Voy a extenderme demasiado sobre la quinta temporada de Skins, que no extrañen los spoilers.Ser muy fan de algo, en general, tiene su miserias y sus recompensas. Por un lado, te cuesta mucho más distanciarte del objeto de tu crítica, pero, como contrapartida, tienes los ojos más abiertos a detalles que de otra forma se te escaparían. Así es como me siento todas las veces que escribo sobre
Skins, que acaba de finalizar su quinta temporada y a la vez de presentar a la nueva (y ya van tres) generación de muchachos: Franky (Dakota Blue Richards,
The Golden Compass), Nick (Sean Teale), Alo (Will Merrick), Grace (Jessica Sula), Rich (Alex Arnold), Mini (Freya Mavor), Liv (Laya Lewis) y Matty (Sebastian de Souza). Todos ellos llegaron al canal E4 tras el terremoto emocional que supuso la segunda generación, que genial y controvertida a partes iguales, significó
el clímax de Skins como producto de ficción a nivel de propuesta narrativa (complejidad de personajes, incluida), de audiencia y como fenómeno de culto entre los fans. Mientras que en la tercera temporada la serie pulverizó estas tres facetas, la cuarta tiró por tierra cualquier avance en la forma de cohesionar las dinámicas de esos personajes, con el consecuente descontento general de los espectadores. Aprovechando el cambio de cast era el momento para que el equipo de jóvenes guionistas comandado por Jamie Brittain se redimiera de los errores y volvieran con la cara lavada. Lo consiguieron a medias.
Con respecto a la estructura de los capítulos y el tipo de interacción que se produce entre los chicos de Bristol,
la quinta entrega se encuentra más cercana a la tercera temporada que a la primera como se suele apuntar. Principalmente, porque las dos últimas generaciones no parten de un grupo unido de amigos. En este sentido, el esquema de episodios monográficos no supone un reto narrativo en la primera generación como en las siguientes, es más, favorece a la trama coral porque se va del todo ya dado a las partes. Siempre es más fácil desmontar el puzzle pieza a pieza que montarlo. ¿Por qué pasa cuándo tienes que juntar ocho historias con muy poca conexión entre sí y menos capítulos para llevarla a cabo? Es ahí cuando el formato de
Skins se resiente porque su naturaleza tiende a exlcuir aquello ajeno al mundo del protagonista de la semana. Por eso no tiene sentido incluir

en el episodio dos, el de Rich, una escena de éste hablando con Liv o Mini sin que resulte forzado, pues ¿qué clase relación tienen esos personajes a esas alturas tan tempranas de la temporada? Ninguna.
La quinta tanda de capítulos incluso ha tenido
el panorama más difícil que la tercera donde la trama era un continuo movimiento de unión y desunión entre grupillos orquestado por las constantes puñaladas que se daban entre ellos y, encima, contaban con Effy como ancla con la generación anterior. Como digo, el objetivo aquí era unir y, si bien existen elipsis molestas (todo el personaje de Nick a partir del capítulo 5), no llegan a los extremos de la cuarta entrega donde Thomas pasó del 'me echan del instituto', 'me pongo a correr' a 'me voy a Harvard aunque no den becas deportivas' en un sólo episodio. He aquí el primer frente superado por esta quinta temporada a pesar de las limitaciones de la estructura y de la historia que se quiere contar.
Pedir más escenas de grupo con unos personajes separados de entrada deja de tener sentido cuando el producto tiene un defecto de fábrica que lo hace incompatible con la satisfacción total de esas demandas. Una de dos: o se renuncia al esquema tan particular de los episodios, a unas de las marcas de indentidad de la serie como relato televisivo, para que se amolde a la construcción de una historia coral; o se asumen los inconvenientes del formato aplicado a la clase de tramas que se pretenden desarrollar en tan pocos episodios. Asociada a esta problemática de guión, se encuentra una cuestión no menos polémica como es la
distribución del protagonismo de los capítulos, algo que parece que sigue sin entrarles en la mollera después del desbarajuste del año pasado: Matty se ha quedado sin su momento, ¡cuando él tío ha estado en el centro del huracán esta temporada! Y aquí no se puede achacar a la falta de previsión de que les iban a recortar el presupuesto y se vieron con más personajes que episodios.

"Glorious fucking headfuck thing"
Normalmente, tanto los agujeros de la trama como la falta de minutos para ciertos personajes se ven compensados con las extensiones crossmedia de la serie (webisodios, novelas...), que si no se les echa una ojeada luego dan lugar a expresiones como "sacado de la manga" cuando hay más allá que eso. La serie de televisión como producto cerrado no debería exigir el consumo de estos añadidos, que son parte de la historia general de la serie, pero esto no hace más que recalcar los hándicaps del molde sobre el que está escrita Skins. Y dado que este año ha habido menos dinero para gastar y no se han producido 'Unseens' (en su lugar se han creado twitters de personaje que no cumplen ni la mitad de las funciones de los webisodios y acaba de salir una novela anterior a los acontecimientos de esta entrega),
la quinta temporada ha salido bastante airosa del paso salvo, como he venido diciendo, en la situación de los hermanos Levan, Matty y Nick, aunque éste último tuvo más suerte que la amiga Pandora en la cuarta y contó con un episodio para él solo antes de semiesfumarse.
Con esta atención en el retrato personalizado, en los personajes recae la responsabilidad de establecer el tono de la serie. Si esta temporada no se puede calificar de extrema es porque los
personajes están en las antípodas de lo que hemos visto. Por decirlo de alguna forma, esta generación destaca por su equilibrio y sus problemas, aunque aderezados con algo de desmadre, se sienten todavía más pegados a la realidad. Las emociones a flor de piel del adolescente, que es la
verdadera premisa de la serie en el fondo, están intactas. Claro que sigue habiendo drogas y sexo, pero el enfoque cambia por completo y en un movimiento muy anti
Skins lo que antes parecía una atractivo escapismo para sus personajes ya no lo es tanto. Es más, da miedo. Para ejemplo, el de una Mini aterrorizada en su penosa primera vez en una escena durísima y desagradable de ver.
En general, por su normalidad los miembros de esta pandilla no despiertan pasiones encontradas, pero tampoco dejan indiferente. Falta un carácter fuerte o peculiar (al estilo de los Stonem, Cassie, Chris o Cook), o una relación épica (Emily y Naomi, para mí, los personajes mejor escritos de toda la serie, sobre todo, la segunda) pero, aún así
no veo que Skins deba ser la esclava de un tipo de adolescente muy carismático. Con una temporada más introductoria que nunca y dedicada a unir a los ocho, todavía queda por ver quién lleva el timón. Mini, no obstante, tiene todas las papeletas para ello.
La joven McGuinness es
la sorpresa de esta tanda de capítulos y, sin duda, el personaje más brillante gracias a buen desarrollo dramático combinado con una estupenda y sutil interpretación de Freya Mavor. La atracción de la supuesta 'bitch' Mini hacia Franky no se entiende sin las expresiones que aporta Mavor desde el primer capítulo, algo que s

ólo se hace obvio a partir del séptimo acto pero que ha estado ahí latente desde el inicio. Con algunos personajes
Skins tiene la costumbre de jugar a Hansel y Gretel e ir arrojando migas de pan que una vez colectadas minimizan el shock sin que haya que leer demasiado entrelíneas. En eso, los
openings de la serie tienen mucho que decir también ya
son material spoiler si uno realmente repara en ellos. No se trata de la ficción más compleja del mundo, pero las supuestas decisiones "sacadas de la manga", cuando se ponen en retrospectiva, resulta que están
más planificadas de lo que se piensa.Franky, el personaje ambiguo y cuyas tribulaciones, en un desmentido del cliché, al final no tienen que ver con la orientación sexual (con su "I'm into people" apunta hacia
la liga del Capitán Jack Harkness) se ha ido desinflando a pesar de la magnífica presentación. Durante gran parte de la temporada, ha sido víctima de
uno de los vicios crónicos de la serie: los triángulos amorosos. Y me atrevo a decir que ha sido el peor llevado de todos, amago de trío aparte (WTF!). De verdad, ¿hay algo de construcción dramática en el romance Matty/Franky? El arco de Franky ha sido encontrar un lugar al que pertenecer y sentirse aceptada por los demás por lo que no sorprende su fascinación hacia Matty el primero que le dice algo bonito tras meses aguantando mierda. Todavía hay que ver qué tienen preparado para ella en la recámara porque la finale insinuó unos lugares muy oscuros en la mente de la moderna Fitzgerald.
Pero, ¿y Matty? ¿Cómo se entiende su juego entre Liv y Franky? Justificar sus acciones básándose en el misterio no es un argumento válido y, menos cuando se detecta un vacío brutal en el fondo del personaje. Si alguien necesita de su hora de gloria era él, porque a pesar de que su intervención en el capítulo de Nick era generosa, ahí se trataba de mostrar su faceta de hermano. De la otra cara, la de rompecorazones, la nada, o bueno sí, la mirada loca de Seb de Souza. Y ya.
Por todo esto, es por lo que considero que Alo, al menos en esta temporada,
no es un personaje para llevar un episodio entero a sus espaldas a pesar del divertimento que aporta. No hubiera desentonado compartiendo capítulo con Rich, su mejor amigo y hermano en la práctica. De largo, el granjero pelirrojo tiene la subtrama menos exigente y cuando están disponibles siete episodios (el 'Everyone' queda fuera) invididuales para repartir entre ocho personajes hay que sacrificar por algún lado. Como ya dije, una pésima distribución de los minutos, aunque maquillada por las apariciones de otros personajes. Afortunadamente no se trata de otro 4x06 ('JJ') donde la sensación de capítulo tirado a la basura planea durante todo el tiempo de visionado.

Para echado a perder el desarrollo de Nick después de su episodio. Quizá por ello se trate de la adición menos orgánica al grupo de amigos que vimos en la finale, aunque el potencial cómico del personaje junto con Alo promete. Muy distinta a la imagen acartonada de estrella del equipo de rugby al principio de la serie, Nick ha acabado por revelarse como el bonachón perdedor y adorable. Por su parte, Liv ha ido dando tumbos durante toda la temporada en consonancia con la actitud impulsiva y salvaje de la chica, pero en contraste con Franky sí salió beneficiada de lo suyo con Matty, y si bien su reconciliación con Mini fue un tanto apresurada, acabé con una mejor opinión de ella.
Rich y Grace fueron la cara más amable de la temporada con su romance a lo Romeo y Julieta y su no-boda (menos mal) claramente fue un recurso juntar a los personajes en la finale. El uso de Shakespeare en
Skins no es baladí, pues discutiendo
Hamlet en una clase ya presagiaron la muerte de Freddie allá por el 3x05. Como todavía queda una temporada de drama por delante,
no hay que descartar ninguna baja, aunque ya puestos a cambiar patrones, sería una novedad que nadie se viera borrado del mapa.
En definitiva, habrá que esperar a los próximos diez episodios (¿no había crisis? ) para ver hacia dónde se dirige esta recién formada pandilla. Datos de audiencia en mano,
puede que estemos ante la última generación de Skins. La acogida de la quinta ha sido muy tibia y tras seis temporadas en antena, la serie habrá viajado por todos los mundos posibles, así que una retirada a tiempo no suena descabellada. Eso sí, la despedida no será para siempre hasta que no empiecen a rodar la condenada película de una vez.
No suelo dedicar posts, pero parte de esta parrafada se ha ido cociendo en horas de chat y risas con @Spidermarga, @citizenerased__ y @Gromix, así que ahí queda :)