Crepusculización: dícese de todo aquel proceso por el que se elimina cualquier atisbo de fealdad en las criaturas sobrenaturales, normalmente vampiros, con el fin de ponerlos a desfilar sobre una pasarela. [ACTUALIZACIÓN: Dicho proceso se completa con la inclusión de un fuerte autodio por actos cometidos en el pasado, que se refleja en personalidades distantes, depresivas y melancólicas, y en comportamientos donde abundan las miradas intensas, dando lugar a una ilusión barata de misterio.]Seguramente durante este mes de enero os habréis cansado de leer las palabras remake, UK y US hasta cuando leéis en sueños. Normal, con los estrenos de las versiones americanas de éxitos británicos como Shameless, Skins y Being Human. De la primera no puedo hablar porque no he visto la original, y de la segunda me he propuesto acabar su temporada antes de decir nada pero, con la última, me han bastado los dos primeros capítulos emitidos por el canal SyFy para decidir que no merece la pena invertir más tiempo en ella.
Cuando detestamos un remake puede deberse a dos causas: 1) Que lo odies porque es un calco a papel cebolla del original, con actores que no pueden competir con los pioneros (como a mucha gente le ha pasado con el piloto de Skins US), o 2) que lo pongas de vuelta y media porque, en su afán de diferenciarse, cambian las cosas que funcionan y, de paso, terminan por afectar el concepto que hizo grande al original. El primo yankee de Being Human entra dentro de esta segunda categoría que, a todas luces, me parece más peligrosa. Al menos, los remakes plano a plano son más humildes con lo que muestran y no pretenden ir de nuevas cuando en, el fondo, no es cierto y encima empeoran el precedente. Está claro que productos como Battlestar Galactica, verdaderas reimaginaciones alternativas de un universo ficticio ya determinado, hay muy pocos.
Toby Whitehouse, creador de la serie genuina, basa su propuesta en bombear sangre a los personajes del vampiro, la fantasma y el hombre lobo que comparten piso, a través de la desmitificación de su fantasía. Mitchell, Annie y George parecen tan humanos como cualquiera de nosotros: pasan por las mismas situaciones ridículas, lloran y hasta sudan. Además, las características sobrenaturales de los personajes no van más allá de lo básico, todo para favorecer la sensación de normalidad (Annie no es translúcida, por ejemplo), como si lo único 'raro' del chupasangre vecino de enfrente fuera que anda tapado hasta arriba en pleno mes de julio.
Se nota demasiado que Whitehouse no está detrás de la adaptación. De lo contrario, podría preguntarse por qué narices el vampiro Aidan (Mitchell) tiene esos poderes ultrasensoriales y esa velocidad, por qué Josh (George) identifica olores a distancia en su forma humana y por qué Sally (Annie) lucha para hacerse opaca. No voy a negar que mi opinión tan negativa de este remake reside en gran parte con el casting del vampiro. Sam Witwer ('Crashdown' en BsG) carece de los registros faciales de Aidan Turner, capaz de dotar de esa vulnerabilidad y pasión que requiere un personaje como el atormentado Mitchell. Witwer, en cambio, se queda en la mirada intensa y los morros prietos. Además, es un tipo de guapo diferente a Turner, más estándar, más de catálogo, por lo que resulta terriblemente lejano. Pero lo peor de todo, es que su caracterización huele a vampiro por todas partes. Si no, ¿a cuento de qué viene esa palidez extrema? Por no hablar del exceso de limpieza en su fachada y la ausencia de una mínima barba de tres días. Lo dicho, Being Human US meets Edward Cullen. Demasiado petróleo.
Si la aparición de poderes adicionales hiere de muerte la esencia del original, la ausencia de humor, la remata. Whitehouse es, además de guionista, comediante, de ahí el gran protagonismo del elemento cómico en la serie madre que, salta a la vista, no ha sido trasladado de Bristol a Boston. Es obvio que no se pueden adaptar las mismas gracias británicas pero, con esta reducción generalizada del humor, han despojado de toda su miga a los personajes de Josh y Sally, que funcionan en el original como perfectos alivios cómicos, uno, con sus neuras y, la otra con su afición compulsiva por el té y su lado maruja (hay que decir que tanto Russel Tovey como Lenora Chrichlow se adueñan de los personajes). Tampoco ayuda que a Josh le hayan endiñado una hermana a la que no veía desde que se convirtió en hombre lobo, con lo cual se añade un poco más de drama familiar al cóctel.
Contar con mayor presupuesto supone, a veces, eso mismo: una 'glamourización' involuntaria de esos ambientes sucios y cutres en los que nos introducen las series británicas, en muchos casos por falta de recursos económicos y, en otros, porque se trata de mantener un estilo verista. Pero aquí el dinero se debería haber utilizado para conservar las imperfecciones del mundo ficticio que nos presenta Being Human, porque ahí reside la razón de ser de la serie original y, por tanto, su humanidad.
Se acaba de estrenar la tercera temporada en BBC3. Si hay que empezar por una de las dos series, ésta es la buena.









