, en parte, gracias a unos giros argumentales de aúpa muy propios del género y, en parte, gracias a la actuación de una Madeleine Stowe volcada en cada sonrisa y batimiento de pestañas falsos (y que nada menos le valió una nominación al Globo de Oro).
No sólo se nos confirmó que el azar es capaz de ganarle la partida a la joven empresaria interpretada por una inquietante Emily VanCamp, haciéndole ver que era tan humana como cualquiera, pero, a la vez, también nos quedó claro que estamos ante un personaje por el que el mismo Mossad pagaría una fortuna. Tan pronto como creíamos que se le derrumbaban los planes, presa de sus sentimientos divididos hacia Jack Porter (Nick Weschler) y Daniel Grayson (Joshua Bowman ) en ese trío infernal de capítulos compuesto por 'Perception', 'Chaos' y 'Scandal' (1x14-15-16), el guión enseguida se encargaba de desmentirlo, recordando que Emanda cuenta con tres dones hiperdesarrollados a diferencia de todos los mortales: la astucia, la previsión y la sangre fría.
'Chaos' fue previsible, sí (sería un suicidio de márketing y un 'epic fail' que la serie prescindiera de los encantos de alguien como Joshua Bowman), pero pese a ello este flashback XL que hemos visto es una montaña rusa por la que personalmente estaría dispuesta a pagar las veces que fuera. Hay muy pocos reproches que hacerle a esta etapa de la serie, al acabado se le ven las costuras en bastantes ocasiones y no sabemos qué más puede hacer el dios Nolan (Gabriel Mann) montado en su ballenita Shamu para llevar al límite las técnicas de espionaje y extorsión más rocambolescas, y cuánto falta para que los responsables de la serie manden a los hermanos Porter al contenedor de los residuos que no se pueden reciclar. Con todo, la cadencia con la que Revenge va entonando su melodía nos hipnotiza y nos convierte en unas ratillas de Hamelín dispuestas a seguir a Emanda a donde sea.

Quitando a los mencionados Jack y Declan (Connor Paolo), representantes de la plebe, el resto de habitantes de los Hamptoms están revelando su agenda secreta de forma progresiva y ganando en interés. Si Queen Victoria, al principio, parecía una sólo antagonista con la capacidad de encandilar, la propia serie se ha encargado de remarcar con acciones y líneas de diálogo que es la némesis perfecta de Emily, alguien que fue ella antes que ella. Hace cuatro meses, decía que era la lucha de un Terminator despiadado y zen contra un Hulk cargado de emociones, o un 'ice' contra 'fire', y lo sigue siendo, pero la ambición de ambas las iguala y Victoria también podría jugar las mismas cartas que Emily. Y ya si añadimos los duelos de miradas de VanCamp y Stowe, sube el pan.
Con todo el enjuiciamiento de Daniel ha llegado la hora de ver el juego de Victoria y cómo se las arregla para ayudar a su hijo a salir airoso de la acusación por el asesinato de Tyler, desplegando todas sus artimañas en un momento en el que Emanda no está en una posición de poder tan cómoda como al inicio de la serie, tal y como le insiste su sensei, otro personaje que seguro tiene mucho que decir (a Revenge no le falta de nada). Lo que parecía un desvío de la trama principal puede que acabe ofreciendo más caras de la Grayson y, en concreto, ayude a profundizar más en su campaña contra su ¿futura? nuera.
Y, mientras tanto, Emanda irá añadiendo fases a su plan maestro. Es lo que le toca.